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Discurso de apertura en la 72ª Sesión del Comité Ejecutivo del Programa del Alto Comisionado

Declaraciones y discursos

Discurso de apertura en la 72ª Sesión del Comité Ejecutivo del Programa del Alto Comisionado

4 Octubre 2021
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Sr. Vicepresidente, estimado Salim,

señoras y señores,

También en nombre de la Alta Comisionada Adjunta, los Altos Comisionados Auxiliares, nuestros directores y compañeros: sean bienvenidos al Comité Ejecutivo.

No estaría siendo meticuloso si no comenzara enviando mis deseos de una pronta recuperación a nuestra Presidenta, la Embajadora Farani Azevêdo, para que se mejore y vuelva a estar al pie del cañón lo antes posible.

Señoras y señores: estamos viviendo un período difícil en el que todos los días surgen o empeoran múltiples crisis.

Lo vemos con la COVID-19, que no ha perdonado un solo rincón del planeta y ha puesto de manifiesto con crudeza la interconexión entre personas. La salud de una persona en el otro extremo del mundo afecta a mi salud. Y sin embargo, aun sabiendo que es en nuestro mejor interés, no hemos sido capaces de compartir realmente las vacunas.

Lo vemos en la emergencia climática, donde nuestras elecciones personales, nuestros hábitos como individuos y comunidades, nuestro consumo y la producción para alimentar un apetito insaciable y creciente están destruyendo el planeta que compartimos. Y sin embargo, a pesar de la urgencia, no vemos acciones suficientes.

Todos nosotros –en especial desde ACNUR– lo vemos en un mundo en el que las personas luchan entre sí: ¿y a qué precio, en especial para mujeres, niños y niñas? ¿Cómo podemos aceptar que todos los días se mutile a niños, se viole a mujeres, se obligue a huir a familias, y no por caso fortuito sino a punta de pistola? Una decisión consciente de disparar, bombardear, destruir, desplazar… con efectos que hacen trizas comunidades, países y regiones.

Es evidente que vamos en la dirección equivocada. Todos los indicadores nos dicen que debemos cooperar para prevenirlo. Sin embargo, parece que no podemos –o, quizás, no queremos– abandonar los caminos que hemos estado transitando. Prevalecen las políticas egoístas. El enfoque basado en el “yo primero, mi país primero” ha sido estupendo para ganar elecciones pero catastrófico para la elaboración de respuestas eficaces y globales ante amenazas mundiales, y hoy socava los ideales mismos que se consagran en la Carta de las Naciones Unidas con objeto de mejorar las vidas de “nosotros, los pueblos”.

Desde nuestra atalaya –la del desplazamiento forzado y las crisis humanitarias y de refugiados– vemos y sentimos a diario las consecuencias humanas que estas acciones (u omisiones) tienen para millones de personas desarraigadas y para las comunidades que las acogen: esas a las que marginan, estigmatizan y excluyen quienes blanden los eslóganes del “yo primero, mi país primero”.

Desde nuestra perspectiva tan particular, vemos cómo la incapacidad de gestionar la pandemia de manera equitativa ha dividido el mundo entre personas vacunadas y personas expuestas, lo cual tiene consecuencias desastrosas para quienes viven en los márgenes sociales. Las personas que trabajan en sectores informales, como es el caso de los refugiados, fueron las primeras en perder sus empleos y vieron cómo se disparaban las tasas de pobreza. Las mujeres son las que más sufren: cada vez se reportan más casos de violencia de género e innumerables niñas son incapaces de regresar a la escuela. En el Líbano, por ejemplo, en torno al 55% de las personas refugiadas vivía bajo el umbral de la pobreza extrema antes de la llegada de la pandemia. Ahora son en torno al 90%, y el 45% de sus huéspedes libaneses han caído también bajo el umbral de la pobreza.

Desde nuestra perspectiva vemos también algunas de las consecuencias dramáticas que se desprenden de décadas de inacción para abordar la emergencia climática, así como el solapamiento múltiple y creciente entre cambio climático y desplazamiento forzado. Cerca del 90% de las personas refugiadas bajo el mandato de ACNUR y del 70% de las personas desplazadas internas proceden de los países más vulnerables a la emergencia climática.

