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Más allá de Río2016: el legado del equipo de Atletas Refugiados en jóvenes deportistas

Historias

Más allá de Río2016: el legado del equipo de Atletas Refugiados en jóvenes deportistas

La participación del primer Equipo Olímpico de Atletas Refugiados ha mostrado al mundo que los refugiados son personas como todas las demás; y han mostrado lo que son capaces de hacer: desarrollarse en deportes, como en cualquier otro ámbito en su país de acogida.
25 August 2016
Jóvenes refugiados participan en mini-juegos olímpicos en Quito para celebrar la resiliencia y capacidades de la población refugiada.

QUITO, Ecuador, 25 de agosto de 2016 (ACNUR) – Dieciocho jóvenes jugaban Pandereta. Al terminar el ejercicio, María del Mar, una joven refugiada de 22 años, preguntaba a sus compañeros si había sido fácil. La respuesta general fue no; no fue sencillo intentar arrebatar la pandereta al compañero mientras seguíamos el ritmo y bailábamos. Como vemos que les sucede hasta a los deportistas olímpicos, no sólo la destreza es necesaria.

"Para muchos no ha sido fácil seguir el ritmo, porque era algo nuevo para nosotros. Como nos pasa con esta actividad, no es sencillo abandonar la zona de confort y hacer algo diferente. Eso mismo sucede cuando abandonas tu país".

Así explica María del Mar el objetivo de las Miniolimpiadas quiteñas. La cuerda, el fútbol callejero, o este juego de ritmo y habilidad, por un día se convirtieron en disciplinas olímpicas e hicieron de la capital ecuatoriana sede de un encuentro deportivo para celebrar la resiliencia y capacidad de recuperación de miles de jóvenes refugiados que viven en Ecuador. Y para fomentar, desde los mismo principios de los Juegos Olímpicos, el esfuerzo por mejorar sus marcas y la confianza en sí mismos.

Con la inspiración del equipo de deportistas refugiados que durante Río 2016 participaron por primera vez bajo la bandera Olímpica, los jóvenes refugiados residentes en Ecuador han hecho del deporte un mecanismo hacia la integración en el país que les ha ofrecido una nueva oportunidad. Hoy son 60 los chicos y chicas que forman parte del programa A Ganar, impulsado por el ACNUR y la Fundación de las Américas (FUDELA) desde el 2015, que les permite practicar deporte de forma regular y así impulsar su autonomía y disciplina, claves para triunfar en el futuro.

"Yo leí la historia de Yusra Mardini, la joven nadadora siria que representó al Equipo Olímpico de Atletas de Refugiados en Río. Y pensé: qué lindo que ella esté allá", narra Carolina, joven colombiana de 22 años que lleva diez años en Quito. "Como refugiado, uno piensa que nunca más va a poder viajar; es como que le quitan su identidad. Ellos son personas que dejaron sus países por la guerra o la persecución; y, sin embargo, han conseguido estar en un evento al que nunca imaginaron poder llegar".

"El deporte te permite apoyarte en un equipo. Y te hace sentir parte de este nuevo país en el que debes retomar tu vida".

"El patinaje artístico fue una de las primeras actividades que realicé en el país cuando llegué", continúa Carolina. "El deporte te permite apoyarte en un equipo. Y te hace sentir parte de este nuevo país en el que debes retomar tu vida".

De igual forma, David, de 20 años, explica cómo el deporte no es sólo un juego: es una pieza clave en tu futuro: "Se trata de jugar por un fin, de aprender algo nuevo. No sólo jugamos fútbol, sino que aprendemos sobre respeto, sobre igualdad. A través del deporte nos unimos".

Para María Clara Martín, Representante del ACNUR en Ecuador, "El deporte es una herramienta muy potente para impulsar la integración de la población refugiada. Estas actividades brindan un espacio seguro para el desarrollo de los participantes, al tiempo que acrecienta un sentido de pertenencia en una comunidad, permitiendo a los jóvenes aportar con las destrezas adquiridas en sus países de origen".

Al igual que Yusra Mardini o el judoca Popole Misenga del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados, el deporte es para Carolina y David una nueva oportunidad de construir el país que ahora los acoge. Construir su futuro y contribuir al desarrollo de quienes les han ofrecido un nuevo hogar.

Por Carolina Loza León