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El cambio climático pone en riesgo el abastecimiento de agua para las personas refugiadas

Historias

El cambio climático pone en riesgo el abastecimiento de agua para las personas refugiadas

Tanto el exceso como la escasez de agua pueden constituir un desafío para los trabajadores humanitarios, pero ACNUR está reaccionando ante estas amenazas.
22 Marzo 2019
Refugiadas sudaneses de Darfur buscan otro alojamiento después de las fuertes en el este de Chad en 2004.

20 litros de agua por persona al día – Esta es el suministro mínimo que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, pretende proporcionar a cada persona refugiada que vive en un campamento. Sin embargo, sólo en el 43% de los campamentos ACNUR puede alcanzar este resultado. El cambio climático es uno de los principales factores que hacen que el abastecimiento de agua para las personas refugiadas sea cada día más difícil.


¿Qué representan 20 litros de agua por persona al día? En promedio, una persona en la Unión Europea consume 128 litros de agua por día. En los Estados Unidos, esa cifra sube a más de 300 litros - por cada persona, cada día.

“El agua es esencial para sobrevivir, pero también es mucho más”, explica Eva Barrenberg, oficial asociada de Agua, Saneamiento e Higiene (WASH) de ACNUR. “Se usa para beber y cocinar - para que la gente no se enferme - para limpiar y bañarse, para ir al baño, pero también para los cultivos y la ganadería”.

Una persona en la Unión Europea consume 128 litros de agua por día. En los Estados Unidos, esa cifra sube a más de 300 litros.

El agua también ayuda a mantener la dignidad de las personas refugiadas. “La gente no quiere oler mal, se siente incómoda. Especialmente las mujeres, cuando están menstruando, quieren poder limpiarse”, añade Barrenberg.

ACNUR cuenta con 130 trabajadores y trabajadoras – solo el 16% son mujeres – que se encargan de programas de agua, saneamiento e higiene en todo el mundo, tanto en campamentos como en zonas urbanas, lo que garantiza que las personas refugiados tengan acceso a agua potable, pero también que las enfermedades transmitidas por el agua, como la diarrea o el tifus, no se propaguen y que se responda a las necesidades higiénicas básicas mediante la construcción de infraestructuras de saneamiento, como letrinas y duchas.

“Asegurar el abastecimiento de agua no es hacer caridad, sino cumplir con un derecho humano”.

“No hay contribución más importante para mejorar la vida y asegurar la supervivencia de las personas que el trabajo que se hace con agua, saneamiento e higiene”, dice Barrenberg, quien ama lo que hace. Su trabajo requiere competencias en ingeniería, pero también conocimientos en salud pública y mucha colaboración social.

No tener acceso al agua pone en peligro la vida de las personas. “Asegurar el abastecimiento de agua no es hacer caridad, sino cumplir con un derecho humano”, dice. “Es tan importante como los derechos civiles y políticos”.

El cambio climático está dificultando cada vez más la labor de los trabajadores y trabajadoras encargados de agua, saneamiento e higiene. A veces el problema es la falta de agua, como en la devastadora sequía que afecta a la región de la cuenca del lago Chad; otras veces es su exceso, como con las lluvias monzónicas en Bangladesh. A continuación ilustramos cómo ACNUR está trabajando para hacer frente a esos desafíos.

Refugiados de Darfur, Sudán, en el campamento de Kounougou, este de Chad, en 2008.

Campamento de Kounougou: construir la paz compartiendo la poca agua que queda

El lago Chad es uno de los más grandes de África, pero en los últimos 50 años su masa de agua disminuyó drásticamente del 90 por ciento, de 25.000 Km2 a 2.500 Km2, reduciendo los medios de subsistencia de más de 50 millones de personas y ocasionando desplazamientos masivos.

Mientras el lago se seca, aumentan los conflictos en la región. Desde 2009, la violencia ejercida por la insurgencia de Boko Haram ha obligado a más de 2,5 millones de personas a huir de sus casas en la cuenca del lago Chad.

