Cerrar sites icon close
Search form

Buscar el sitio de un país

Perfil de país

Sitio de país

Recordando a nuestros colegas Nadia, Jessica y Jackson

Historias

Recordando a nuestros colegas Nadia, Jessica y Jackson

Nadia Adam Abaker Ali, Jessica Hyba y Jackson Musoni, tres trabajadores humanitarios volcados en su trabajo, estaban entre las 157 personas que perdieron la vida en el accidente del vuelo ET 302 de Ethiopian Airlines.
14 Marzo 2019 Disponible también en:
Recordando a nuestros colegas.

Nuestros colegas pagaron el más alto precio en su lucha por proteger a las personas en algunos de los lugares más complicados en los que está presente el ACNUR. Les ofrecemos algunos detalles sobre sus vidas.


Nadia Adam Abaker Ali

Nadia Adam Abaker Ali durante los actos de celebración del Día de la Independencia del Sudán, enero de 2018.

El amor, la compasión y una sonrisa amplia son algunas de las cualidades que Nadia Adam Abaker Ali, de 40 años, aportó a su labor de protección de la seguridad de los refugiados desplazados por la guerra –en particular los niños y las mujeres– en Darfur (Sudan).

“Nadia era una de nuestras colegas más trabajadoras y más volcadas en su trabajo,” recuerda Jyldyz Moldalieva, oficial de protección, que trabajó con ella en Nyala (Sudán).

“Era una auténtica trabajadora humanitaria con un corazón lleno de amor y compasión, que trabajaba incansablemente para mejorar las vidas de los refugiados, especialmente de las mujeres y los niños”.

Nadia se incorporó al ACNUR en 2010 en Nyala como auxiliar de servicios comunitarios, ayudando a los sudaneses que huían de la guerra en Darfur. Desde 2012, trabajó en primera línea, recibiendo a miles de refugiados, la mayoría mujeres y niños, que huían de la crisis que estalló en la vecina República Centroafricana y en Sudán del Sur.

“Era una auténtica trabajadora humanitaria con un corazón lleno de amor y compasión”. 

Era responsable de garantizar que las personas refugiadas no fueran víctimas de violencia sexual y por razón de género y recibieran servicios básicos adecuados y de calidad. Se ocupaba de que los niños refugiados de la República Centroafricana asistieran a la escuela primaria y secundaria, donde pudieran obtener un título reconocido y, sobre todo, crearse un futuro.

“Nadia era más que una colega. Era como una hermana para todos y una excelente amiga,” dice Moldalieva. “Siempre se preocupaba por los que la rodeaban y siempre estaba dispuesta a ayudar y consolar a quien lo necesitara”.

Licenciada en ciencias de la salud, Nadia también utilizaba sus conocimientos para reforzar el sistema de remisiones médicas de los refugiados, velando por que cada uno de ellos recibiera una atención puntual y de calidad y todos recibieran un trato digno y justo.

Nunca se dejó vencer por el desánimo a pesar de los problemas a los que tenía que hacer frente cada día en Darfur. Era apreciada por su sentido común, su excepcional rendimiento y su profesionalidad y porque siempre recomendaba a las personas que estaban bajo su cuidado cómo debían actuar. El pasado mes de octubre fue ascendida a oficial auxiliar de protección.

Nadia, que dominaba el árabe, trabajó como especialista en salud en Nyala y Jartum antes de incorporarse al ACNUR. Estaba casada y tenía una hija de 6 años.

“Nadia llegaba al corazón de todos aquellos con los que trabajaba”, dice Moldalieva. “Será recordada como una persona positiva y alegre, con una sonrisa amplia que no dejaba indiferente a nadie”.

Jessica Hyba

Jessica Hyba en el campamento de Kawergosk, al norte del Iraq, 2013.

Generosa, volcada en su trabajo y totalmente comprometida a ayudar a los que más lo necesitaban, Jessica Hyba, de 43 años y de nacionalidad canadiense, trabajaba como oficial superior de relaciones exteriores en la oficina del ACNUR en Mogadisciu desde el mes de febrero.

Buscar una asignación en uno de los países más duros en los que está presente el ACNUR era típico de Jessica, dicen sus colegas, que recuerdan su energía, su tenacidad y su total dedicación a ayudar a los más vulnerables.

“Jessica buscaba lugares de destino en zonas remotas y con condiciones difíciles”, recuerda Julia Schtivelman-Watt, jefa de servicio encargada de las asignaciones y la movilización del talento en el ACNUR. “Es indudable que le gustaban los retos pero, sobre todo, quería estar más cerca de los beneficiario; quería estar donde el trabajo realmente tiene sentido”.

Jessica, que fue asignada a Somalia en un momento en el que el país intentaba superar casi 30 años de guerra civil y desplazamientos, se encargaba de gestionar las relaciones con los donantes, de informar de las necesidades y del impacto de las operaciones en este país y de alentar a los donantes a ofrecer su apoyo.

En 2013 se incorporó a la oficina del ACNUR en el Iraq, donde realizó una labor excepcional ayudando a los refugiados sirios y a los desplazados internos iraquíes en un período intenso, en el que las emergencias se sucedían unas a otras. Más tarde, Jessica se trasladó a la sede del ACNUR en Ginebra, donde siguió trabajando en cuestiones relacionadas con el Oriente Medio y el Norte de África. Posteriormente se trasladó a la dependencia de recursos humanos, donde se la recuerda por su escrupulosidad, su sentido común, su capacidad para ver siempre el lado positivo y su labor en defensa de los pasantes.