Y, por supuesto, vemos cómo los conflictos sin control y sin resolver provocan un aumento devastador del número mundial de personas desplazadas por la fuerza: un número que se ha multiplicado por dos en los últimos diez años. Como hemos oído en el vídeo, un millón de niños han nacido en el exilio solo en los últimos tres años, y a muchas otras personas que se acercan al otro extremo del viaje de la vida se les niega una dignidad tan sencilla como poder morir en su casa.

De continuar las tendencias por falta de mejores esfuerzos de resolución de conflictos, me temo que la interrogante no será si la cifra de personas desplazadas por la fuerza llegará a 100 millones, sino cuándo lo hará.

Sr. Vicepresidente:

Permítame que continúe un momento con los conflictos, puesto que siguen siendo nuestro mayor problema. La incapacidad de lograr la paz y alcanzar soluciones agrava la difícil situación de las personas desplazadas.

Millones de personas afganas llevan más de 40 años desarraigadas, y los últimos acontecimientos han creado nuevos desafíos. Visité Afganistán apenas el mes pasado. Ya me han escuchado decir (a mí y a muchas otras personas en comunidades de ayuda) que este es el momento de movilizar una asistencia humanitaria incondicional y de gran envergadura, de inmediato; y que, mientras tanto, es preciso encontrar pronto soluciones que eviten una implosión de los servicios públicos y de la economía, al tiempo que se entabla un contacto constructivo con los talibanes en cuestiones clave en materia de derechos, incluidos los derechos de las mujeres y de las minorías. La incapacidad de implantar estas soluciones con urgencia (y hablo de semanas, no mucho más) supondrá un agravamiento de la crisis. Aunque suelo ser prudente al hacer predicciones sobre movimientos poblacionales, creo que un deterioro de este tipo inevitablemente provocará grandes olas de desplazamiento interno y, quizás, externo.

Comparto la profunda preocupación de los países vecinos en este sentido; especialmente de Irán y Pakistán, cuya hospitalidad con el pueblo afgano desde hace generaciones se está llevando al límite tras más de cuatro décadas, así como de países más alejados, especialmente Turquía, que ya acoge a más de 300.000 personas refugiadas afganas además de más de 3,5 millones de personas refugiadas sirias. Si bien sigo contando con la generosidad y el apoyo de estos países en caso de que se produzcan nuevos movimientos de población, hoy me uno a ellos en su llamamiento para hacer todo lo posible para evitar que se produzca otra crisis masiva de refugiados afganos y para asegurar que los países de acogida reciban más asistencia internacional para reforzar sus respuestas y su preparación.

Otros dos ejemplos nos muestran cómo los conflictos no resueltos magnifican las situaciones de desplazamiento forzado y desafían la capacidad de las organizaciones humanitarias.

Si los complejos vínculos existentes entre desarrollo, buena gobernanza, acción climática y seguridad no se abordan de manera simultánea al tiempo que se incrementa la asistencia humanitaria, los pueblos del Sahel central seguirán padeciendo las graves consecuencias de una crisis creciente que también incluye desplazamiento forzado.

Si las partes involucradas en el conflicto en Etiopía optan por no abandonar una confrontación militar inútil y devastadora en lugar de dar prioridad a las negociaciones políticas, la crisis humanitaria en Tigray y en otras regiones se saldrá de control y el desplazamiento forzado aumentará dentro y fuera del país en un contexto en el que el personal de ayuda se enfrenta cada vez a más obstáculos y dificultades inaceptables, como lo demuestran las recientes expulsiones.

En otros lugares, la ausencia de soluciones hace que los civiles queden atrapados por el conflicto, en una situación desesperada que la ayuda humanitaria puede aliviar pero no resolver, como sucede el Yemen o en las provincias orientales de la República Democrática del Congo.

