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Celebración silenciosa marca el quinto aniversario de Sudán del Sur, con millones de desplazados

Historias

Celebración silenciosa marca el quinto aniversario de Sudán del Sur, con millones de desplazados

Algunos irán a casa, pero más de 2,4 millones de sursudaneses estarán lejos de casa durante el quinto aniversario de la independencia, a causa del conflicto, el hambre y la preocupación.
8 July 2016
Gatluak Ruei Kon, de 56 años, abraza a su esposa y una de sus nietas en Akobo, Sudán del Sur. Él no ha visto a su familia en casi dos años y medio.

KAKUMA, Kenia, 8 de julio de 2016 (ACNUR) – Lina Obere quiere jugar. Está cerca de cumplir los cinco años de edad, ella molesta a su hermano, tirando de su camisa y rodando por el suelo cerca de sus pies. Luego se vuelve hacia su madre, Cecilia, acariciándola y tratando de llamar su atención. Pero ella no altera a su hermana gemela, Karleta.

Karleta está dormida bajo un manto de color rosa desteñido en una sala de pediatría de un hospital lejos de su hogar en Sudán del Sur. Ella está en el piso sucio de un campamento de refugiados en el norte de Kenia, enferma de anemia y neumonía debido a una severa desnutrición.

Las gemelas nacieron poco después de que su país alcanzara la independencia y al igual que su nación, deberían estar ilusionadas por celebrar su primera media década. En lugar de eso, están luchando y desesperadas.

"Todo se volvió demasiado difícil en casa y no había nadie para ayudarnos", dice la madre de las niñas, con una mano apoyada en la pierna de Karleta en modo tranquilizador, mientras la niña duerme. "Todo el mundo tenía hambre. Las personas estaban muriendo. ¿Qué podíamos hacer? Tuvimos que huir".

Sudán del Sur ha pasado gran parte de su corta vida en guerra consigo mismo, desgarrado por un conflicto político que desembocó en un derramamiento de sangre a finales de 2013. Cerca de 2,4 millones de personas huyeron de sus hogares impulsadas por el temor, antes de que la firma del acuerdo de paz en agosto de 2015 pusiera fin a las ofensivas más importantes. Actualmente, en la víspera del quinto aniversario de Sudán del Sur, una violencia renovada irrumpió en la capital, violencia que las Naciones Unidas ha condenado.

Centrados en la lucha contra la oposición, la atención y los fondos gubernamentales fueron desviados de la adecuada inversión en el desarrollo nacional.

Esto ha dejado a Sudán del Sur de rodillas, cinco años después de las alegres celebraciones del 9 de julio de 2011: día de la independencia. Los indicadores de desarrollo han cambiado poco. La infraestructura sigue siendo caótica. La educación, la salud y los servicios sociales son rudimentarios, y en gran parte atendidos por ONG o por organizaciones benéficas extranjeras.

Los efectos de la guerra en las zonas que han presenciado los combates son claros: pueblos vacíos, campos sin sembrar, escuelas o clínicas bombardeadas. Sin embargo, el efecto dominó del conflicto ha llegado incluso a las personas que viven en lugares que escaparon a los enfrentamientos.

La familia Obere vivía en un lugar con estas características: la ciudad de Isohe en la provincia de Equatoria Oriental. El primer esposo de la Sra. Obere murió cuando unos bandidos robaron todos los animales de la familia en una incursión de ganado. Ella encontró ayuda en una iglesia, donde barría los pisos y arreglaba el jardín a cambio de comida y un lugar para que su familia pudiera dormir. Durante un tiempo, comenta ella, su vida se estabilizó.

"Yo nunca antes había huido de casa a causa de la guerra o el hambre, mis padres tampoco lo hicieron, ni nadie que yo haya conocido".

Las gemelas nacieron a finales de 2011, un año después de Patricio, otro de sus hijos. A su alrededor, sursudaneses recién independizados festejaban sus primeros respiros de libertad y autodeterminación.

"Estábamos bien entonces. Los niños crecieron bien, había trabajo para mí y la iglesia nos ayudó", dice Obere. "Plantábamos alimentos, llovía, los cultivos crecían y comíamos bien, una vida normal. A los niños les encantaban especialmente los cacahuetes que cultivábamos y luego hacíamos pasta. Comían tanto que corrían llenos de energía".

Pero entonces los precios del mercado comenzaron a subir, impulsados por las devaluaciones de la moneda local y una caída global en el precio de la única exportación fundamental de Sudán del Sur: el petróleo. No se registraron lluvias en un año ni tampoco el siguiente.

Más y más familias como la de Obere comenzaron a llegar al pueblo, tras fracasar sus granjas, en busca de ayuda en la misión de la iglesia. Poco tiempo después había demasiadas personas y los alimentos no eran suficientes. De pronto, las esperanzas de 2011 empezaron a agrietarse.