ACNUR solo puede proporcionar 14 litros de agua por persona al día en el campamento.

Estos grandes movimientos de personas suponen una presión adicional sobre los ya escasos recursos disponibles en una región tan árida. “Hay más gente de la que el ecosistema puede mantener”, dice Barrenberg.

Desde 2004, miles de refugiados de la región sudanesa de Darfur han cruzado la frontera en busca de seguridad en el este de Chad, una región muy árida. Muchos de ellos llegaron a la pequeña aldea de Kounougou.

Hoy en día, unas 3.500 personas viven en la aldea de Kounougou, mientras que su campamento de refugiados alberga a casi 20.000 personas, en su mayoría sudaneses. ACNUR sólo puede proporcionar 14 litros de agua por persona al día en el campamento.

Niñas refugiadas de Darfur re reúnen alrededor de un punto de abastecimiento de agua en el campamento de Kounougou, en Chad.

“Es muy difícil porque de repente hay miles de personas que necesitan alimentos y agua, pero no hay recursos suficientes en el lugar para abastecerlos”, añade Barrenberg.

El cambio climático actúa a menudo como un “multiplicador de amenazas”, añadiendo tensiones que dificultan la labor de la ayuda humanitaria.

Bi Tizie Tre es un trabajador de WASH que ha venido monitoreando la situación en Kounougou desde 2014. Durante la estación seca (de octubre a junio), cuando el suministro de agua estuvo por debajo del nivel de emergencia de 11 litros por persona al día, ACNUR tuvo que recurrir a camiones para suministrar agua suficiente para la supervivencia en los campamentos de la región.

“A veces tenemos que llevar agua con camiones durante un mes sin parar para alcanzar los 11 litros diarios”, explica Tre. “Es muy costoso”.

“Cuando ACNUR trae agua potable, la comunidad local está muy agradecida. Eso reduce las tensiones y contribuye a crear un entorno de coexistencia pacífica”.

ACNUR prefiere invertir en la perforación de pozos profundos, porque son una solución más sostenible, explica Tre. A pesar de que implican mucha inversión, con un cierto nivel de riesgo – por lo general, sólo una de cada tres perforaciones permite encontrar suficiente agua potable – pueden convertirse en una fuente de agua fiable durante unos 20 años.

El hecho de que el acceso al agua mejorara en el campamento de refugiados de Kounougou creó algunas tensiones con la población local en los años. Por ello, entre 2009 y 2010, ACNUR excavó cuatro pozos profundos en el pueblo para asegurar que tanto la comunidad local como las personas refugiadas se beneficiaran.

“Cuando ACNUR trae agua potable, la comunidad local está muy agradecida”, dice Tre. “Eso reduce las tensiones y contribuye a crear un entorno de coexistencia pacífica”.

Las fuertes lluvias monzónicas obligaron a miles de refugiados rohingyas a trasladarse a nuevos alojamientos en junio de 2008.

Cox’s Bazar: cuando el exceso de agua también es un problema

Tendemos a asociar el cambio climático con las sequías, pero a menudo tiene consecuencias opuestas: cantidades enromes e incontrolables de agua lluvia que pueden causar muertes, destruir la infraestructura y propagar enfermedades.

Las lluvias monzónicas son un fenómeno común – y temido – en Bangladesh, que se ha vuelto cada vez más impredecible, agresivo y mortal debido al cambio climático. En 2018, el país fue testigo de una de las temporadas de lluvias más intensas de los últimos años, con niveles de precipitaciones de más de 1.000 mm en junio y julio, más del doble del promedio de esos meses.

Desde el punto de vista del saneamiento, las inundaciones ocasionan otro gran problema: la contaminación del agua.

En Cox’s Bazar, un área donde viven más de 900.000 refugiados rohingyas distribuidos en 36 diferentes sitios, más de 200.000 refugiados se vieron expuestos a derrumbes e inundaciones que representaban una amenaza mortal y unas 41.000 personas tuvieron que ser reubicadas por motivos de seguridad.

