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Tres atletas refugiados obtienen becas deportivas en Canadá

Historias

Tres atletas refugiados obtienen becas deportivas en Canadá

Corredores de media distancia de Sudán del Sur, ahora radicados en Kenia, se encuentran en Tokio junto con el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados del COI en la primera edición del innovador programa de becas de atletismo.
24 July 2021
Rose Nathike Lokonyen, de 26 años, quien actualmente está en Tokio con el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados del COI, a principios de este año en su centro de entrenamiento en Ngong, Kenia.

Gracias a una beca de atletismo única que ofrece a la juventud refugiada la oportunidad de establecerse en el país de acogida en función de su talento deportivo, tres integrantes del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados del Comité Olímpico Internacional (COI) que provienen de Sudán del Sur se preparan para competir en Tokio y comenzar una nueva vida de entrenamiento y estudio en Canadá después de los Juegos.

Previo a su selección para competir en Tokio, los corredores de media distancia Rose Nathike Lokonyen, Paulo Amotun Lokoro y James Nyang Chiengjiek formaron parte del primer Equipo Olímpico de Atletas Refugiados en Río 2016.

Tras huir del conflicto en Sudán del Sur, la destreza atlética de estos tres atletas fue descubierta mientras vivían en el campamento de refugiados de Kakuma, en Kenia. Desde entonces, han vivido y entrenado en Kakuma y en un centro de entrenamiento en Ngong, cerca de Nairobi. A principios de esta semana, se dirigirán a Tokio para competir en sus segundos Juegos Olímpicos.

Una vez que haya concluido la competencia, recibirán patrocinio para trasladarse a Canadá y estudiar en Sheridan College de Oakville, Ontario. De este modo, se convertirán en las primeras personas refugiadas que se trasladan a Canadá en el marco de una nueva “vía atlética”, creada a través de una alianza entre ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, Sheridan College y World University Service Canada (WUSC). Los tres atletas continuarán recibiendo la beca del COI.

En su intervención en Japón, justo antes del comienzo de los Juegos Olímpicos de Tokio, donde correrá en la prueba de 800 metros, James Nyang Chiengjek comentó que estaba agradecido por la oportunidad y que creía que aumentaría la moral de otras personas refugiadas al darles la esperanza de que su trabajo duro también puede dar frutos.

“Sabrán que hay una oportunidad. Cuando haces algo, debes hacerlo con todo tu corazón y sabiendo que la puerta se abrirá algún día”, señaló.

De niño, para evitar ser secuestrado y reclutado a la fuerza como soldado, Chiengjek se vio obligado a huir de su casa en Bentiu, Sudán del Sur. En 2002, al llegar a Kenia, un país vecino, se instaló en Kakuma y asistió a una escuela conocida por sus corredores. Estando ahí, se unió a un grupo de niños mayores que entrenaban para competencias de larga distancia.

El talento atlético de Chiengjek fue detectado por los ojeadores del campamento y, tras varios años de entrenamiento en Kakuma y en una base especializada en Ngong, cerca de Nairobi, Chiengjek logró integrar el primer Equipo Olímpico de Atletas Refugiados del COI, el cual compitió en los Juegos Olímpicos de Río 2016.

“Esperamos que, en el futuro, muchas otras personas refugiadas tengan también este tipo de oportunidades”, añadió Chiengjek.

Otro atleta que surgió en Kakuma es Paulo Amotun Lokoro, quien solía cuidar el ganado de su familia en Sudán del Sur hasta 2006, cuando, con apenas 14 años, huyó de los efectos de la guerra que se prolongó durante la mayor parte de su vida.

Después de reunirse con su madre en Kakuma, Lokoro destacó en varios deportes como estudiante de secundaria, para luego enfocarse en los 1.500 metros, disciplina en la que compitió para el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados del COI en Río y lo hará de nuevo en Tokio. Compartió que esperaba que sus actuaciones en los Juegos Olímpicos y la obtención de la beca animaran a la juventud refugiada a sacar lo mejor de sus talentos.

“Tenemos la esperanza de preparar y promocionar a la juventud con talento que todavía está ahí [en los campamentos de refugiados]. Queremos darles apoyo, llenarles de ánimo y alimentar su talento”, señaló Lokoro. “Sus ojos están puestos en nosotros: nos están viendo”.

Luego de huir del conflicto o la persecución, a pesar de encontrar seguridad en los países de acogida, muchas personas refugiadas enfrentan obstáculos para estudiar, encontrar trabajo o dedicarse a pasiones como el deporte. El reasentamiento en un tercer país es una posible solución, pero, por lo regular, menos del uno por ciento de los 26,4 millones de personas refugiadas del mundo serán reasentadas.

La creación de las llamadas vías complementarias —como el patrocinio comunitario, la reunificación familiar, las becas educativas o los planes de movilidad laboral— genera oportunidades para que más personas refugiadas encuentren soluciones permanentes para reconstruir sus vidas. Se espera que la vía del atletismo que ahora se pone en marcha se extienda en el futuro a más países y a otras habilidades, como las artísticas.

“Este es un momento importante”, resaltó el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi. “Es la primera vez que el potencial deportivo y la capacidad atlética se reconocen como una vía para que las personas refugiadas accedan a la educación terciaria”.

“Es una noticia fantástica para los tres atletas olímpicos refugiados en cuestión, y esperamos que este piloto canadiense sirva de ejemplo a los actores relevantes en Canadá y a otros países, para animarlos a ofrecer también oportunidades de admisión a las personas refugiadas por razones educativas, deportivas, artísticas y culturales, entre muchas otras”.