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Pescando en el desierto del norte de Kenia para ganarse la vida

Comunicados de prensa

Pescando en el desierto del norte de Kenia para ganarse la vida

La mayoría de sus vecinos refugiados de Burundi pensaron que Noah Ilambona había estado bajo el sol demasiado tiempo cuando reveló los planes para comenzar una piscifactoría en el campamento de Kakuma.
22 October 2014
Noah y un compañero pescando en uno de los tanques de Kakuma.

CAMPO DE REFUGIADOS DE KAKUMA, Kenia, 22 de octubre de 2014 (ACNUR) – Noah Ilambona había sido pescador toda su vida, así que este refugiado de Burundi se sintió completamente perdido cuando llegó a la árida zona del noroeste de Kenia tras abandonar su hogar en 2010 con su mujer y su primer hijo.

"Estaba feliz de haber encontrado un lugar seguro. El conflicto era terrible en mi país", asegura este hombre de 30 años que huyó al campo de refugiados de Kakuma desde su pueblo sitiado en los bancos del Río Mulembwe, que desemboca en el Lago Tanganyika.

Pero el entorno en el noroeste de Kenia era completamente diferente del de su exuberante pueblo y este padre de dos niños quedó en shock al llegar a Kakuma, un campo ubicado en una región mayoritariamente árida con elevadas temperaturas y muy pocas lluvias. Los vecinos son pastores, por lo que llevan un estilo de vida nómada en una constante búsqueda de agua y pasto para su ganadería.

Noah no estaba seguro de lo que hacer porque la pesca era todo lo que conocía, aunque parecía imposible practicarla en su nuevo hogar. "Sentía que me estaba rindiendo pero sabía que tenía que hacer todo lo que pudiera por empezar una nueva vida aquí", afirma. La mayoría de sus vecinos de Burundi solicitaron ayuda a ACNUR y otras agencias y pensaron que a Noah le había estado dando el sol demasiado tiempo cuando les confesó sus planes de montar una piscifactoría.

"Todo el mundo pensó que me había vuelto loco", dice Noah riendo. "Pero estaba convencido de seguir haciendo aquello que mejor conocía". Cavó un pequeño foso detrás de su casa, lo llenó de agua y buscó a un empresario local que transportaba pescado desde el pueblo de Lodwar, que está cerca del Lago Turkana, el mayor lago del desierto del mundo.

El empresario le trajo tres peces que Noah depositó en el foso. Les alimentó con restos de comida y, en apenas un mes, los peces habían doblado su tamaño.

Las noticias sobre el loco negocio de Noah corrieron como la pólvora entre la comunidad burundesa y se convirtió en el tema de conversación del campo. Un vecino le convenció para presentar su idea a ACNUR como un proyecto de sustento. Mary Flomo-Hall, oficial de servicios comunitarios en Kakuma, estaba intrigada cuando oyó hablar sobre el proyecto de Noah.

Junto con un oficial de campo del Consejo Nacional de Iglesias de Kenia (NCCK por sus siglas en inglés), fue a visitar a Noah a su casa. "Siempre buscamos ideas innovadoras y refrescantes que puedan tener un impacto directo en las vidas de los refugiados", explica. "Así que cuando vimos lo que Noah había hecho, me quedé atónita".

Impresionada por su innovador proyecto y su determinación, ACNUR aceptó ayudarle junto con NCCK, que dirige algunos proyectos de sustento en el campo. Noah recibió 400 alevines y espacio en los centros de NCCK para poner un estanque de peces apropiado. Ahora, ocho meses más tarde, este refugiado emprendedor tiene dos estanques más que comparte con otros 13 burundeses.

Estos estanques suministran entre 30 y 40 kilos de pescado cada tres meses para el campo. "El pescado tiene una demanda tan alta que se nos acaba en tres días", cuenta Noah, añadiendo que ganan unos 15.000 chelines (unos 700 dólares) cada tres meses gracias al proyecto. "Nadie creyó que esto llegaría tan lejos y le agradezco a ACNUR el haber creído en mí", dijo el orgulloso pescador burundés.

Noah es consciente de su suerte: no muchos refugiados son capaces de ganar unos ingresos gracias a las habilidades de comercio que conocen. Está feliz de poder seguir con la pesca, aunque de una forma diferente a como lo hacía en casa.

Ahora espera que él y sus compañeros puedan encontrar los recursos necesarios para expandir el proyecto debido a la alta demanda que hay en la zona. La fuente más cercana es el Lago Turkana, que se encuentra a 200 Kilómetros de distancia. "Ahora tengo un futuro y puedo cuidar a mi familia sin más preocupaciones", dice Noah. "La pesca me ha devuelto la felicidad de nuevo".