Sr. Vicepresidente:

En lugar de dar refugio a las personas que huyen de guerras en cuyas causas nada tienen que ver, en algunas partes del mundo estamos viendo rechazo: en forma de muros y de rechazo violento en las fronteras; en la negativa de los países poderosos a rescatar a personas en el mar; en leyes cada vez más restrictivas; en más detención, entre otros de niños y niñas, y en una peligrosa retórica xenófoba. En este sentido estoy muy preocupado por las propuestas para externalizar o tercerizar las obligaciones de asilo a otros países, lo cual contraviene los compromisos básicos de responsabilidad compartida. Y observamos otras tendencias preocupantes que ponen vidas inocentes en situación de riesgo, incluidos casos en los que los Estados promueven que las personas refugiadas y migrantes se trasladen a otros países por vías peligrosas por fines meramente políticos que nada tienen que ver con protección.

No me malinterpreten. Comprendo que los llamados “movimientos mixtos” son fenómenos tremendamente complejos (como vemos de primera mano en lugares como Libia o Centroamérica), y que los Estados pueden –y deben– gestionar sus fronteras. Pero el rechazo indiscriminado de personas que cruzan fronteras, incluso cuando lo hacen por razones de seguridad o salud pública, es incompatible con la Convención sobre los Refugiados de 1951 y con el derecho internacional. Las fronteras bien gestionadas y el acceso al asilo no son incompatibles, sino todo lo contrario.  La buena gestión no impide que se reciban solicitudes de asilo en un sistema justo y eficiente ni que las personas que requieren protección internacional sean admitidas o reciban ayuda. Y las que no requieren protección internacional ni merecen otras consideraciones humanitarias pueden ser devueltas respetando plenamente sus derechos humanos y su dignidad.

Es complicado, pero no es imposible. Hay buenas opciones sobre la mesa. El Pacto propuesto por la Comisión Europea presenta un marco para los Estados Miembros de la Unión Europea acerca de la gestión de flujos de personas refugiadas y movimientos mixtos. Ciertamente no es perfecto y precisará de un compromiso constructivo, pero es posible que sea la última oportunidad para que Europa acuerde un sistema común.

También es importante entablar esa conversación por lo que respecta a los movimientos desde y dentro de Centroamérica y México. Nuestra plataforma regional MIRPS ofrece un foro para elaborar respuestas y buscar soluciones, y quiero agradecer a los Estados que participan en ella y le muestran su apoyo; entretanto, continuamos con nuestro firme compromiso con los países de la región, entre ellos los Estados Unidos, para reforzar los sistemas de asilo y facilitar el acceso a los mismos, estabilizar los flujos de desplazamiento, crear vías legales y asegurar que se concede protección internacional a todo aquel que la necesite.

Sr. Vicepresidente:

En años anteriores he informado sobre nuestros esfuerzos por buscar soluciones incluso cuando se sigue trabajando en el establecimiento de la paz. Este esfuerzo es importante también por lo que respecta a la enorme responsabilidad que las comunidades de acogida siguen asumiendo en la protección y asistencia a las personas refugiadas; tal es el caso, por ejemplo, de los refugiados rohingya en Bangladesh, los refugiados burundeses en Tanzanía y otros países, o los refugiados somalíes en Kenia y otros lugares. Es preciso combinar un mayor apoyo a los países de acogida con un redoblado esfuerzo para encontrar soluciones justas, dignas y duraderas en origen: en estos casos, en Myanmar, Burundi y Somalia.

Otro ejemplo es el de las personas refugiadas a causa de la crisis siria. Muchos refugiados nos cuentan que no se sienten listos para regresar, pero algunos –además de la mayoría de las personas desplazadas– ya han regresado o cuentan con hacerlo a sus zonas de origen en Siria, donde el apoyo que reciben es mínimo. Otros dudan si regresar porque no quieren devolver a sus familias a una situación de pobreza y privaciones. Comprendo la complejidad política, pero quisiera reiterar mi llamamiento por una mayor asistencia humanitaria y un mayor apoyo para la prestación de servicios e infraestructuras críticos dentro de Siria, tales como salud y educación, para las personas que regresan y para sus comunidades. Y seguiremos trabajando con el Gobierno de Siria para ayudar a retirar otros obstáculos al retorno, entre otros en ámbitos vitales como seguridad y derechos. Entretanto, no puedo destacar lo suficiente la importancia de que los donantes mantengan el rumbo de su apoyo a la población refugiada y las comunidades de acogida con objeto de mejorar sus vidas y facilitar la generosidad continuada de los países que llevan más de una década acogiendo y protegiendo a personas procedentes de Siria, en especial Turquía, Jordania, el Líbano, Iraq y Egipto.