"Yo nunca antes había huido de casa a causa de la guerra o el hambre, mis padres tampoco lo hicieron, ni nadie que yo haya conocido", señala Obere, quien tiene 26 años. "Al darme cuenta de que mis hijos estaban sufriendo tanto, escuché a gente hablando de Kakuma, que vas allí y la gente te ayuda".

"Me di cuenta de que no había nadie que me ayudara, nadie que me diera una vaca o una cabra para vender, así que pensé, me tengo que ir".

Para cuando logró llegar al campamento de Kakuma, en el norte de Kenia, Karleta estaba en muy mal estado de salud. Los médicos le diagnosticaron desnutrición aguda severa, una enfermedad que afecta a 19 por ciento de los niños refugiados de Sudán del Sur que llegan a Kakuma, en mayo, esta cifra está seis veces por encima de los umbrales de emergencia de la Organización Mundial de la Salud. Un total de 103 menores de cinco años, de los 543 evaluados por el personal médico en ese mes, se encontraban severamente desnutridos y 126 moderadamente desnutridos, según las cifras del ACNUR, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados.

Ahora que la guerra ha terminado, el hambre es el principal factor que motiva a las familias de Sudán del Sur a huir, algunos al norte hacia Sudán y otros al sur hacia Kenia. Más de 125 mil llegaron a los países vecinos entre enero y abril de 2016, más de tres cuartas partes del total que se proyecta huirán este año.

El ACNUR estima que a finales de 2016, más de 1 millón de sursudaneses serán refugiados. Al menos 237 mil de ellos han abandonado su país de origen en el quinto año de su independencia, en un momento en que la guerra civil ha terminado oficialmente.

Pero no todo el tránsito va en la misma dirección. Dentro de Sudán del Sur, dos mil desplazados internos regresan cada mes a sus hogares, de los que huyeron cuando el conflicto estalló en diciembre de 2013, convencidos de que ahora es suficientemente seguro para empezar a reconstruir sus vidas.

"Lo único que me mantuvo con vida fue pensar en mi familia".

Gatluak Ruei Kon, de 56 años, estaba lejos de casa, en un hospital donde era tratado por una enfermedad crónica, cuando estalló la guerra. Era demasiado peligroso para él hacer el viaje de cinco días de regreso a su pueblo, hasta hace poco. Él fue el primero en inscribirse para la ayuda del ACNUR para volver con su familia a un lugar próximo al pueblo de Akobo, cerca de la frontera de Sudán del Sur con Etiopía.

"Me sentía como si estuviera atrapado en una pesadilla", dice Kon de su tiempo en un campamento para personas que perdieron sus hogares a causa de la guerra en la ciudad de Bor. "No tenía amigos para compartir mis preocupaciones. Lo único que me mantuvo con vida fue pensar en mi familia".

Estar en casa fue "un sueño hecho realidad", dice, pero allí han ocurrido grandes cambios en el tiempo que estuvo lejos. "Antes de la guerra, yo solía tener más de 100 cabezas de ganado y una granja grande", relata. "Solíamos producir toneladas de maíz y sorgo. Esa tierra es muy querida para mí, pensé mucho en ella cuando estaba en Bor. Era todo lo que tenía para mantener a mi familia; pero, a causa de la guerra, todas las vacas se han ido".

Con el Gobierno todavía luchando por financiar y ejecutar programas para alentar a sus ciudadanos a regresar a sus hogares, los organismos internacionales están decididos a ayudar a cerrar las brechas. Sin embargo, los fondos que se requieren para hacerlo son significativamente insuficientes.

Ann Encontre, Coordinadora regional de refugiados del ACNUR para la Situación de Sudán del Sur, dijo que está "extremadamente preocupada porque Sudán del Sur se está convirtiendo en una crisis olvidada".

"Con el plan de respuesta regional de refugiados financiado sólo en un 15 por ciento, es imposible incluso llevar a cabo los programas más críticos para garantizar los alimentos, el agua potable, la educación para los niños, la asistencia sanitaria y el albergue para los refugiados recién llegados", dijo ella.

"Tenemos la esperanza de que la comunidad internacional no deje de actuar y permanezca junto a la gente de Sudán del Sur, especialmente aquellos que siguen huyendo de sus hogares".

"Tenemos la esperanza de que la comunidad internacional no deje de actuar y permanezca junto a la gente de Sudán del Sur".

De vuelta en Kakuma, Cecilia Obere mece en sus brazos a Karleta y suavemente la anima a beber la leche de fórmula especial prescrita por los médicos del Comité Internacional de Rescate, que en nombre del ACNUR administra la sala del hospital de niños con desnutrición severa en el campamento.

"Estoy lista para ir a casa a Sudán del Sur, pero sólo si hay paz y si hay ayuda en caso de que no llueva y no tengamos comida", explica ella. "Necesitamos escuelas allá, y clínicas, y apoyo en caso de problemas".

"Si me dicen que está así ahora, yo voy. Hasta entonces, tengo que permanecer aquí. No puedo volver a un lugar donde los niños van a sufrir de nuevo".

Por Rocco Nuri contribuyó reportando desde Akobo, Sudán del Sur.