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El agua le da la vida a una aldea de refugiados en Uganda e ingresos a una familia

Historias

El agua le da la vida a una aldea de refugiados en Uganda e ingresos a una familia

Los refugiados congoleños en un asentamiento en el sudoeste de Uganda comprenden el verdadero significado del Día Mundial del Agua cooperando en la gestión del pozo de agua.
22 March 2013
El refugiado congoleño Iraguha Nkuriza Ferecian, de 26 años, traspasa el agua del lago recién potabilizada a unos tanques para su distribución entre los refugiados del asentamiento de Nakivale, en Uganda. Ha estado trabajando como operario de sistemas de agua en ACNUR durante dos años.

NAKIVALE, Uganda, 22 de marzo de 2013 (ACNUR) – Iraguha Nkuriza Ferecian reparte unas sustancias químicas cuidadosamente calculadas en tres grandes cubos metálicos llenos de agua espumosa proveniente del lago Nakivale, y después baja por una escalera desvencijada, seguro de que en sólo tres horas estará de camino para suministrar agua potable a sus miles de compañeros refugiados congoleños en este asentamiento de Uganda.

Este joven de 26 años ha sido refugiado desde que huyó de los ataques a su familia y a sus vecinos en la República Democrática del Congo cuando él sólo tenía nueve años. Tras obtener una beca de ACNUR para estudiar en la escuela secundaria y formarse como especialista en operador de sistemas de agua, hoy está devolviendo aquella inversión con su trabajo.

"Ahora le puedo enseñar a mis compañeros a hervir el agua antes de beber y a limpiar sus contenedores antes de usarlos", dice mientras explica la importancia de poder acceder al agua limpia y segura. Para Iraguha, el Día Mundial del Agua no es sólo el 22 de marzo, es cada día.

A diferencia de muchos países, donde los refugiados están confinados en campamentos, Uganda les permite vivir en asentamientos que no difieren mucho de las aldeas locales, así como cultivar las tierras por sí mismos. El asentamiento para refugiados de Nakivale es enorme, cubre la misma área geográfica que la ciudad india de Calcuta.

ACNUR suministra agua potable a sus 68.000 refugiados y solicitantes de asilo, y también a cerca de 16.000 ugandeses que viven junto a los refugiados en los asentamientos. Esto ayuda a disipar las posibles tensiones y a promover una coexistencia pacífica entre los refugiados y las comunidades de acogida locales, al tiempo que ayuda a los ugandeses, muchos de los cuales también viven en condiciones de extrema pobreza y carecen de comodidades.

La República Democrática del Congo (RDC) es ahora un recuerdo lejano para Iraguha, cuyos hermanos pequeños nacieron como refugiados en Uganda. Dos de sus hermanas fueron apartadas de su familia durante su huida hace 16 años y no han vuelto a saber nada más de ellas. No puede imaginarse un regreso a la turbulenta zona del este de la RDC después de haber pasado la mayor parte de su vida aquí, en Nakivale.

"No tengo esperanzas de volver; mis vecinos y mis familiares todavía están siendo asesinados", afirma. "Tanto si morimos aquí como si tenemos la oportunidad de irnos a otra parte, será por la misericordia de Dios".

Su trabajo en la planta de agua de ACNUR le permite mantener a sus ancianos padres y a cuatro de sus hermanos más jóvenes. Iraguha recibe un salario de alrededor de 40 dólares al mes por dirigir la planta de purificación de agua: se encarga del tratamiento del agua con sustancias químicas para su consumo, de la supervisión de los otros siete trabajadores en la planta, y de informar de cualquier problema técnico que aparezca al equipo de ACNUR.

En estos tres contenedores metálicos el agua con sustancias químicas reposa durante tres horas, y después el agua ya potable fluye hacia los tanques de depósito de cemento y a lo largo de las tuberías hasta los grifos comunitarios repartidos por todo el amplio campamento. Podrá ser utilizada para su consumo, para cocinar, para lavar y para regar los cultivos. Los grifos se conservan en buen estado gracias a los propios refugiados, que son responsables de su mantenimiento a través de comités del agua.

"Estoy feliz de poder ayudar a mis hermanos y amigos a conseguir agua", dice Patrick Ekanga, un refugiado congoleño, padre de trillizos y técnico de mantenimiento de grifos de agua en el poblado Nuevo Congo, en Nakivale. "Sin agua, no podríamos vivir".

Antes era taxista en la República Democrática del Congo, pero durante los últimos nueve meses se ha dedicado a sustituir grifos y a hacer pequeñas reparaciones para su comité del agua.

No hace falta decirles a Iraguha y a Patrick que el Día Mundial del Agua conmemora la importancia de colaborar en una correcta utilización de este elemento indispensable. Iraguha lo sabe perfectamente: "El agua es la vida; cuando hay agua, tenemos vida".