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Músico iraquí refugiado encuentra público receptivo en Bruselas

Historias

Músico iraquí refugiado encuentra público receptivo en Bruselas

Hussein Rassim extrañaba el querido instrumento que dejó atrás, hasta que una iniciativa de micro mecenazgo consiguió dinero suficiente para una substitución
8 Febrero 2018 Disponible también en:
El músico iraquí refugiado Hussein y su pareja en su hogar de Bruselas.

El músico iraquí Hussein Rasim tiene una doble deuda de gratitud con la ciudad de Bruselas. No solo le ha dado un nuevo hogar, sino que también le ha reunido con lo que más le importaba, su instrumento.


BRUSELAS, Bélgica, 08 de febrero de 2018 (ACNUR) – El músico iraquí Hussein Rasim tiene una doble deuda de gratitud con la ciudad de Bruselas. No solo le ha dado un nuevo hogar, sino que también le ha reunido con lo que más le importaba, su instrumento.

"Era feliz en Bruselas", recuerda el refugiado, de 29 años, que llegó allí tras huir de su país en 2015. "Pero echaba de menos la música. Fue lo primero que extrañé".

Su querido oud un instrumento de la familia del laúd procedente de Oriente Medio había ayudado a Hussein a soportar lo que él llama "miseria" de la guerra en Irak. Obligado a abandonarlo cuando huyó, anhelaba tocarlo de nuevo, en paz.

Lo explicó en Facebook y pronto gente de la capital belga, que es un hervidero musical y cultural, se estaba ofreciendo para ayudar.

"Era feliz, pero añoraba la música."

"Ayuda a Hussein a hacer música de nuevo" era el mensaje de una iniciativa de micromecenazgo que hicieron circular por las redes sociales el periodista Brian Ging, Irem Arf y María Serrano de Amnistía Internacional, y Maeve Patterson, de ACNUR.

Su plan era conseguir 2.000 euros. A medida que corrió la voz y personas de todo el mundo respondían al llamamiento, el grupo se dio cuenta de que el objetivo se superaría con creces.

Hussein casi no se podía creer que pronto volvería a tocar el oud.

"La gente promete muchas cosas, ¿sabe? Cuando no se hacen realidad, lo entiendo", dice, negando con la cabeza. "Nunca pensé que esta promesa se hiciera realidad. Pero la cantidad seguía aumentando. Y yo estaba muy emocionado".

Durante años, la guerra en Irak había oprimido el espíritu de Hussein. Era estudiante en el Instituto de Estudios Musicales de Bagdad y había tocado el oud desde 2009, pero el empeoramiento de las condiciones en el país le hacía sentirse atrapado.

"Puedes verlo en el rostro de la gente – la tristeza y el agotamiento. Cada día, la gente intenta encontrar unos dólares para alimentar a su familia. Hay explosiones, no hay electricidad. Es la miseria".

En agosto de 2015, Hussein tomó la decisión de huir. Voló hasta Turquía y pagó 3.000 dólares estadounidenses a traficantes de personas para que le llevaran a Grecia.

El mar embravecido agitaba el pequeño bote pesquero en el que Hussein y otras 22 personas cruzaron el Mar Egeo en una fría madrugada. Les llevó tres horas alcanzar Grecia.

Pero Hussein soñaba con Bélgica, de la que un amigo americano le dijo una vez que era bella.

"Hay explosiones, no hay electricidad. Es la miseria."

Desde Grecia, cruzo la Antigua República Yugoslava de Macedonia, Serbia y Hungría, durmiendo en la calle, escabullándose entre bosques, y transportado en coche por traficantes de personas.

"Después de llegar a Bruselas, Hussein durmió en la calle, en el Maximilian Park, donde cientos de refugiados se congregaban, mientras esperaba respuesta a su solicitud de asilo. Se encontró haciendo de portavoz de los que le rodeaban y mostrándoles a ciudad a los recién llegados, ayudándolos a sentirse como en casa. Pero incluso después de recibir el estatus de refugiado, le faltaba algo.

Su amiga Maeve Patterson sabía qué hacer.

"Mirando la foto de Hussein y los mensajes en las redes sociales, mis amigos y yo nos vimos empujados a ayudar", dice Maeve. "Pensé que es muy difícil marcar la diferencia para todo el mundo, pero si podemos hacer algo para una sola persona, eso es ya un principio. Estaba claro que un pequeño esfuerzo por nuestra parte marcaría una gran diferencia para Hussein, ya que su laúd y la música no son solo su pasión, sino también su profesión".

Hussein, músico iraquí refugiado, actúa con su esposa Juliette.

Lejos de su familia, de sus amigos y de su cultura, Hussein ha encontrado la felicidad en la música de nuevo. Tener el instrumento también le ha dado la oportunidad de ganarse la vida con él, ofreciendo conciertos y grabando discos.

Hussein incluso ha encontrado el amor a través de la música, al conocer a Juliette, una celista y miembro de su banda, que ahora es la madre de su hija en común, Ellea, de dos meses de edad. Ambos se enamoraron cuando Juliette sugirió que tocaran juntos una de las canciones favoritas de Hussein, Lama Bada Yatathana ("Cuando ella empieza balancearse").

"Ella dijo: 'toquemos esta canción si la conoces', y yo le contesté que claro que la conocía", cuenta Hussein, riéndose entre dientes. "La tocamos ese día y aun la tocamos todo el tiempo. Si no hubiera tenido el laúd, no habría conocido a Juliette".

En enero, su banda, Nawaris, lanzó su primer álbum, Migration, y darán una serie de conciertos. Hussein no puede olvidar cómo empezó todo: su mensaje en Facebook, cuatro amigos y su amada ciudad de Bruselas.

"Ha habido muchos momentos bonitos en Bruselas, pero uno especial fue cuando tuvo el laúd para tocar, y tocar, y tocar. Me cambió la vida".

Por Kate Bond

Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.