En algunos contextos se han producido grandes avances. Es el caso de Sudán del Sur y Sudán donde, a pesar de que la situación sigue siendo delicada, gracias al liderazgo de ambos gobiernos y de la IGAD, unido al apoyo del Banco Mundial y la Unión Europea entre otros, estamos incrementando nuestra repuesta para posibilitar soluciones para más de siete millones de personas refugiadas y desplazadas en y desde estos dos países; retorno voluntario, pero en ocasiones también integración local. Hace poco tuve la oportunidad de visitar Juba y Jartum y me alegró mucho observar el compromiso de ambos gobiernos para avanzar en soluciones, tal y como se contempla en los correspondientes acuerdos de paz; este compromiso se ha traducido ya en una estrategia nacional que ahora se debe ampliar a los Estados de la región y a otros socios y donantes.

En otros lugares hemos promovido soluciones temporales para países de asilo a la espera de repatriación voluntaria u otros resultados permanentes. Es posible que estén limitadas en el tiempo, pero posibilitan protección y dignidad en el exilio, refuerzan la cohesión social con las comunidades de acogida y proporcionan estabilidad y oportunidades.

Precisamente eso es lo que hizo tan ejemplar la decisión de Colombia de otorgar un estatuto de protección temporal a más de 1,7 millones de personas procedentes de Venezuela. Aunque los beneficios resultan obvios para la población venezolana en Colombia (derecho de permanencia, trabajo, acceso a servicios sociales como educación y sanidad), el Gobierno de Colombia puso también de manifiesto los beneficios para el Estado en cuestión de seguridad y para la economía nacional. Resulta enormemente alentador que otros países de la región estén trabajando ahora para regularizar y ofrecer protección temporal a personas refugiadas y migrantes procedentes de Venezuela: Argentina, Brasil, Costa Rica Ecuador, Estados Unidos, Perú, República Dominicana y Uruguay.  Entretanto, la OIM y ACNUR siguen brindando apoyo a estos y otros países de acogida a través de una plataforma que ya reúne a más de 300 socios y en colaboración cada vez mayor con instituciones financieras internacionales.

Puede sonar paradójico (aunque yo no creo que lo sea) que esté defendiendo tan enérgicamente soluciones para el desplazamiento forzado en un tiempo de múltiples crisis. De hecho, me congratula que el informe del Panel de Alto Nivel del Secretario General sobre los Desplazamientos Internos tenga un especial énfasis en las soluciones. Se trata de oportunidades en lugares como Colombia, Mozambique e Iraq. ACNUR está dispuesto a aportar su experiencia y sus recursos para la consecución de este importante objetivo.

No debemos olvidar el reasentamiento: otra solución que se ha mantenido en niveles penosamente bajos en los últimos años. Por esta razón, quisiera dar la bienvenida a la intención de la administración de los Estados Unidos de volver a incrementar su cuota de reasentamiento a 125.000 personas refugiadas a partir del próximo año. También estoy agradecido a todos aquellos que mantuvieron el rumbo y conservaron o incrementaron sus programas de reasentamiento, como es el caso de Canadá, Suecia y Noruega. Animo a todos los estados a que incrementen sus cuotas y aceleren las salidas, también como gesto de responsabilidad compartida.

