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Hindúes de Myanmar son bienvenidos en Bangladesh

Historias

Hindúes de Myanmar son bienvenidos en Bangladesh

Perseguidos y expulsados de Myanmar, familias hindúes procedentes de cuatro aldeas diferentes viven ahora como refugiados en una sola aldea rural.
3 October 2017
Onu Bala, de treinta años, y sus tres hijos, comen en la aldea Hindu Para en Bangladesh. Onu es hindú y escapó cuando unos hombres enmascarados invadieron su aldea, al norte del estado de Rakhine en Myanmar, y comenzaron a prender fuego a las casas.

HINDU PARA, Bangladesh) – Dos pueblos vecinos ya estaban en llamas cuando unas personas vestidas de negro y con el rostro cubierto llegaron la casa de Onu Bala en el norte del estado de Rakhine, en Myanmar.

Mientras lanzaban objetos en llamas a las casas, ella corrió al bosque con sus tres hijas, con edades comprendidas entre los tres y los ocho años. Allí pasaron dos noches al aire libre, sedientas y hambrientas.

Ahora está a salvo en esta pequeña aldea al sureste de Bangladesh, donde vive en una vieja granja de pollos reaprovechada como albergue comunitario, mientras intenta comprender todo lo que ha pasado.

"No sé quienes eran, lo único que pude ver fueron sus ojos . . . No les importaba que fuéramos hindúes o musulmanes . . . estaban quemando todo", dice, sentada sobre un saco de arroz con las piernas cruzadas.

Mientras que la inmensa mayoría de los refugiados que huye a Bangladesh son musulmanes, un número menor de ellos son hindúes, como Onu. Hablan el mismo dialecto, se auto definen como Rohingya, y han sido arrastrados por la purga que ha llevado ya a medio millón de hombres, mujeres y niños a huir cruzando la frontera.

En total, 101 familias hindúes compuestas por 523 personas, viven actualmente en Hindu Para, una comunidad agrícola rodeada por un bosque que fue colonizado por una afluencia anterior de refugiados hindúes en los años noventa.

"Estaban armados con pistolas, cuchillos y bombas de gasolina."

También en este albergue comunitario se encuentra el barbero Nironjon Rudro, de cincuenta años, y padre de cuatro hijos. Recuerda su pueblo natal como una comunidad trabajadora de agricultores musulmanes, y trabajadores y propietarios de pequeños negocios hindúes, que vivieron unos al lado de otros en armonía durante años. Esta paz se rompió el 26 de agosto, cuando su tío llegó corriendo desde el pueblo de al lado alertando acerca de un asesinato.

Una muchedumbre enmascarada había entrado en aquella comunidad, había masacrado a otro pariente de la familia y había empezado a quemar casas. La advertencia llegó demasiado tarde, ya que para entonces ya habían rodeado la aldea de Nironjon. "Estaban armados con pistolas, cuchillos y bombas de gasolina", recuerda.

Sus captores hablaban tanto birmano como rohingya, así que no tiene claro quiénes eran. Mantuvieron a los aldeanos como rehenes durante cinco días, pero cuando la noticia de violencia en otro pueblo los distrajo, Nironjon y su familia aprovecharon la oportunidad: "Nos escapamos con lo puesto y corrimos hacia las colinas".

Los suministros de ayuda de ACNUR llegan a la aldea de Hindu Para, en Ukhia, Bangladesh, donde se albergan unas 100 familias pertenecientes a la minoría hindú de Myanmar.

Ahora en Bangladesh, con los supervivientes de su pueblo reagrupados a su alrededor en la casa comunal, reflexiona sobre su situación en Myanmar. Como parte de una minoría dentro de una minoría ya perseguida, se sentía "mal" y "asustado" allí. "En la comunidad hindú, no teníamos a nadie defendiéndonos. Solo somos personas trabajadoras".

Tras llegar a Bangladesh, donde gran parte del medio millón de refugiados Rohingya recién llegados luchan por sobrevivir en campamentos informales, las familias hindúes denunciaron fricciones continuas e incluso casos aislados de violencia. En respuesta, se trasladaron a Hindu Para donde reciben el apoyo y la asistencia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios.

Instalados en una aldea de casas con techos de barro y paja, han sido acogidos por donantes privados de Bangladesh y las afueras, cuya amabilidad está demostrando ser un antídoto efectivo contra las luchas sectarias y la violencia de la que huyeron.

Recientemente, tres grupos que representan a un espectro de distintas creencias, se dirigen a la aldea para proporcionar ayuda. Un grupo musulmán de los alrededores de Cox's' Bazar lleva una donación de arroz, patatas y verduras. Algunos voluntarios Sikh del norte del estado de Punyab, India, llevan una camioneta llena platos de dal, a base de legumbres y cocinados en grandes ollas sobre un fuego de leña.

"Si están sufriendo, les duele, nosotros sentimos su dolor y reaccionamos."

"Todos los seres humanos son iguales para nosotros. No importa si son hindúes, budistas o musulmanes", dice Harpreet Singh, un portavoz del grupo que ha estado en Bangladesh durante 10 días, ofreciendo a todos comida caliente. "Si están sufriendo, les duele, nosotros sentimos su dolor y reaccionamos".

Las donaciones son registradas por un representante local del Consejo de la Unidad Cristiana Hindú Budista de Bangladesh, y están siendo distribuidas entre los más necesitados. Por su parte, ACNUR ha presentado una segunda entrega de ayuda a Hindu Para, asegurándose de que todas y cada una de las familias refugiadas tengan bidones y garrafas, lonas de plástico, mantas, mosquiteras, ollas para cocinar y linternas solares.

Dentro del hogar comunal donde se alojan la mayoría de las familias, prevalece un ambiente tranquilo. Las paredes están llenas hasta el techo con donaciones de agencias y donantes privados. El lugar está ordenado, seco y es relativamente cómodo. Los niños usan camisetas viejas para barrer el suelo, cubierto por las lonas de plástico. A medida que el ritmo de la vida cotidiana se reanuda, algunos de los refugiados pueden empezar a mirar hacia el futuro.

ACNUR está pidiendo a las autoridades de Myanmar que pongan fin a la violencia en el estado de Rakhine, para que se puedan discutir posibles soluciones para esta situación, incluido el regreso de los refugiados. Pero Nironjon dice que no quiere volver a su pueblo, y ha renunciado a cualquier idea acerca de recuperar su propiedad. "No estaría a salvo allí, quizás en Yangon", dice, nombrando la antigua capital de Myanmar.

Onu, sin embargo, no está tan segura. Cuando le preguntan qué planea hacer, ella contesta con otra pregunta: "¿Sería mejor para nosotros que nos quedásemos aquí o volver? Dígame usted", dice. "Si regresamos a Myanmar, nos volverán a masacrar, nos matarán".

Cansada de ser parte de un pequeño grupo dentro de la ya rechazada minoría Rohingya, negada de nacionalidad e incluso de derechos básicos por Myanmar, le gustaría ir a la India, donde más de tres cuartas partes de la población practican su misma fe.

Su apoyo es urgente y necesario para ayudar a los niños, mujeres y hombres refugiados en Bangladesh. Por favor, done ahora.

Por Tim Gaynor

Gracias a la Voluntaria en Línea Paula Babot por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.