“Lo que el mundo necesita son más personas como Jess... Todos debemos aspirar a actuar como ella lo hizo”.

“Se preocupaba muy seriamente por las condiciones de servicio de los pasantes”, recuerda Julia Schtivelman-Watt, y señala que Jessica inició un diálogo que dio lugar a una nueva política en cuyo marco el ACNUR puede compensar algunos de los costos en los que incurren los pasantes. “Nunca se daba por vencida… Siempre se las arreglaba para intervenir y asegurarse de que no quedara nada sin hacer”.

Jessica llevaba tiempo dedicada al trabajo humanitario. Realizó una maestría en políticas públicas en la School of Oriental and African Studies de Londres. Antes de incorporarse al ACNUR, Jessica trabajó en Care Canada, Care International y el UNICEF, donde realizó una labor destacada. Entre sus familiares más cercanos están sus dos hijas, de 9 y 12 años de edad, a las que profesaba un cariño inmenso.

“El mayor logro de Jess y su mayor felicidad eran sus dos hijas”, recuerda su amigo y colega George Ghikas. “Lo eran todo para ella. Para ella eran lo primero. Solo quería abrazarlas y darles su amor”.

George y otros amigos recuerdan a Jessica como una “fuerza de la naturaleza, el vínculo afectivo que unía a sus amigos y el alma de cualquier reunión social”. También mencionan otras cualidades, como la empatía, las aptitudes organizativas y de liderazgo, su sentido del humor y las ganas de vivir. Recuerdan cuanto le gustaba compartir con sus hijas actividades al aire libre, disfrutar de la naturaleza y hacer acampadas, especialmente en el Canadá y en Francia.

“Jess descubrió el mundo ayudando a las personas, ayudando a los refugiados. Era generosa y tenía dotes de organización, y estas cualidades se reflejaron en su manera de vivir. Estamos muy orgullosos de ella”.

“Lo que el mundo necesita son más personas como Jess. La trágica pérdida de Jess nos lo recuerda. Todos debemos aspirar a actuar como ella lo hizo. La echaremos mucho de menos”.

Jackson Musoni

Jackson Musoni posa con dos de sus tres hijos, diciembre de 2018.

Jovial, alegre, con los pies en la tierra y siempre dispuesto a realizar un mayor esfuerzo para ayudar a los que más lo necesitaban eran las cualidades que definían a Jackson Musoni, de 31 años y natural de Rwanda.

Se incorporó al ACNUR en 2014, en Butare (Rwanda). Sus colegas de la oficina de Huye, al sur del país, lo recuerdan como una persona apasionada por su trabajo y siempre dispuesto a hacer mucho más, en particular cuando se trataba de ayudar a los niños.

“Una vez se encontró a un menor no acompañado y decidió hacerse cargo del caso; tomó al niño de la mano y lo llevó a la oficina para que sus colegas lo registraran con carácter prioritario”, recuerda Marie Claire Umutoniwase, adjunta de programas, que trabajó con Jackson hace tres años.

“Era una persona muy sensata y hablaba con todos, desde los oficiales de mayor rango al personal de apoyo. Se relacionaba con todo el mundo con una actitud alegre y jovial”, dice Marie Claire, y señala que era también “muy ambicioso en sus objetivos y trataba de aprender lo más posible de todos”.

Jackson, que trabajaba en Rwanda como auxiliar superior de protección, se encargaba de recibir y asesorar a los refugiados congoleños que llegaban al campamento de Kigeme e identificaba y prestaba apoyo a los que se encontraban en una situación especialmente vulnerable, en particular los niños y las personas que habían sido víctimas de violencia sexual. Era reconocido por su alto nivel de integridad, respeto y profesionalidad.

“Jackson era un auténtico trabajador humanitario... y sus huellas permanecerán para siempre”.

Desde finales de 2017, Jackson había trabajado como coordinador asociado sobre el terreno en Darfur Oriental (Sudán) y sus colegas recuerdan cómo empezaba la jornada saludando a todo el mundo, desde los guardias de seguridad que estaban en la puerta hasta el personal y los visitantes que se encontraban en la oficina.

“Todas las personas que participamos en la operación de Darfur Oriental creemos que la muerte repentina e inesperada de Jackson ha dejado un vacío que no podrá llenarse jamás”, dice su colega Mohamed Ali.

“Todos los organismos consideran que Jackson formaba parte de sus equipos; Jackson era un auténtico trabajador humanitario, cuyas huellas permanecerán para siempre en la operación de Darfur Oriental”.

Entre 2011 y 2014, Jackson trabajó en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación de Rwanda.

Jackson era licenciado en relaciones internacionales por la Universidad de Johannesburgo (Sudáfrica) y también había realizado una maestría en derecho y ciencias políticas en la Universidad Mount Kenya de Kigali (Rwanda).

Su amigo y colega Steve Nzaramba recuerda su calidez y su entusiasmo, y también su destreza en la cancha de baloncesto de Rwanda.

“Era una persona llena de energía y dinamismo… casi siempre con una sonrisa en los labios. Una persona maravillosa”, dice. “Le echaremos mucho de menos. La cancha nunca será igual sin él”.

Entre sus familiares más cercanos están sus tres hijos de 8, 5 y 4 años de edad.