Muchos estados han adoptado otras soluciones en terceros países o “vías alternativas”. Por ejemplo, México e Italia (entre otros) acogen estudiantes y Canadá, atletas. Australia, Reino Unido y otros permiten poner en contacto a trabajadores refugiados cualificados y a empleadores para que puedan acceder a permisos de trabajo.  El Gobierno de los Países Bajos es pionero en el tratamiento remoto de solicitudes de reunificación familiar, lo cual incrementa la capacidad de las personas refugiadas para integrarse y prosperar en sus nuevas comunidades. Mucho más es necesario y posible. Estamos a disposición de aquellos estados que deseen ampliar estas y otras oportunidades beneficiosas tanto para las personas refugiadas como para los países de acogida.

No estaría siendo meticuloso si, al hablar de soluciones, no señalara el progreso en la eliminación de la apatridia, ahora que se celebra el sexagésimo aniversario de la Convención de 1961. Quiero dar una calurosa bienvenida a Islandia y Togo por su acceso a las convenciones, así como al trabajo llevado a cabo por otros estados como Chile, Kenia, Namibia y Uzbekistán para erradicar este problema prevenible que sigue afectando a millones de personas.

Sin embargo, Sr. Vicepresidente, en ultima instancia la mayor oportunidad para adoptar soluciones se presenta cuando se alcanza la paz y los países de origen y asilo colaboran para encontrar soluciones para las personas desplazadas.

Por eso estoy agradecido por el ejemplo que ha dado el Gobierno de Côte d’Ivoire, al igual que los de Ghana, Guinea, Liberia, Malí, Mauritania y Togo, que han demostrado una voluntad política para implantar una hoja de ruta integral para aportar soluciones a los refugiados marfileños, algunos de los cuales llevan décadas desplazados. El objetivo es promover más la repatriación voluntaria y la reintegración de refugiados marfileños y apoyar la adquisición de la residencia permanente (o la naturalización) para aquellos que deseen permanecer en sus países de acogida.

Este esfuerzo regional merece el reconocimiento de toda la comunidad internacional. Sr. Vicepresidente: A la vista de los cambios fundamentales y duraderos que se han producido en Côte d’Ivoire, me complace recomendar el cese general de la condición de refugiado para los refugiados marfileños con efecto a partir del 30 de junio de 2022. Et merci à la Côte d’Ivoire.

Por supuesto, hasta entonces ACNUR seguirá al lado de los marfileños y reforzará su apoyo a los estados de la región en la implementación de la estrategia de soluciones y las cláusulas de cesación, entre otras cosas para ayudarlos a garantizar que se pone a disposición la documentación necesaria. Recomiendo un apoyo sólido de los donantes, también de los actores del desarrollo, para todos los países implicados.

Sr. Vicepresidente:

El Pacto Mundial sobre los Refugiados fue un momento crítico en el impulso de ayudas nuevas y adicionales para las personas refugiadas y quienes las acogen. Desde entonces hemos visto cómo el enfoque “que implica a toda la sociedad” daba sus frutos en una serie de ámbitos, como los más de 1.400 compromisos que se formalizaron en el Foro Mundial sobre los Refugiados de 2019, de los cuales haremos balance en la Reunión del Funcionariado de Alto Nivel de diciembre.

El Foro ha arrojado muchos otros resultados positivos. Por ejemplo, las tres plataformas regionales (El MIRPS, que ya he mencionado, la Estrategia para Solucionar la Situación de los Refugiados Afganos y la Plataformas de Apoyo de la IGAD en África Oriental y el Cuerno de África) han demostrado ser útiles para adoptar un enfoque regional ante las respuestas para los refugiados y la búsqueda de soluciones (también en tiempos de crisis, como en Afganistán). Pronto se les unirá una cuarta plataforma que estamos preparando para abordar la situación de desplazamiento relativa a la República Centroafricana.

Lo que es más importante, y sin duda consecuencia del Pacto Mundial sobre los Refugiados, es que el desplazamiento aparece con más fuerza en la agenda del desarrollo. La inclusión de personas refugiadas en los programas e intervenciones de las organizaciones de desarrollo es cada vez más relevante para cumplir con sus mandatos de crecimiento económico y reducción de la pobreza. Esto tiene importantes consecuencias para nuestro trabajo, ya que los actores del desarrollo desempeñan un papel cada vez más importante en la cobertura de las necesidades a medio y largo plazo de la población refugiada y las comunidades de acogida, algo que la asistencia humanitaria por sí sola no está bien preparada para afrontar. También nos ha ayudado a mejorar la recolección de datos y el análisis basado en pruebas de las tendencias en desplazamiento forzado a través del centro de datos conjunto establecido en colaboración con el Banco Mundial.

