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Aprendió fontanería por casualidad en Jordania y ahora enseña a un grupo de mujeres refugiadas sirias

Historias

Aprendió fontanería por casualidad en Jordania y ahora enseña a un grupo de mujeres refugiadas sirias

Después de que un fallo de traducción hiciera que se apuntase a un curso de fontanería, el grupo de mujeres que ha formado Safaa, casi todas refugiadas sirias, arregla grifos que gotean y cuestiona estereotipos.
18 October 2019
Safaa (izquierda), fontanera jordana, enseña a la alumna y refugiada siria Buthayna en Irbid, Jordania.

Safaa había sido diseñadora de joyas y, en un ataque de nostalgia, decidió apuntarse a un curso de fundición de oro. Solo cuando llegó al centro donde se impartía el curso, junto con las cuatro amigas a las que había invitado a unirse, se dio cuenta de su error: «sabaka», la palabra árabe que se utiliza para referirse a la fundición de metales, en Jordania significa «fontanería». 


«Estaba estupefacta, y éramos las únicas mujeres en el centro», recuerda. «Di un paso atrás y dije “yo me voy”, pero mis amigas me animaron a quedarme». Decidió quedarse cuando se enteró de que el curso lo impartía una mujer de Alemania. «Si ella puede, ¿por qué no vamos a poder nosotras?», se dijo.

Tiene 45 años y doble nacionalidad siria y jordana, aunque ha vivido la mayor parte de su vida en las afueras de la capital siria, Damasco. Pero en 2014, cuando su hogar quedó destrozado y su negocio desvalijado durante la guerra civil que asolaba el país, se marchó junto a su marido y se instaló en la ciudad natal de este, Irbid, al norte de Jordania.

Aunque no es una persona refugiada, igualmente se vio obligada a reconstruir su vida desde cero en una ciudad nueva. Su marido no podía trabajar porque había sufrido un accidente cerebrovascular, así que Safaa decidió apuntarse al curso. Graduada en Bellas Artes, se sintió cada vez más atraída por el diseño de sistemas y la resolución de problemas que se ponen en práctica con la fontanería.

«Intento ayudar a las mujeres a ganar autonomía»

El curso duró dos meses, aunque Safaa admite que tanto ella como sus amigas seguían siendo principiantes cuando lo terminaron. Empezaron a hacer algunas reparaciones en sus casas para adquirir experiencia antes de ayudar a familiares y amigos.

«Al principio tardábamos casi un día entero en arreglar un retrete, luego medio día, y ahora tardamos lo mismo que otros compañeros fontaneros, máximo media hora», nos cuenta.

«Con el tiempo empecé a ampliar mi negocio. Hacía arreglos en las casas de mi zona, y mis amigas en las casas cerca de las suyas. Trabajamos durante casi un año solo para practicar», explica. «Pero luego pensamos… ‘¿Por qué no abrimos nuestro propio negocio? ¿Por qué trabajar gratis?’».

Ahora Safaa tiene un negocio con alcance nacional, además de dirigir el único centro de formación de fontanería dirigido a mujeres en la región. Ha formado a cientos de ellas, y también está dando empleo a 36 fontaneras autónomas, de las cuales más de la mitad son refugiadas sirias.

«Recibimos un salario que nos ayuda a cubrir los gastos diarios».

«Intento ayudar a las mujeres a que logren una autonomía económica y social», explica Safaa. «Muchos de sus maridos han dejado de trabajar, así que para ellas esta formación es útil para generar ingresos para sus familias».

Una de sus aprendices, Buthayna, refugiada siria de 43 años, cuenta que aunque todavía está aprendiendo lo básico, ha encontrado algunos trabajos esporádicos en su barrio y a largo plazo le gustaría dedicarse a la fontanería.  

«La gente siempre dirá que es un trabajo para hombres, pero yo no tengo problema», dice. «Es un salario y nos ayuda con los gastos y la educación de los niños».

Dar oportunidades de empleo y formación a las personas refugiadas es muy importante para impulsar su autosuficiencia y reducir su dependencia de las formas tradicionales de asistencia. Tener acceso a trabajos seguros y decentes les permite satisfacer las necesidades básicas de sus familias y prepararse para el futuro, tanto si regresan a su lugar de origen, como si se quedan en el país de asilo o se reasientan en un tercer país.

La inclusión económica de las personas refugiadas será uno de los temas del Foro Mundial sobre los Refugiados, una reunión de alto nivel que se celebrará en Ginebra en diciembre de 2019. Representantes de los Estados, del sector privado y otros actores anunciarán contribuciones de alto impacto que darán la oportunidad a los refugiados de poner en práctica sus habilidades y seguir desarrollándolas para participar en el crecimiento económico de sus comunidades de acogida.

En Jordania, la participación de las personas refugiadas en el sector agrícola, de la construcción, las manufacturas y la hostelería les ha permitido contribuir a la economía del país.

En cuanto a las reacciones que suscita entre sus clientes cuando llega con sus herramientas, su mono azul de trabajo y el velo, Safaa cuenta que han sido sobre todo positivas y que ha aprendido a ignorar las que no lo son.

«Estoy muy orgullosa de mí misma»

«Las mujeres son las carpinteras, herreras y fontaneras de sus casas, es algo normal; pero si lo hacen en casa de otra persona, entonces se convierte en algo extraño», dice.

«En parte, uno de los motivos por los que he persistido en mi decisión de dedicarme a esto es para cuestionar los estereotipos y romper los tabús, así que estoy muy orgullosa de mí misma y de las mujeres con las que trabajo».

Lejos de ser algo novedoso o una rareza, Safaa está convencida de que, junto con su equipo formado casi exclusivamente por fontaneras, ha encontrado un nicho comercial todavía inexplorado. «Muchas de nuestras clientas prefieren que haya mujeres trabajando en sus casas en lugar de hombres, así que aunque pueda parecer una idea poco común, sí que tiene sentido».

Al preguntarla por sus planes de futuro, muestra orgullosa en su ordenador portátil un prototipo de furgoneta blanca con el logo de su empresa al costado, llena de herramientas y piezas de repuestos. «Ninguna de nosotras tiene coche, así que todavía nos movemos en taxis o en transporte público. Me encantaría tener una furgoneta».

Para Safaa, el proceso que comenzó hace cuatro años por un fallo de traducción hoy se encuentra totalmente finalizado. «La joyería siempre será mi pasión, pero cuando me preguntan a qué me dedico, digo que soy fontanera», afirma Safaa.