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La vida comienza como una entre un millón

Historias

La vida comienza como una entre un millón

Después de viajar desde Líbano en el vientre de su madre, Samar Alzayadi puede declararse con pleno derecho como la "refugiada un millón" en llegar a Europa por mar en 2015.
8 enero 2016
Ahlam descansa con la pequeña Samar horas después de dar a luz.

La edad de Samar Alzayadi se cuenta por horas. Sin embargo, ya ha superado más que la mayoría de la gente en toda una vida. Tiene además la dudosa distinción de haber nacido como la refugiada o inmigrante un millón en llegar a Europa por mar en 2015.


Recostada en su cama de hospital, Ahlam, de 30 años y madre de Samar, relata el peculiar prólogo de la corta existencia de su hija.

Once días antes de su nacimiento, Ahlam empezó su odisea partiendo desde Beirut, Líbano, con su mirada puesta en una nueva vida en Alemania, donde tiene familiares.

"Emprendí el viaje porque he visto muchas cosas malas. Había tenido muchos días malos y decidí correr el riesgo para asegurarme de no tener ninguno más", cuenta Ahlam.

Un voluntario hace señas a una barca llena de refugiados frente a la isla griega de Lesbos.

El 19 de diciembre de 2015, en un avanzado estado de gestación, Ahlam se despidió de su marido, Wasim, quien no consiguió reunir el dinero suficiente para poder pagar su propio viaje. Ahlam viajaría sola, con su hija de seis años, Saher.

"No teníamos otra opción."

Wasim fue alcanzado por un disparo en la pierna en 2011 en Idlib, su ciudad natal, devastada por la guerra.

La familia huyó a Beirut, donde Wasim trabajó como obrero durante cuatro años, pero recientemente el nervio de su pierna dañada se rompió, y se vio obligado a parar de trabajar.

"No podíamos pagar la estancia en Líbano durante más tiempo, pero tampoco podíamos volver a Siria a causa de la guerra. No nos quedaba ninguna otra opción", cuenta Ahlam, mientras acuna a Samar, envuelta en mantas, en su habitación de hospital.

Los problemas económicos de Ahlam son compartidos por cientos de miles de refugiados en el Líbano. Cinco años después del comienzo de la guerra en Siria, los refugiados han agotado sus ahorros, han tenido que vender sus objetos de valor y cada vez les es más difícil encontrar trabajo. Al mismo tiempo, la asistencia humanitaria ha mermado debido a la falta de financiación.

El Líbano es un país pequeño que acoge a más de un millón de refugiados sirios: hay un refugiado por cada cuatro nacionales. Se estima que el 90 por ciento de esos refugiados están endeudándose de forma creciente y que un 70 por ciento vive por debajo del umbral nacional de pobreza en 2015, frente al 50 por ciento del año anterior.

En contraste, Europa acoge a un refugiado o inmigrante por cada 500 ciudadanos, incluso si se tiene en cuenta el flujo de más de un millón de personas que llegaron en 2015 buscando refugio frente a la guerra y la persecución.

Ahlam partió con Saher atravesando Siria, su castigada patria, y dirigiéndose hacia el norte.

El viaje duró dos días. Dormían en el arcén de la carretera, hasta que finalmente lograron alcanzar la frontera turca, que cruzaron a pie, caminando y corriendo durante tres horas.

"Estaba muy cansada y teníamos mucho miedo", dice Ahlam. "Era como jugar al gato y al ratón con la policía. Nos escondíamos, a veces corríamos. Me quería morir, todo el tiempo. Cargaba con dos bolsas y llevaba a mi hija de la mano".

Un voluntario lucha contra las olas mientras llega una balsa con refugiados a la isla griega de Lesbos.

Tomaron un autobús que en 17 horas atravesó Turquía, acabando en la ciudad costera de Izmir.

"Oímos hablar mucho de los naufragios. A todos nos preocupaba."

En 2015, de media, más de 10 personas murieron o desaparecieron cada día mientras intentaban cruzar el Mediterráneo rumbo a Europa.

Una inmensa mayoría estaba huyendo de la guerra y la persecución. Más de un 80 por ciento de los que sobrevivieron al viaje venían de los principales países de procedencia de refugiados.