Esta cooperación ha resultado beneficiosa para la agenda de la inclusión, una pieza clave del Pacto Mundial y un factor clave de los compromisos adoptados en el Foro. Los gobiernos que aceptaron recibir asistencia para el desarrollo relacionada con el desplazamiento han podido incluir mejor a las personas refugiadas en sus programas y servicios nacionales mientras se encuentran soluciones duraderas. Por su parte, en vista de que fomentan el desarrollo de infraestructura en áreas alejadas, la cual permanecerá ahí aunque las personas refugiadas vuelvan a casa, tales inversiones han mejorado las condiciones de vida no solo de las personas refugiadas (sobre todo en crisis de larga duración), sino también de las comunidades de acogida.

Solo el Banco Mundial ha comprometido más de 4.000 millones USD en las rondas AIF-18 y 19. El Banco Interamericano de Desarrollo ha aportado importantes recursos en apoyo de aquellos países que acogen a personas venezolanas. Los Bancos Africano y Asiático de Desarrollo están comprometidos con el apoyo a países de acogida de personas refugiadas en sus respectivas zonas geográficas.

Hay que aclarar que se trata de recursos adicionales que complementan la asistencia humanitaria y las importantes intervenciones de nuestros asociados de Naciones Unidas para reforzar la resiliencia de las poblaciones desplazadas (como la ayuda alimentaria para personas refugiadas del PMA o el Plan para la acción conjunta con UNICEF). No van en detrimento de la ayuda al desarrollo destinada a ningún país concreto. Aquí quiero hacer un ruego especial a los actores del desarrollo: por favor, incrementen la proporción de subvenciones disponibles para los países de acogida de personas refugiadas –como ya hizo el Banco Mundial– para que se pueda incluir a las comunidades de acogida y las personas refugiadas en los paquetes de apoyo socioeconómico. Ambas partes han sufrido las consecuencias de la COVID-19 y necesitan apoyo para serles de ayuda y proteger la cohesión social.

Otro hecho destacado, que también procede de diversos modos de los esfuerzos llevados a cabo a través del Pacto Mundial y del Foro, es el crecimiento sin precedentes del apoyo del sector privado y de personas particulares a pesar de los desafíos planteados por la COVID-19. No solo nos beneficiamos cada vez más de la experiencia y el conocimiento técnico de las empresas, sino que el año pasado en torno al 11% de nuestros ingresos procedieron de donantes privados, superando los 535 millones USD. El número de personas particulares que realizó una donación a ACNUR se ha doblado desde 2015 y se acerca ya a los tres millones de donantes. Se trata de una extraordinaria muestra de solidaridad y también de un claro mensaje para los gobiernos: ¡a muchos de sus ciudadanos y sus votantes les preocupan las personas refugiadas!

Esta importante financiación complementa la de los gobiernos que han seguido dando su ayuda a ACNUR. El año pasado alcanzamos un volumen total de ingresos sin precedentes de casi 5.000 millones USD, por lo cual quisiera dar las gracias especialmente a nuestros principales donantes: ante todo los Estados Unidos de América, así como la Comisión Europea y Alemania, además de aquellos donantes que siguen contribuyendo fielmente con donaciones no asignadas a fines específicos.

Existen otros ejemplos destacados de éxitos relacionados con el Foro. Por ejemplo, estados, actores del desarrollo, instituciones educativas y otros asociados han unido su empeño para apoyar el acceso de las personas refugiadas a la educación terciaria. Me complace especialmente informarles de que, a pesar de la pandemia, hemos experimentado un incremento desde el 1% –tan solo un 1%– de jóvenes refugiadas y refugiados matriculados en educación superior, a un 5% en 2021. Aunque todavía estamos lejos de nuestro objetivo de un 15% de matriculados, este rápido incremento no solo nos muestra lo rápido que se puede alcanzar el objetivo a través de asociaciones, sino también por qué no debemos perder el impulso en las inversiones en educación para personas refugiadas.

