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El hombre que cambia vidas

Historias

El hombre que cambia vidas

Un empresario turco ofrece a los refugiados sirios techo y comida, además de ayudarles a solucionar los trámites burocráticos para obtener el permiso de trabajo.
23 June 2016
Levent Topçu juega con niños sirios refugiados en el alojamiento que les ofrece en Torbali, Turquía.

TORBALI, Turquía) – Un sólo hombre es capaz de cambiar la vida de otras personas. Basta con preguntar a los refugiados sirios en Torbali, cerca de Esmirna, por el trabajo de Levent Topçu.

Levent – los refugiados se dirigen a él por su nombre de pila – de 52 años, es el director general de Ege, una empresa turca que fabrica productos de cuero y emplea a 60 personas.

Y lo que es más importante, forma parte de un grupo de amigos de Facebook que ha creado una asociación para ayudar a las personas necesitadas, incluyendo a algunos de los 2,7 millones de refugiados sirios en Turquía. Levent y sus amigos, con la ayuda de ACNUR, han transformado la vida de más de 100 personas.

Hace tres meses, su grupo restauró un edificio abandonado para que varias familias pudieran vivir allí. Después, Levent visitó los míseros refugios y las tiendas de campaña colocadas por los sirios junto a los campos donde trabajan.

"Levent nos encontró", cuenta Abeer, siria de 32 años y madre de diez niños, que huyó hace un año de su pueblo, cercano a Alepo. "Hasta entonces, nuestras tiendas de campaña se inundaban cuando llovía. Él nos trajo a este edificio".

https://youtu.be/pcwBAwpPZ1A El hombre que cambia vidas

"No se puede describir lo que sentimos. Al fin, hemos encontrado a alguien que se preocupa por nosotros. Nos ha proporcionado un cuarto de baño, comida, mantas y dulces para los niños. Ayer nos trajo una lavadora".

El benefactor resta importancia a los elogios.

"Estamos haciendo todo lo posible, pero creemos que aún no es suficiente", dijo.

"No se puede describir lo que sentimos. Al fin, hemos encontrado a alguien que se preocupa por nosotros."

Levent y su asociación, el grupo Unidad Solidaria, se movilizaron rápidamente cuando, en enero, entró en vigor una nueva ley en Turquía que otorgaba a los refugiados el derecho a obtener permisos de trabajo. Hasta entonces, ni los sirios que habían huido de la guerra, ni otros cientos de miles de refugiados, tenían derecho legal para trabajar.

Con la ayuda y el asesoramiento de ACNUR, Levent se puso manos a la obra para dotar a dicha ley de efecto. Localizó a dos sirios, reunió la documentación necesaria y en seis semanas solucionó los obstáculos burocráticos. Los dos hombres están ahora trabajando en la fábrica de Ege, la primera en la región en contratar a refugiados con el mismo salario que sus compañeros turcos.

"Es un buen trabajo, y doy gracias a Dios por ello", declaró Mohammed, uno de ellos. Empezó a trabajar hace dos meses. "Mi objetivo es volver a casa con mi familia. Nunca pensé en ir a Europa. Así que nos quedamos aquí, y ahora puedo trabajar".

Dos sirios más consiguieron ya permiso de trabajo y han encontrado empleo en la fábrica. Otros dos más empezarán a trabajar también en Ege, lo que hace un total de seis refugiados. La ley establece que los refugiados pueden suponer como máximo el 10% de la plantilla total de una empresa.

"Tenemos un dicho: "Dale un pez a un hombre y comerá un día, dale una caña y enséñale a pescar y comerá el resto de su vida", explica Levent. "Eso es lo que estamos tratando de hacer con los permisos de trabajo".

Además, esta ayuda tiene efectos sobre muchos otros.

"El invierno pasado, sabía que muchos refugiados sirios necesitarían botas, y pensé en utilizar cuero de menor calidad para hacerlas", dijo. "Pero tengo muchos amigos; uno de ellos me suministró cuero de primera calidad y hemos hecho 2.300 pares de botas. Las distribuimos aquí y más al sur, en los campos alrededor de Gaziantep".

"Dale un pez a un hombre y comerá un día, dale una caña y enséñale a pescar y comerá el resto de su vida."

"Entonces, me di cuenta de que muchos de los refugiados no tenían calcetines. Llamé a otro amigo y conseguimos calcetines para todos ellos".

En el asentamiento creado por su asociación, los refugiados reciben alojamiento y tienen acceso a calefacción, electricidad y comida de manera gratuita. A los hombres que trabajan en Ege se les proporciona comida y alojamiento gratuito hasta final de año para permitirles ahorrar algo de dinero.

Levent dice que su motivación es simple: "Estas personas son mis hermanos y hermanas. Sólo tenemos una vida y tenemos la obligación de ayudar".

"El Corán dice que la manera de ayudar a las personas necesitadas es dándoles algo que amas. Tengo un montón de ropa, así que les entrego algunos de mis bonitos trajes. Pero me he quedado con el mejor en casa", cuenta entre risas. "Todavía me queda camino por recorrer".