Desde el punto de vista del saneamiento, las inundaciones ocasionan otro gran problema: la contaminación del agua.

“Las letrinas inundadas propagan materia fecal, y por consecuencia las infecciones y las enfermedades, por todo el campamento, donde las personas ya suelen vivir en condiciones de hacinamiento y por lo tanto son más propensas a contraer enfermedades transmisibles”, dice Barrenberg.

Si los desechos de las letrinas y otros lugares llegan a infiltrarse en las fuentes de agua (pozos, mantos acuíferos o aguas superficiales como ríos o represas), estas también pueden contaminarse y causar la propagación de enfermedades.

Las fuertes lluvias monzónicas obligaron a miles de refugiados rohingyas a mover sus alojamientos en el asentamiento de Kutupalong, en Bangladesh.

Una solución química – añadir cloro para eliminar bacterias y microbios en el agua – fue la clave para asegurar que enfermedades como la diarrea y la fiebre tifoidea no salieran de control.

“La cloración salva vidas en asentamientos de refugiados de este tamaño”, dice Minhaj Uddin Ahmed, oficial asistente de agua, saneamiento e higiene de ACNUR, que trabaja en la respuesta a la situación de los refugiados rohingyas en Cox’s Bazar.

El equipo de WASH en Bangladesh también instaló sistemas para el bombeo y la distribución del agua alimentados por energía solar para mejorar la eficiencia y asegurar que para ese efecto no se dependiera de otras fuentes de energía.

La instalación de los tanques aéreos, paneles solares, pozos y redes de tuberías requirió mucho esfuerzo por parte de la comunidad, que se ha involucrado mucho en el proyecto.

“La comunidad cooperó mucho y trasladó sus alojamientos para proporcionarnos el espacio necesario para la instalación de las unidades de tratamiento”, afirma Ahmed. “Después de cada instalación, tanto la comunidad local como las personas refugiadas nos informan regularmente sobre el mantenimiento de las tuberías, los grifos y los paneles solares, para evitar cortes”.

“Si las personas refugiadas tuvieran derecho a trabajar, podrían pagar por el agua que consumen y contribuir a establecer suministros de agua sostenibles”.

Alrededor del 15% de los 300 pozos mecanizados en los campamentos y asentamientos gestionados por ACNUR en todo el mundo cuentan actualmente con sistemas de energía solar. La ampliación de estos sistemas ecológicos es una prioridad para la Agencia, y puede facilitar la inclusión de las personas refugiados en las comunidades de los países de acogida. De esta manera, ACNUR puede apoyar los servicios de suministro de agua en los pueblos y las ciudades que acogen a personas refugiadas, para que todos se beneficien.

Un joven refugiado rohingya usa una bomba de agua alimentada con energía solar en el asentamiento de Kutupalong, Bangladesh.

“Si las personas refugiadas tuvieran derecho a trabajar, podrían pagar por el agua que consumen y contribuir a establecer suministros de agua sostenibles”, explica Barrenberg. “Esto también reduciría los riesgos asociados con el cambio climático, ya que con mejores infraestructuras se puede responder de manera más efectiva a sequías e inundaciones”.

A finales de 2017, cientos de miles de rohingyas huyeron de Myanmar: más de 700.000 personas en un espacio de pocos meses. Para los trabajadores y trabajadoras de WASH, garantizar el suministro de agua potable a un número tan grande de personas fue un gran desafío.

“Al principio del flujo, pudimos proporcionar agua potable a los refugiados a pesar del gran número de llegadas”, dice Ahmed. “De no haber sido así, podríamos haber tenido un brote masivo de enfermedades en los campamentos. Eso no sucedió. Seguimos garantizando el abastecimiento, utilizando métodos más eficientes y asegurando la calidad del agua. Este es nuestro mayor logro y nos enorgullece”.