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Retornados afganos buscan seguridad en la región de Kabul

Historias

Retornados afganos buscan seguridad en la región de Kabul

Un grupo de refugiados retornados abandonó su hogar por motivos de seguridad y se estableció cerca de Kabul. Son parte de una deriva urbana más grande en Afganistán.
4 February 2010
Ladrillos de barro se secan en el suelo en el barrio de Pul-i-Charkhi. Las familias han construido nuevas casas tras llegar a los alrededores de Kabul para escapar de la inseguridad de otras áreas.

PUL-I-CHARKHI, Afganistán, 4 de febrero (ACNUR) – Una gran caja fuerte de color verde claro ocupa un lugar central en la casa que Rulhallah acaba de construir en el distrito de Pul-i-Charkhi justo al este de Kabul. Es uno de los muchos objetos que trajo de Pakistán en 2008, junto con la esperanza de reconstruir su vida con seguridad y dignidad tras años viviendo forzosamente en el exilio.

Todavía es optimista sobre el futuro, aunque no en su distrito natal de Tagab, situado en la provincia de Kapisa en el centro del país. En un principio había regresado ahí desde Pakistán, pero huyó a Pul-i-Charkhi tan sólo cinco meses más tarde debido a enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno y las facciones antigubernamentales que acabaron con la vida de dos de sus familiares.

"Queremos quedarnos aquí porque es poco probable que mejore la seguridad en nuestro pueblo natal", indicó Rulhallah a los trabajadores de ACNUR que hace poco visitaron su casa. Sus sentimientos los comparten muchos otros, incluso refugiados retornados, que han huido de nuevos conflictos en sus distritos natales y que han buscado cobijo en la capital afgana y sus alrededores.

Algunos han creado comunidades espontáneas en tierras del gobierno, como las 200 familias (unas 1.500 personas) presentes en Pul-i-Charkhi, mientras que un número desconocido de personas se habrían alojado en casa de familiares o en habitaciones alquiladas. ACNUR, que supervisa la situación y da asistencia, ha identificado a unos 2.300 civiles desplazados que viven en la región de Kabul, entre los que se incluyen aquellos que habitan en Pul-i-Charkhi.

Estos grandes flujos de población podrían provocar tensiones entre los desplazados y otras personas. En el caso de Pul-i-Charkhi, los propietarios de terrenos locales se mostraron descontentos tras la llegada de los primeros desplazados internos de Tagab hace unos cinco años. Estas personas pidieron a los desplazados recién llegados que se marcharan.

No obstante, las negociaciones entre los ancianos y los funcionarios, facilitadas por ACNUR, han conducido a una situación de tolerancia hacia esta comunidad, aunque no haya recibido la autorización oficial. Con el tiempo, más personas se han unido al grupo originario de Tagab y de otras regiones.

A pesar de que no cuentan con el derecho para vivir ahí, muchos de ellos, como Rulhallah, han invertido importantes sumas de dinero en sus nuevas casas con los ahorros que se han traído desde Pakistán.

La casa de Rulhallah forma parte del complejo familiar que él, su esposa y sus siete niños comparten con su hermano y su tío. La casa tiene electricidad y un pozo de agua.

El asentamiento donde viven se creó a finales de 2004, cuando el primer grupo de civiles afganos llegó desde Tagab, donde la seguridad se había deteriorado, las escuelas solían estar cerradas y donde había pocas oportunidades económicas.

La mayoría había regresado ese mismo año a Afganistán desde el campamento de refugiados de New Shamshatoo en Pakistán. "Las cosas parecían estar mucho mejor [en Afganistán por aquel entonces] y pensamos que habría más desarrollo y mejor seguridad" en Tagab, recordaba un anciano, Wazir Mohammed.

Ahora él y otras personas de Tagab se encuentran una vez más desarraigados y forman parte del amplio éxodo urbano en Afganistán, en el que personas desplazadas por la fuerza viven junto con otras que emigran por razones económicas. La población de la capital ha aumentado en los últimos años hasta los 4,5 millones de personas aproximadamente, frente al millón y medio de habitantes que había a finales de 2001.

"Los patrones del desplazamiento interno se están volviendo más complejos en Afganistán. En las ciudades es muy difícil diferenciar a los desplazados internos de los inmigrantes que huyeron de la pobreza en las zonas rurales o de los pobres que viven en las ciudades", dijo Ewen Macleod, el representante de ACNUR en Kabul. "El apoyo de ACNUR está destinado a aquellos que se tuvieron que desplazar forzosamente por conflictos. Pero siempre que haya necesidades humanitarias urgentes en el seno de poblaciones mixtas compuestas por desplazados internos, inmigrantes y colonos, buscamos la implicación de otras agencias relevantes".

Mientras tanto, los desplazados internos en Pul-i-Charkhi siguen invirtiendo en sus viviendas y apostando por el futuro. "Si volvemos a nuestros lugares de origen, no tendremos una vida digna", sostuvo el anciano Said Khassim, mientras añadía que la mayoría de los niños en el asentamiento iba a la escuela.

"No queremos que nuestros niños sean utilizados por fuerzas antigubernamentales o por aquellos que quieren hacer daño a nuestro país. Queremos que tengan educación para que así puedan tomar las decisiones correctas. Aquí al menos tienen acceso a la educación".

Agradecidos por la ayuda prestada por ACNUR, él y otros ancianos señalaron que los hombres de su comunidad estaban dando lo mejor de sí para ganarse la vida. Muchos de los hombres desplazados internos de aquí trabajan durante gran parte de la semana como jornaleros en el bazar cercano.

Rulhallah tiene más planes ambiciosos. Lleva a los visitantes de ACNUR a una pequeña habitación abarrotada de repuestos de coches traídos desde Pakistán. Tiene previsto abrir un negocio de repuestos de automóvil, retomando así una profesión que había forjado durante sus años en el exilio.

"En Pakistán construí una casa similar en la que había invertido mucho dinero, aunque era consciente de que el Gobierno de Pakistán algún día podría obligarme a marchar. Éste es mi país. Es mi propia tierra y por ello he invertido. Espero que el gobierno nos permita quedarnos", dijo Rulhallah.

Por Ariane Rummery en Kabul, Afganistán