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Refugiada rohingya y mujeres bangladesíes tejen un futuro mejor

Historias

Refugiada rohingya y mujeres bangladesíes tejen un futuro mejor

Un programa de formación promueve la autosuficiencia y aspira a transformar la vida de las mujeres en zonas rurales en el sudeste de Bangladesh.
16 Abril 2019 Disponible también en:
La refugiada rohingya Mushida tiene a su hija Sharmin en brazos mientras aprende a bordar en el campamento de refugiados de Kutupalong.

En un centro de mujeres con cubierta de bambú en Kutupalong, más de una docena de refugiadas rohingya se apiñan sentadas sobre esterillas, tan concentradas en su labor de costura que apenas se siente un sonido.

Solo los murmullos de ánimo de la formadora que comprueba su progreso rompen el silencio de las atentas mujeres.

Se trata en su mayoría de viudas y de otras mujeres que ejercen solas de cabeza de familia. Oscilan entre los 18 y los 40 años y casi ninguna había aprendido antes a coser. Tras pocas semanas como partícipes de un innovador programa de formación, ahora trabajan en unos delicados bordados con diseños florales para los que usan una combinación de diferentes puntos e hilos coloridos.

Mushida, de 26 años y que trabaja bajo la curiosa mirada de su hija Sharmin, de dos años, lleva mucho tiempo esperando una oportunidad así: “Mi marido no consigue dar con ningún modo para ganar dinero aquí y tenemos muchos problemas”.

“Estoy muy feliz de formar parte de esto”, añade. “Confío en que el futuro será mejor”.

“Puedo mejorar mi habilidad, ganar y dinero y aportar ingresos estables para mi familia”.

El programa de formación de habilidades nace a partir de una colaboración entre ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y la Fundación Ayesha Abed, la sección humanitaria de BRAC, la organización no gubernamental más grande del mundo. Presta apoyo a personas refugiadas rohingya que han huido de la violencia en Myanmar así como a mujeres bangladesíes en las zonas rurales que las acogen, con la esperanza de que todas consigan una mayor autosuficiencia a través de la producción de artesanía.

Gulbahar es una viuda rohingya de 40 años con dos hijos que también participa en este proyecto. “Antes del proyecto plantaba algunos vegetales alrededor de nuestro cobertizo, como cebollas, que me ayudaban a alimentar a la familia”, nos cuenta. “La vida era una dura lucha. No tenía mucha esperanza”. La formación de habilidades ha ayudado a Gulbahar a ganar confianza en sí misma y en el futuro.

En pequeños centros dentro de los asentamientos de refugiados, mujeres rohingya bordan piezas a mano, mientras que en el centro principal de producción de Ukhiya mujeres bangladesíes cosen ropa para niños, niñas, mujeres y hombres, además de menaje de hogar. Las mujeres reciben un pequeño salario durante el período de formación de seis meses.

Gulbahar, una viuda de 40 años y madre de dos hijos, aprende a bordar en un centro para mujeres en el campamento de refugiados de Kutupalong en Bangladesh.

Los productos terminados se venderán en una de las cadenas de tiendas más conocidas de Bangladesh: Aarong, una empresa social lanzada por BRAC hace 40 años. Aarong proporciona una fuente de ingresos a mujeres en zonas rurales; dispone de más de 21 puntos de venta en todo el país y una importante presencia en la venta al por menor en línea.

“El proyecto pretende apoyar tanto a la comunidad de acogida como a las mujeres rohingya, y las pone en contacto con el mercado de consumidores”, explica Subrata Kumar Chakrabarty, oficial de medios de vida de ACNUR basado en Cox’s Bazar. “Se trata de un buen ejemplo de una situación beneficiosa tanto para la comunidad de acogida como para las mujeres rohingya”.

En el centro principal de Ukhiya, en un edificio recién remodelado, filas de mujeres bangladesíes trabajan con sus máquinas de coser en la elaboración de túnicas femeninas. En otra sala, aprendices descubren las destrezas de la xilografía y la serigrafía.

“Se trata de un buen ejemplo de una situación beneficiosa tanto para la comunidad de acogida como para las mujeres rohingya”.

El centro está bien equipado y el ambiente es de seriedad y gran eficacia. Milon Kumar Karmaker, gestor de proyectos en la Fundación Ayesha Abed, nos cuenta que el programa pretende dar apoyo a las mujeres en zonas rurales y a las refugiadas que luchan para sobrevivir en un área que brinda pocas oportunidades.

“Esta es una de las regiones más pobres de Bangladesh. Los ingresos que generan los maridos no son suficientes para mantener a sus familias y aquí hay muy pocas opciones de empleo para mujeres”, dice.

Para Renumaru Begum, de 29 años, mantener a sus dos hijas ha supuesto una lucha diaria. Toda la familia depende de su sostén y dice que el programa ha sido una ayuda fundamental.

“Mi marido no está con nosotros, así que tengo que trabajar y cuidar de mis dos niñas, por lo que para mí es muy importante encontrar una fuente de ingresos”, nos cuenta. “Existen gastos a los que tengo que hacer frente para enviarlas a la escuela”.

Ganaba algo de dinero cosiendo desde casa, pero apenas consiguió que le hicieran un par de encargos. “Estoy muy feliz de tener esta oportunidad”, dice, “Hace más fácil la lucha. Puedo mejorar mi habilidad, ganar dinero y aportar ingresos estables para mi familia”.

Tras completar los seis meses de formación, Ranumaru espera poder conseguir un trabajo fijo que le permita mantener adecuadamente a su familia.

En otras zonas de Cox’s Bazar y en los campamentos de refugiados se están abriendo otros dieciocho subcentros más pequeños.

El objetivo es que al término del primer año se haya dado formación a 500 mujeres, la mitad de ellas refugiadas. Si el proyecto tiene éxito, se espera poder dar formación a cientos más.