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Hoy pasé por tu casa en Siria, pero no encontré a nadie

Historias

Hoy pasé por tu casa en Siria, pero no encontré a nadie

Después de ocho años de guerra en Siria, visité el hogar donde creció mi amigo Hani Al Moulia. Al igual que gran parte de su ciudad natal, estaba en completas ruinas.
Esa noche, le escribí una carta a Hani:
12 Abril 2019 Disponible también en:
Un hombre monta una bicicleta en la sección Juret al-Shayah de Homs en marzo de 2019.

Querido Hani,

Hoy pasé por tu casa, pero no encontré a nadie. No había nadie en casa. Tus padres no estaban para acompañarnos a tomar el té, y no había señal de tus hermanos y hermanas. Tus vecinos tampoco estaban.

Hubiera tocado la puerta, pero ya no está. Y no es solo la puerta, las bisagras y los marcos que una vez la aseguraron a la pared también faltaban. El piso estaba lleno de escombros.

Odio decir esto, pero el lugar estaba destrozado.

Te darás cuenta de que claramente no estoy hablando del nuevo hogar de tu familia en Canadá, a ocho zonas horarias. Me refiero a la casa de dos pisos en la que creciste en Siria, de la que te viste obligado a huir hace seis años y medio, cuando te convertiste en refugiado.

Estoy aquí en Homs, tu ciudad natal. Recuerdo que me contabas sobre este lugar cuando nos conocimos en Líbano, acampando con otros mil sirios en un campo agrícola. Aquí la guerra causaba estragos, y me contaste que, antes de partir, tu madre te pedía que no fueras a la escuela. Temía que te dispararan o que te cortaran la garganta, como a tu tío, tu tía y tu primo. Me hablaste sobre los amigos que extrañabas, sobre la música rap que solían hacer juntos, los poemas que solías escribir. Estabas desesperado por continuar con tu educación, y mis colegas y yo sentíamos que tu historia tenía que ser contada.

Hany es un refugiado sirio de 21 años. Vive con su familia en una carpa en un campamento en el Valle de Bekaa, en el Líbano. Él tiene un problema de la vista por el cual sólo puede ver desde muy cerca. Su cámara fotográfica se ha convertido en la lente a través de la cual ve el mundo. Con su cámara describe las condiciones de vida en el campamento, la desesperación, la falta de oportunidades. Pero su historia tiene un desenlace inesperado y feliz: el reasentamiento a Canadá para él y su familia, donde podrán empezar una nueva vida.

Ahora estoy aquí entrevistando a personas que lentamente regresan de otras partes del país, después de años de luchar por mantenerse a salvo. La mayoría de ellas vuelven a sus hogares en ruinas. La épica escala de la destrucción me hace recordar el oeste de Mosul, donde encontré un ambiente similar el verano pasado: personas agotadas de la guerra, marcadas por todo lo que han tenido que pasar, y ansiosas por empezar de nuevo.

Hoy conocí a una familia que me habló sobre sus dificultades para encontrar trabajo y alojamiento durante los últimos años. Ellos quedaron devastados cuando volvieron a su apartamento en el distrito de Al-Qusour hace unos meses, y vieron que todo lo que habían dejado atrás había sido saqueado, quemado o dañado por las bombas. Los escombros llenaban el lugar desde el piso hasta el techo.

“Puedo arreglar cada una de estas casas... solo denme las herramientas”

Poco a poco están juntando las piezas de sus vidas. Con la ayuda de mis colegas, Jihad y sus hijos han instalado las ventanas y las puertas para mantener a la familia más segura y caliente. Jihad, que es herrero y un reparador habilidoso, ansía poder hacer más. “Puedo arreglar cada una de estas casas”, dice él, señalando con sus callosas manos las fachadas desmoronadas que recorren su calle. “Solo denme las herramientas”.

Posteriormente, él y sus hijos me llevaron al techo para ver a sus palomas. Abdelmalek, que tiene 12 años, abrió las jaulas y una bandada de 40 palomas nos rondó, barriendo el destrozado paisaje urbano con envidiable facilidad.

Después de ver a las aves regresar a su lugar de descanso, me llevaron a tu vecindario y caminé por tu calle. No había carros estacionados. Pareciera como si todos hubieran empacado para irse de vacaciones al mismo tiempo. Pero sé que esto no han sido vacaciones para ninguno de ustedes.

