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Familia congolesa deja la tragedia atrás y se enrumba hacia una nueva vida en Francia

Historias

Familia congolesa deja la tragedia atrás y se enrumba hacia una nueva vida en Francia

Bora Riziki se fue de la RDC a Sudáfrica. Más tarde, luego de que su esposo y su hermano fuesen asesinados, se le dio la oportunidad de un nuevo comienzo en Europa junto a sus hijos.
15 May 2017
Bora huyó del conflicto en la República Democrática del Congo luego de que sus padres fuesen asesinados.

El cansancio y la preocupación marcada en el rostro de Bora Riziki hacen que no se vea como de 24 años. De joven, huyó del conflicto en la República Democrática del Congo luego de que sus padres fuesen asesinados, y trató de tener una nueva vida en Sudáfrica.


Unos pocos años más tarde, la ahora madre de dos niños pequeños, vio cómo su esposo era fatalmente tiroteado en un violento robo de su vehículo y poco después su hermano, con quien se había reunido tras una larga separación, también fue asesinado.

Sin embargo, hoy Bora es feliz. Ella y sus niños – Amina, de cinco años e Ibrahim, de siete años – abandonan su poblado próximo a Ciudad del Cabo para comenzar una nueva vida bajo el esquema de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), para reasentar a las personas más vulnerables.

Entrevistada por el ACNUR en su pequeña casa en el poblado de Delft poco antes de partir, Bora describió la creciente xenofobia en Sudáfrica y cómo llegó a experimentar temor por sí misma y sus niños.

"Mi esposo fue asesinado, luego mi hermano (...) no sé el motivo", dijo, mientras Amina, cuya capacidad auditiva está lesionada e Ibrahim, jugaban cerca. "Desde entonces, siento temor cada vez que alguien me ve". En Delft, es mejor evitar atraer miradas, especialmente si se es extranjero.

"Mi esposo fue asesinado, luego mi hermano"

Bora creció en la ciudad de Uvira en la Provincia de Kivu del Sur en la RDC, en la costa norte del Lago Tanganyka. Luego de que sus padres fueron asesinados, primero buscó seguridad con su tío pero, a la edad de 15 años, decidió huir del conflicto. Emprendió una odisea de cinco meses que eventualmente le llevó a Sudáfrica. "Era una guerra, mi padre estaba muerto, mi madre estaba muerta", dijo. "La vida era tan dura (...) Me sentía mal, estresada. A veces no podía comer".

Viajó a través de Tanzania, donde pasó un mes en prisión por no tener documentos de identidad. Tras ser liberada continuó su viaje, a pie y en bote y tren, deteniéndose en Malawi en medio de la ruta. Eventualmente llegó a Sudáfrica, habiendo perdido contacto con sus hermanos. Llegó al poblado de Philippi, cerca de Ciudad del Cabo, donde un refugiado congolés, Rusiga, la acogió y la ayudó a buscar alojamiento y solicitar asilo. Poco después, se casaron y se mudaron a Delft para abrir un negocio.

Rusiga manejaba un pequeño salón de belleza y estableció una improvisada tienda de alimentos para ella, donde vendía bebidas y dulces. "Pero con la tienda comenzaron los problemas. Siempre había ladrones en la casa".

Su voz se quebró y miró hacia otro lado al describir el ataque de tres hombres armados mientras estaban en su vehículo fuera de la casa, durante el cual su esposo fue tiroteado mortalmente. "Amina todavía era una bebé en mis brazos. Ibrahim, quien tenía tres años entonces, estaba sentado atrás", recordó. Los hombres armados rodearon el vehículo y dispararon a su esposo, pero ella logró correr con Amina hacia la casa y se escondió en el baño. Los atacantes atraparon a Ibrahim en el vehículo y lo golpearon.

El niño pudo escapar y encontrarse con su madre al tiempo que los ladrones huían en el vehículo. Su esposo, quien estaba gravemente herido, logró arrastrarse en la calle y hablar con un transeúnte. Entregó su teléfono y le pidió al extraño que llamara a una ambulancia, pero éste simplemente corrió con el teléfono. Bora eventualmente lo encontró en la calle cubierto de barro y sangre. "Me dijo: 'Cuida a los niños ( . . . ) Creo que estoy muriendo". Bora buscó ayuda, "pero nadie me iba a ayudar. Nadie".

"Nadie me iba a ayudar. Nadie"

Después de la muerte de su esposo, su hermano quien vivía en Durban, vino a vivir con ella y ayudarle con los niños. Un año transcurrió y las cosas parecían estar mejorando para la familia, y Bora confiaba en poder dejar atrás los eventos del pasado.

"Un día, estaba en la casa y alguien me llamó, me dijo que mi hermano había sido tiroteado. Fui al hospital pero ya era muy tarde".

Con la muerte de su hermano eran ya demasiadas las tragedias familiares para Bora. Cayó en depresión y un amigo le sugirió ayuda psiquiátrica. Acudió al Centro de Traumas para Sobrevivientes de la Violencia y la Tortura en Ciudad del Cabo, lo que le condujo a la oficina local del ACNUR.

Cuando contó su historia, los representantes del ACNUR se dieron cuenta de que la familia cumplía con los criterios de vulnerabilidad de la Agencia y un caso comenzó para su reasentamiento. Un mes después la solicitud fue aceptada por Francia.

Ilija Todorovic, oficial regional de reasentamiento para el Sur de África, dijo que Sudáfrica era uno de los países clave desde los que la Agencia ha enviado casos para el reasentamiento de refugiados, "porque localidades específicas de Sudáfrica han sido afectadas por graves problemas de seguridad debido a la xenofobia".

"Fui al hospital, pero ya era muy tarde"

"Francia nos pide que enviemos casos muy vulnerables, casos con problemas de protección o necesidades médicas específicas. Casos severos, cuantificables y justificables. Quieren estar seguros de que esas personas son refugiadas reales. Y también toman algunos casos que tienen necesidad específica de reasentamiento urgente".

Aunque Bora sabe poco sobre Francia y está un poco temerosa de lo desconocido, está complacida de irse: "A veces tengo miedo, a veces estoy feliz. Pero ahora estoy muy feliz".

Mientras la hora de partir se aproxima, Bora y los niños están vestidos de la mejor forma. Son escoltados al aeropuerto por un oficial de la Organización Internacional para las Migraciones, Zoe Rohde, quien les ayuda a organizar su equipaje.

Con una mirada final hacia atrás, Bora dice: "Estoy feliz de dejar Delft, pero triste de dejar a mis amigos y a mi [otro] hermano aquí".

Le gustaría visitarlos algún día, "pero no en Delft. No quiero regresar a Delft, este lugar no es seguro".

En el aeropuerto, luego de una llorosa despedida de sus amigos, Bora deja atrás el pasado y camina hacia la puerta de salida y entrada a su nueva vida.

Por Clémentine V. Baron

Gracias al Voluntario en Línea Omar Hernández por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.