"Oímos hablar mucho de los naufragios. A todos nos preocupaba", dice Ahlam.

Nerviosa pero impertérrita, y al no contar con ninguna opción legal para llegar a un lugar seguro, Ahlam contactó con traficantes, que subieron a ambas a bordo de una pequeña lancha neumática junto a otras 43 personas. A las 4:30 de la mañana, los arrojaron hacia la oscuridad.

"Era la primera vez que montaba en un barco, pero no podía ver nada", relata.

Su hija Saher se acurrucó y no dijo ni una palabra durante las tres horas y media que tardaron en cruzar la estrecha franja de mar que separa Turquía de la isla griega de Lesbos.

"No parábamos de pensar en que nos ahogaríamos. No pensamos que lo lograríamos".

Su embarcación alcanzó las costas europeas, a salvo, a las 8:15 del 29 de diciembre de 2015, y fue recibida por voluntarios, agencias de ayuda humanitaria y personal de ACNUR, que ayudaron a los pasajeros a deshacerse de su ropa mojada, les ofrecieron tazas de té y les acompañaron a un autobús.

Una trabajadora de ACNUR envuelve con una manta a una niña refugiada, mojada y tiritando de frío. Este grupo de refugiados acaban de llegar a la isla griega de Lesbos.

Shirlene Afshar, oficial de protección en terreno de ACNUR, estaba de guardia aquel día. "Parecía totalmente tranquila y serena, pero me di cuenta de que se encontraba en un avanzado de gestación, en su último trimestre", explica Shirlene.

Sin embargo, la calma de Ahlam escondía un gran problema: el bebé se había dado la vuelta y necesitaría someterse a una cesárea. ACNUR aceleró el registro de Ahlam ante las autoridades y la trasladó rápidamente al hospital, donde dio a luz a una niña a las 15:00.

"Hoy le envié una foto de mi nueva hija"

Samar nació pocas horas después de que su madre desembarcase en Lesbos, tras cruzar la estrecha franja de mar entre Turquía y Grecia.

"Lo primero que quería hacer era decirle a mi marido que había llegado, así que le envié un mensaje por WhatsApp", dice Ahlam, refiriéndose al servicio de mensajería móvil que a menudo usan los refugiados para compartir información a través de países y continentes.

El número de personas desplazadas por guerra y conflictos es el más alto observado en Europa Occidental y Central desde la crisis de los Balcanes, en los años 90.

Ahlam, Saher, y la pequeña Samar están entre el pequeño grupo de llegadas que pueden afirmar ser el número un millón en alcanzar las costas europeas este año.

El número de personas que cruzan el Mediterráneo fue aumentando de forma ininterrumpida desde los 5.500 en enero, hasta alcanzar un pico mensual en octubre, con más de 221.000.

Pero con los conflictos asolando amplias áreas de Oriente Medio y otras regiones, y teniendo en cuenta los pocos pasos dados para facilitar las vías legales de llegada a Europa, ACNUR teme que más personas asuman riesgos similares en 2016.

Ahlam espera que algún día su marido pueda unirse a ella y a su bebé en Europa.

"La reunificación familiar tiene que convertirse en una realidad para más personas."

"La Agencia de la ONU para los Refugiados insta a la UE a ampliar las vías legales para que los refugiados puedan llegar de forma segura, en lugar de arriesgar sus vidas en manos de traficantes sin escrúpulos y redes de trata de seres humanos. La reunificación familiar tiene que convertirse en realidad para más gente", afirma Boris Cheshirkov, portavoz de ACNUR en la isla de Lesbos.

"En los últimos cinco años, las cifras de desplazamiento se han cuadruplicado a nivel global, y nos preocupa que esta tendencia continúe".

Samar abre los ojos y parpadea, mientras su madre la mira orgullosa. Ahora tienen un plan de futuro, pero el viaje está lejos de terminar.

"Quiero descansar durante unos días y después continuaré mi viaje. Si Dios quiere, nuestro futuro será mejor porque no habrá guerra", dice Ahlam.

"En Siria hubiera sido muy difícil que mi bebé creciera. No habría esperanza para ella. La vida comienza aquí".

Texto y fotos por Hereward Holland