Sr. Vicepresidente:

Mientras hemos dado respuesta a la COVID-19 y a las consecuencias de conflictos, no hemos cejado en nuestro empeño de dar mejor respuesta y prepararnos para la que será una inevitable causa del aumento del desplazamiento: la emergencia climática.

Durante años hemos sido testigos del desplazamiento climático. No solo causado por sucesos climatológicos extremos como inundaciones o ciclones, sino también por la desertificación, la producción agrícola reducida o errática y otros sucesos que provocan tensiones –y a menudo conflictos– por los recursos escasos, con consecuencias predecibles para quienes menos perjuicio han causado al planeta y que, sin embargo, son los que pagan el precio más alto.

Con objeto de estructurar mejor nuestro compromiso, ACNUR publicó en abril su primer Marco Estratégico para la Acción Climática, que se organiza en torno a tres pilares:

Primero, apoyar a los países con leyes y políticas sobre desplazamiento relacionado con el clima.

Segundo, reforzar las operaciones tanto para dar respuesta a los efectos adversos del cambio climático (a través de respuestas más respetuosas con el medio ambiente que al mismo tiempo ayuden a las personas desplazadas y a las que las acogen a resistir las crisis climáticas), como para garantizar una mejor anticipación y preparación de cara a futuros movimientos de población causados por el clima.

Y tercero, reducir nuestra propia huella de carbono.

Los trabajos ya están en marcha. Por ejemplo, estamos contribuyendo a las labores de reforestación en Camerún, Etiopía y Bangladesh.  Utilizamos nuevas soluciones de alojamiento que son mejores para el medio ambiente y más adecuadas a las preferencias locales y a la adquisición local, como en Yemen –un proyecto en el que hemos colaborado con los ganadores del Premio Nansen de este año– y en Bangladesh. Hemos ampliado nuestras soluciones solares para comprobar, por ejemplo, que los costes iniciales para remplazar pozos petroleros por energía fotovoltaica en Chad se recuperarán en forma de ahorros en costos de diésel en tan solo un año y medio. Utilizamos nuevas tecnologías predictivas para prepararnos mejor nosotros y al sistema de ayuda en su conjunto de cara a desplazamientos futuros, como en el Sahel.

También estamos tomando medidas innovadoras para reducir nuestras propias emisiones y colaboramos con el sector privado para suministrar energía limpia y barata a nuestras oficinas. Gracias a la Agencia Sueca Internacional de Cooperación al Desarrollo (SIDA) y al Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ) hemos establecido un innovador Mecanismo de Financiación Verde (Green Financing Facility) un 60% más eficiente que las subvenciones tradicionales para facilitar la transición a energías renovables. Esto nos permitirá alcanzar nuestro ambicioso objetivo de que todas nuestras 530 oficinas de campo hayan cambiado a energía limpia en 2030. También remplazaremos gran parte de nuestra flota de 6.000 vehículos por automóviles eléctricos para ese mismo año. Quiero animar encarecidamente a otros donantes a que se unan a este esfuerzo.

Sr. Vicepresidente:

Hemos seguido centrándonos también en cuestiones internas, entre otras y de manera prioritaria las referentes a la integridad. La lucha contra explotación y abusos sexuales sigue siendo fundamental para ACNUR y para mí a nivel personal, como lo es erradicar el acoso sexual. Forman parte de una discusión más amplia en el seno de ACNUR en relación con otras dinámicas importantes que rodean nuestros esfuerzos por alcanzar la paridad de géneros, promover la diversidad y la inclusión entre nuestro personal y evitar cualquier forma de racismo y discriminación.

Si bien la regionalización ha sido un componente muy visible de nuestra transformación, con el traslado de burós geográficos a sus respectivas regiones justo antes del comienzo de la pandemia, también se ha trabajado mucho en reformar procesos y sistemas que son fundamentales para una descentralización eficiente y unas operaciones eficaces.

