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La sequía se une a los problemas de seguridad y fuerza a los somalíes a huir a Etiopía

Historias

La sequía se une a los problemas de seguridad y fuerza a los somalíes a huir a Etiopía

Las malas cosechas, la muerte del ganado y las tentativas de extorsión de Al-Shabab están empujando a miles de agricultores y pastores a abandonar sus tierras en busca de refugio.
20 September 2019

Cuando la sequía mató a la mayoría de las vacas y las cabras de Barwako Noor Abdi hace ocho años, no le quedó más remedio que abandonar su hogar en la árida región de Gedo, en Somalia, y buscar ayuda en otro lugar en un país que lleva sufriendo décadas de inseguridad.


Cuando la siguiente gran sequía volvió a golpear el país en 2016 y 2017, se dio cuenta de que ni siquiera podía vender los animales que habían sobrevivido, porque no había demanda.

Este año las lluvias volvieron a fallar y ya no le quedó más remedio que vender la pequeña parcela de terreno que le quedaba y huir cruzando la frontera con Etiopía.

“No había nada que pudiéramos hacer para sobrevivir”, cuenta esta mujer de 38 años mientras atiende al menor de sus nueve hijos, un bebé que llora pidiendo leche. “Me fui por mis hijos”.

Dados los problemas de seguridad y una sequía que sigue empeorando, más de 5.000 somalíes han buscado refugio en Etiopía en lo que va de año: unas cuatro veces más que el número total de personas que cruzaron la frontera en 2018 en busca de seguridad.

“El río esta seco y no llueve… Al-Shabab nos obliga a producir lo que no teníamos”.

Se espera que más familias huyan hacia el sur de Etiopía en los próximos meses, ya que el Cuerno de África se enfrenta a su peor cosecha desde la hambruna de 2011.

La delicada situación se ve agravada por el grupo militante Al-Shabab, que determina qué cosechas pueden cultivar los agricultores y recauda “impuestos” (extorsiones) a las comunidades rurales que ya tienen importantes dificultades para sobrevivir.

“Hubo un tiempo en que cultivábamos la tierra. El río crecía, el caudal fluía y todos sobrevivíamos”, cuenta Shalle Hassan Abdirahman, que llegó al centro de recepción de ACNUR en Dollo Ado, al este de Etiopía, tras un periplo de tres días desde la región somalí de Bajo Juba.

“Plantábamos maíz, tomates, sésamo y otros productos en la ribera del río. Ahora el río está seco y no llueve. Y lo peor es que Al-Shabab nos obliga a producir lo que no tenemos”, añade.

Este agricultor de 53 años dice que antes cultivaba y vendía tabaco, hasta que Al-Shabab lo prohibió. Pese al descenso de sus ingresos, dice que está sometido a un acoso constante por parte del grupo para que pague un “impuesto” de 1.500 dólares (USD), una cantidad que no se puede permitir.

No es el único. Varias familias somalíes en Dollo Ado cuentan que las comunidades tienen bien que pagar las sumas reclamadas por Al-Shabab, o deben entregar a sus hijos para someterlos a entrenamiento militar. Al igual que muchas personas refugiadas llegadas recientemente, Barwako expresa el miedo a que sus hijos fueran reclutados por la fuerza por Al-Shabab si se hubieran quedado más tiempo en Somalia. 

“Mis hijos están creciendo y corren el riesgo de que se los lleven para convertirlos en combatientes. Por eso me vine aquí: para que puedan ir a la escuela y tener un futuro mejor”, cuenta.

ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, se preocupa cada vez más por el riesgo de desplazamiento de poblaciones como consecuencia de factores ligados al clima, ya sea dentro de sus propios países o más allá de sus fronteras.

El Pacto Mundial sobre los Refugiados, adoptado por una abrumadora mayoría en la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 2018, responde directamente este problema creciente. Reconoce que “el clima, la degradación ambiental y los desastres naturales […] interactúan cada vez más con las causas de los movimientos de refugiados”.

“Estamos recibiendo noticias de nuevas llegadas por pérdidas de ganado y escasez de agua”.

Muhammad Harfoush, oficial de protección en la suboficina de ACNUR en Melkadida, dice que la inseguridad y el empeoramiento de la sequía son factores claros del incremento de las llegadas a Etiopía. “La seguridad sigue siendo la mayor preocupación en Somalia, pero la sequía también está afectando a todo el mundo”.

“Los relatos de los recién llegados dan cuenta de la pérdida de ganado, la escasez de agua y la imposibilidad de desplazarse en busca de agua. La vida se está convirtiendo en todo un desafío”.

El centro de recepción de Dollo Ado se encuentra a solo tres kilómetros de la frontera con Somalia. Con el aumento de las llegadas –a veces hasta 80 personas al día– no hay espacio para alojar a todo el mundo. Familias como la de Shalle acampan sobre camas alineadas contra las paredes externas del centro mientras esperan su registro y reubicación en uno de los cinco campamentos de refugiados de Melkadida.

Otras familias como la de Barwako están alojadas temporalmente en el recinto de una escuela en Bur Amino gestionada por Visión Mundial, uno de los socios de ACNUR.

La escasez de albergues disponibles constituye un desafío de primer orden para ACNUR, que cuenta con habilitar más espacios para acoger al número creciente de personas refugiadas que llegan procedentes de Somalia.

Pese a la masificación en el centro de recepción de Dollo Ado, Shalle siente cierto alivio por haber llegado a Etiopía.

“Estoy durmiendo bien desde que llegué”, cuenta.

Las Naciones Unidas acogerán la Cumbre sobre la Acción Climática de 2019 el 23 de septiembre en Nueva York, con objeto de abordar los desafíos planteados por el cambio climático. ACNUR se adhiere al llamamiento que reclama una acción internacional urgente para prevenir y mitigar el desplazamiento de población provocado por el clima.