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Personal de enfermería desplazado proporciona atención médica en la región etíope de Tigray

Historias

Personal de enfermería desplazado proporciona atención médica en la región etíope de Tigray

Mientras ACNUR y otras agencias de asistencia humanitaria amplían la respuesta en Tigray, una región destrozada por el conflicto, las comunidades locales y las personas desplazadas se unen para brindarse apoyo mutuo.
5 July 2021
Brukti*, una enfermera etíope desplazada, evalúa a una niña para determinar si padece desnutrición en la clínica de Mekelle, Etiopía.

En Mekelle, la capital de la conflictiva región etíope de Tigray, en una pequeña edificación de una habitación, Brukti* mide la parte superior del brazo de una niña para determinar si padece desnutrición. Si no fuera por los ‘antibióticos’ y los ‘medicamentos de emergencia’ en un gabinete en la pared, sería difícil saber que se trata de una clínica. 


“Soy enfermera certificada y quiero ayudar a las personas que lo necesitan”, dijo Brukti, quien se desempeñó como enfermera durante cuatro años, hasta que, como a miles de personas, el conflicto en Tigray la obligó a abandonar su aldea en dirección a Adwa. 

“Cuando escuché de los asesinatos, hui junto con mi hijo. Vimos cadáveres en algunas aldeas por las que pasamos”, comentó. “No podía comunicarme con mi esposo porque la red [móvil] no funcionaba, pero, después de todo, logramos reencontrarnos”.

Cuando llegaron a Mekelle, Brukti de inmediato empezó a trabajar como voluntaria en el sitio donde encontraron albergue.

Se estima que cerca de 2 millones de personas han sido desplazadas dentro de Etiopía a raíz del conflicto en Tigray, que estalló hace ocho meses. Cientos de miles de personas desplazadas por la fuerza han tenido que buscar protección en las ciudades más importantes de la región. Algunas de estas personas permanecen en las comunidades, mientras que otras se albergan en lugares públicos abarrotados, como las escuelas.

“De verdad nos ayudan, lo cual facilita que podamos atender más pacientes por día”.

En uno de estos sitios, donde habitan más de 1.800 desplazados, Brukti y otras personas con formación en enfermería son voluntarias en el pequeño e improvisado centro de salud. Trabajan con el médico principal del Buró Regional de Salud en Mekelle y con un grupo de médicos de la comunidad local que se graduaron recientemente y que también son voluntarios en la clínica. 

“De verdad nos ayudan, lo cual facilita que podamos atender más pacientes por día”, comentó el doctor Haile Haregot, una de las personas que brinda atención médica de manera voluntaria. “También nos beneficia que hay distintas especialidades: algunas personas han recibido formación para tratar a víctimas de violencia sexual y de género, mientras que otras se especializan en la evaluación de niñas y niños que padecen desnutrición”. 

El doctor Haile Haregot añade que no se preguntó dos veces si debía ofrecerse como voluntario en el sitio de personas desplazadas.

“La población civil está sufriendo. La desnutrición está provocando muertes y, por mi profesión, no puedo solo observar y no hacer nada. Debo brindarles ayuda”, indicó.

El centro de salud recibe entre veinte y treinta pacientes por día. Los padecimientos más comunes incluyen tos y diarrea; sin embargo, el cuerpo de voluntarios también brinda atención a personas con enfermedades crónicas, como la hipertensión. 

Además, hay posibles casos de malaria, pero Brukti comenta que no cuentan con las herramientas para el diagnóstico.

“Nuestra preocupación principal es la falta de medicamentos y de equipo médico”, comentó.

Escasean los recursos, que incluyen alimentos, albergue y agua; por tanto, las poblaciones desplazadas dependen en gran medida de la ayuda que les brinda la comunidad local.

“La ayuda que hemos recibido de la comunidad ha sido inmensa: han compartido sus alimentos y nos han dado ropa. Sin embargo, conforme aumenta el número de personas desplazadas, ayudarnos es cada vez más difícil”, dijo Bekele*, líder de la comunidad en el sitio.

Las personas desplazadas se han organizado y eligieron representantes en colaboración con las autoridades; con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados; y con los socios que participan en la gestión y coordinación del campamento.

Quienes fungen como representantes, como Bekele, juegan un papel importante en dar seguimiento a las necesidades, coordinar el apoyo que se recibe de las comunidades locales y actuar como puntos focales para las agencias humanitarias. Asimismo, se encargan de distribuir alimentos y otro tipo de ayuda a las familias que se albergan en la escuela.

“Incluso cuando todo escasea, hacemos lo posible por distribuir ayuda al mayor número de personas, pero debemos priorizar. Por tanto, las personas en mayor situación de vulnerabilidad reciben la mayor cantidad de nutrientes”, explicó Bekele.

“Me alegra ayudar a mi comunidad en momentos tan críticos”.

ACNUR, junto con socios de asistencia y otras agencias de la ONU, ha ampliado su respuesta en los últimos meses; además, ha distribuido asistencia vital, como mantas, mosquiteras, lámparas solares, jabones y bidones de gasolina a las personas desplazadas que se encuentran en distintos puntos de la región de Tigray. Hasta el momento, más de 13.000 hogares han recibido artículos de asistencia. 

Aunado a lo anterior, ACNUR ha creado ‘oficinas de protección’ en 38 sitios en Shire y Mekelle para que las poblaciones desplazadas puedan tener acceso a información y servicios vitales, plantear dudas e inquietudes al personal de ACNUR, y saber a dónde ir si requieren servicios especiales. 

En abril y mayo, ACNUR remitió más de 100 casos con necesidades especiales y ofreció más de 700 sesiones individuales de asesoría.

Brukti y otras personas voluntarias tienen todo preparado para brindar atención médica con los recursos que tienen a la mano.

“Me alegra ayudar a mi comunidad en momentos tan críticos, pero deseo que la paz se restablezca para poder ver al resto de mi familia otra vez”, comentó.

Por desgracia, la manera en que se ha desarrollado la situación en Tigray recientemente dificulta que ACNUR brinde asistencia humanitaria. Es complejo ingresar y salir de la región; además, no funcionan la red eléctrica ni la telefónica. En consecuencia, cada vez es más difícil transportar personal y suministros básicos.

Woini Gebregeorgis también participó en el reportaje.

*Se cambiaron los nombres por motivos de protección.