Así pues, la toma de decisiones se está descentralizando y acercando todo lo posible a los lugares de ejecución.

Una serie de interfaces mejoradas vincularán recursos humanos, finanzas y otros sistemas para dar mejor apoyo a las operaciones. Otras reformas están reduciendo paulatinamente el tiempo que el personal de ACNUR y nuestros socios, especialmente ONG, dedican a trámites burocráticos, para poder así centrarse en su trabajo sustantivo.

La transformación digital y de datos de ACNUR es un esfuerzo “de toda la organización” que ayuda a informar la toma de decisiones también como parte de los procedimientos mejorados de planificación y presupuestos, que ahora se impulsan desde el terreno y hacia arriba para asegurar mejores conexiones entre la asignación de recursos y su impacto.

Esto me lleva a mi último punto.

Hace casi cinco años puse en marcha las cinco Direcciones Estratégicas de ACNUR: proteger, responder, empoderar, incluir y resolver. Han ayudado a expresar con más claridad el modo en que cumplimos con nuestro mandato.

Su duración inicial abarca hasta finales de 2021. Siguen siendo efectivas para definir la implantación del mandato, por lo que vamos a renovarlas por cinco años más en un documento que pretendemos publicar antes de que acabe el año. Sin embargo, la evolución de los desafíos actuales exige mayores inversiones en una serie de áreas específicas que describiremos en el mismo documento y que nos ayudarán a guiar mejor nuestra planificación, presupuestos, supervisión e información. Nos pondremos en contacto con ustedes y con otros socios para seguir discutiendo este tema.

Sr. Vicepresidente, señoras y señores,

Como sabe, ACNUR está acostumbrado a trabajar en situaciones de crisis. A lo largo de nuestros 70 años de existencia hemos estado en primera línea de numerosas emergencias, al lado de las personas refugiadas, desplazadas, apátridas. Siempre nos hemos esforzado por protegerlas y ayudarlas, y por encontrar soluciones para sus predicamentos.

Me gustaría rendir un homenaje a todos los compañeros y compañeras de ACNUR, pasados y presentes, que han dado tanto por este servicio. A menudo lo han hecho con grandes sacrificios: en los últimos meses hemos tenido que lamentar la trágica pérdida de 18 compañeros y compañeras solo por causa de la COVID-19. Y por supuesto no estaría siendo meticuloso si no incluyera en este tributo a nuestros socios más estrechos que trabajan para agencias de las Naciones Unidas, el movimiento de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, ONG nacionales e internacionales, y en especial a un plantel cada vez mayor de organizaciones comunitarias a menudo dirigidas por mujeres y por personas refugiadas. A pesar de los desafíos actuales, gracias a su apoyo no nos desviaremos de nuestra misión y de nuestro objetivo último de prevenir el desplazamiento y ayudar a que las personas desplazadas puedan volver a sus hogares o levantar otros nuevos.

Como dije al principio, enfrentamos retos terroríficos. A veces nos sentimos impotentes y acorralados. Pero no debemos dejarnos llevar por la desesperanza, sino dejarnos inspirar por la valentía y la resiliencia que continúan mostrando las personas desarraigadas: piensen en los y las atletas refugiados que superaron todas las adversidades y han competido en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio; piensen en los sacrificios que hacen los padres en el exilio para dar una educación a sus hijas e hijos; piensen en las madres desplazadas que a menudo arriesgan sus propias vidas para proteger a sus bebés en la huida.

Son ejemplos vivos de por qué no debemos darnos por vencidos, por qué debemos hacer frente a los retos que supone el desplazamiento forzado (y muchos otros retos a nivel mundial), con paciencia, persistencia y de manera sistemática; como dice la Carta de las Naciones Unidas, “mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos”.

No es posible hacerlo por nuestra cuenta. Debemos hacerlo en conjunto, ¡en colectivo!, con valentía y humildad, con un verdadero espíritu de solidaridad, anteponiendo el bien común a consideraciones individuales y nacionales; solo así tendremos la oportunidad de triunfar.

Gracias.