Después de ocho años de conflicto, la mitad de tu nación se ha ido de casa. Se han desplazado, a menudo, varias veces. Hoy, 5,6 millones de sirios siguen viviendo como refugiados en los países vecinos. Millones más permanecen desplazados dentro de Siria. Y es un número relativamente pequeño el que, como tú, ha recibido una segunda oportunidad en otra parte del mundo.

En tu calle, no había perros o gatos callejeros. Ni siquiera hay pájaros. El único sonido fue el zumbido distante de una sierra cortando metal. Tu barrio, Hani, es un pueblo fantasma.

La calle donde vivía Hani (izquierda). La casa de Hani (centro). La puerta principal de Hani (derecha).

Cuando llegué a tu casa, me paré en la entrada y miré directamente, como un superhéroe con visión de rayos X. Pensé en ese viejo rompehielos: si pudieras elegir un súper poder, ¿preferirías tener la capacidad de ver a través de las paredes o volar? Después de lo que he visto hoy, el arco elegante de las palomas de Abdelmalek y la sombría vista de tu sala de estar vacía, siempre elegiré volar.

Las puertas interiores también se han ido, incluso la del baño con los azulejos azules y blancos, que ahora dan a la calle. El techo de la cocina se ha derrumbado, por lo que pude ver a través de una de las habitaciones en el segundo piso, tal vez en la que solías hacer tu música y escribir tu poesía. Fuera de la ventana de tu sala de estar, con una pila de cristales rotos a mis pies, me quedé mirando el vacío.

Esto es lo que sucede en una zona de guerra. Cada vez que los combates disminuyen, los carroñeros vienen y toman lo que queda atrás. No solo electrodomésticos, los muebles, las ollas y los sartenes. Quitan los accesorios de iluminación, los enchufes eléctricos, el cableado. Toman las puertas y ventanas, y los marcos de madera o metal que los mantienen en su lugar.

La madera podría quemarse por calor o como combustible para cocinar. El resto lo negocian o lo venden al chatarrero, quien se lo vende a otra persona que lo derrite. Algunos de ellos, sin duda, buscan beneficiarse de la desgracia de otras personas. Pero la mayoría, me imagino, están tan desesperados como aquellos que huyen, simplemente haciendo lo que pueden para sobrevivir.

Incluso en su estado actual, Hani, tu casa en Homs es mucho mejor que el lugar donde vivías cuando nos conocimos hace cinco inviernos. ¿Recuerdas ese albergue improvisado en Líbano, envuelto en lonas de plástico, con solo la estufa de leña para mantenerte caliente? Tu madre nos sirvió té, y luego nos quedamos afuera y miramos a Siria, esa cordillera nevada tan cerca, a la que podríamos haber caminado en una o dos horas.

Pensé en entrar en tu antigua casa, pensando que podría encontrar algo que dejaste atrás: un objeto que una vez atesoraste o un objeto cotidiano que podría darte como recuerdo. Entonces recordé cómo te habías asegurado de tomar lo más importante antes de huir: tus certificados escolares, que te permiten continuar tu educación en el exilio.

Hani y su hermano Ashraf afuera de su albergue en el Valle de Bekaa en Líbano en marzo de 2014.

Al final, nunca pasé el umbral. He hecho suficiente entrenamiento de seguridad para saber que podría haber daños estructurales o explosivos vivos en el interior, como el mortero que mis colegas y yo encontramos unas horas antes. O tal vez solo pise un clavo oxidado. Pero sobre todo se sentía mal, como asomarse a los escombros después de un horrible accidente.

Es en esta época del año nuevamente cuando los medios nos recuerdan que el conflicto en Siria comenzó el 15 de marzo de 2011, pero ambos sabemos que las guerras rara vez comienzan o terminan con tanta precisión. También sabemos que esta fecha tiene otro significado para tu familia: es el día en que nació tu hermano menor. Es asombroso lo rápido y lo lento que han pasado estos ocho años. Cuánto dolor le han traído a tu familia, y también algo de alegría.

Hani, por favor, deséale a Ashraf un feliz octavo cumpleaños de mi parte. Y antes de que apague sus velas, recuérdale que pida un deseo propio. El mayor deseo que pueda imaginar. Y pide uno para ti también.


Christopher Reardon es Jefe de Contenido Multimedia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Él y su equipo han seguido la historia de Hani desde 2013. Esta carta abierta también fue publicada en We the People

Escucha la entrevista con Hani y Chris en "The Current" de CBC, disponible en inglés.