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Descienden los desplazamientos de refugiados en el Sudeste asiático, pero aumentan los riesgos en los viajes

Notas de prensa

Descienden los desplazamientos de refugiados en el Sudeste asiático, pero aumentan los riesgos en los viajes

1 October 2019
Refugiados rohingya llegan a la orilla en Shah Porir Dwip, Bangladesh, en noviembre de 2017.

Los desplazamientos de personas refugiadas en el Sudeste asiático se redujeron drásticamente en los 18 meses comprendidos entre enero de 2018 y junio de 2019, pero las amenazas para quienes huyen de la violencia y la persecución son mayores, según un informe presentado hoy por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en Bangkok.

El mayor grupo de personas refugiadas forzadas a desplazarse en la región sigue siendo el de los rohingya. En el periodo que abarca el informe se registraron cerca de 18.000 nuevas llegadas a Bangladesh. La mayoría de estas personas refugiadas llegaron a principios de 2018, tras el pico de desplazamientos que se produjo a finales de 2017 y en el que se estima que 700.000 rohingyas huyeron de Myanmar.

Durante esos mismos 18 meses, otras 1.597 personas refugiadas y solicitantes de asilo se embarcaron en peligrosos viajes por mar en la bahía de Bengala y el mar de Andamán. Al menos 15 de ellas se ahogaron o se encuentran desaparecidas. Tanto los datos sobre muertes en el mar como el alcance de los desplazamientos marítimos se fundamentan en los datos disponibles de varias fuentes, pero es posible que las cifras sean superiores, ya que los movimientos marítimos mixtos son clandestinos por naturaleza, lo que dificulta la verificación de los datos.

En años anteriores, la mayoría de las muertes se producían por la actuación de los traficantes, quienes daban palizas mortales, disparaban y privaban a las personas de agua y alimentos. Desde principios de 2018 la principal causa de muerte o desaparición en el mar son los naufragios o las embarcaciones en peligro que se pierden en el mar. Muchos de estos barcos zarpaban sin contar con una tripulación experimentada, y no estaban construidos, equipados ni cuidados como para realizar trayectos marítimos largos.

Los testimonios de las personas refugiadas recogidos por ACNUR en 2019 también resaltan los abusos físicos perpetrados por los traficantes, que a menudo realizan para extorsionar y cobrar rescates de los familiares, o para poner orden y evitar que les pidan agua y alimentos durante los viajes irregulares. Las mujeres y las niñas, en especial las que viajaban solas, se encuentran especialmente expuestas al riesgo de sufrir violaciones y abusos. De las personas refugiadas que habían huido por tierra o mar hace 20 años, más de la mitad ha declarado que su viaje fue complicado pero no supuso una amenaza para su vida, mientras que quienes habían huido en los últimos 5 años afirman haber temido por sus vidas y han descrito sus viajes como arriesgados, peligrosos o muy peligrosos.

Al mismo tiempo, en el resto de la región, grupos más reducidos de refugiados han comenzado a realizar desplazamientos secundarios desde sus países de asilo iniciales hacia terceros países. Las personas refugiadas identificaron las amenazas físicas, la imposibilidad de satisfacer sus necesidades básicas, el miedo a ser deportados, las tensiones con las comunidades de acogida o la falta de oportunidades de educación como los principales desencadenantes de estos desplazamientos secundarios.

ACNUR hace un llamamiento a todos los países de la región y del resto del mundo para que amplíen las oportunidades de encontrar soluciones a través de vías legales y seguras. Este tipo de medidas pueden ayudar a reducir la probabilidad de que las personas refugiadas se arriesguen a emprender viajes desesperados y peligrosos o que se vean forzados a ponerse en manos de redes criminales de tráfico de personas en sus intentos por encontrar protección o reunirse con sus familias.

Es esencial que los Estados en la región apoyen los esfuerzos para garantizar una respuesta regional más coordinada y predecible para el rescate en el mar y el desembarco,  de acuerdo con los compromisos expresados en la Declaración de Bali de 2016.