Cerrar sites icon close
Search form

Search for the country site.

Country profile

Country website

La historia de Gebre: La odisea africana de un refugiado eritreo

Historias

La historia de Gebre: La odisea africana de un refugiado eritreo

Grief stricken at the death of their daughter, young Eritrean couple Gebre and Teka decided to escape from their country in the hope of ending their misery. [for translation]
4 May 2012
Gebre, Teka y su hijo Samuel en el campo Mai-Aini, Etiopía.

CAMPO DE REFUGIADOS MAI-AINI, Etiopía, 4 de Mayo (ACNUR) – Cruzaron la frontera a media noche, desconsolados por la muerte de su pequeña el día anterior. La hija mayor de Gebre, Arsama, de dos años de edad, falleció por la gripe. La noche después de enterrarla, Gebre, de 28 años, y su esposa Teka, de 25, decidieron emprender su camino hacia Etiopía.

La muerte de Arsama fue tan sólo una de las razones de su huida. Gebre estaba desesperado tras pasar siete años en la milicia, parte del servicio militar obligatorio que se prolonga durante largas décadas en Eritrea, sin dinero suficiente para poder comprar comida para su familia. "Parecía no haber fin a la miseria aquí en Eritrea", recuerda Gebre.

La travesía tuvo lugar bajo una luna nueva. El plan era ir primero a Sudán, quedarse un tiempo y después trasladarse a Etiopía. Gebre tenía amigos que conocían los caminos a través de la frontera montañosa y ellos los guiaron, evitando las patrullas eritreas. Para el atardecer, la familia estaba ya de camino al campo de refugiados de Shagarab, en el este de Sudán, donde se reagruparían para la siguiente parte de su viaje.

Gebre le pidió indicaciones a los residentes locales. Después de hablar con ellos, otro grupo de hombres llegó en una camioneta. Estos hombres, llamados raishida, eran de piel clara y portaban unas AK-47. Gebre y su esposa fueron acomodados en la parte trasera del vehículo, que fue después cubierto por telas. Los hombres le dijeron a la pareja que les llevarían al campo de Shagarab.

Cada año miles de refugiados eritreos intentan cruzar a Sudán y Etiopía. Muchos pretenden llegar a Egipto, Israel, Marruecos y Europa, pero para algunos la travesía termina en miseria. En los campos de Mai-Aini y Adi-Hirush, en Etiopía, hay más de 400 personas que han sido devueltas por las autoridades egipcias, entre ellas están Gebre y Teka.

ACNUR cree que muchos otros han muerto de hambre en el desierto, han fallecido cruzando el río o han sido asesinados por bandas de contrabandistas. "Los deportados son los que tienen suerte" dice Michael Owor, jefe de la suboficina de ACNUR en Etiopía. "Estoy convencido de que muchos refugiados simplemente mueren".

Los trabajadores de ACNUR han expresado su preocupación por el número de refugiados que están intentando realizar el peligroso viaje desde Etiopía a terceros países. Un informe reciente indicó que alrededor de un 80% de los recién llegados a Shagarab, vienen de campos en Etiopía.

"Aquellos que fallaron la primera vez regresan a Etiopía sólo para volver a intentarlo" dice Benoit Hamanyimana, Responsable de Protección en el campo. "Sienten que lo han perdido todo y por tanto no tienen nada más que perder. Necesitamos ofrecerles apoyo psicológico, pero también programas de medios de subsistencia para que ellos puedan descubrir su potencial y estabilizar su situación".

Los contrabandistas incluso intentan entrar en los campos de refugiados, ofreciendo transporte a terceros países a cambio de dinero, el cual generalmente facilitan los parientes de los recién llegados. En una ocasión, las autoridades etíopes arrestaron a un grupo de trabajadores humanitarios que eran sospechosos de haber brindado asistencia a los contrabandistas.

En muchos aspectos, el viaje de Gebre y Teka es un caso típico. Después de una hora y media de haber sido forzados a subir a la camioneta, la pareja se encontró en el recinto de los contrabandistas, que les pidieron 45.000 naftas (moneda eritrea), el equivalente a 3.000 dólares, para asegurar su liberación. "Nos dijeron que si no encontrábamos el dinero nos iban a envolver en plástico y después quemarnos" recuerda Gebre. "Me golpearon, pero no mucho. Golpearon a mi esposa lo suficientemente fuerte como para dejarle una cicatriz en su espalda."

Durante diez días continuaron las amenazas. Gebre le dijo a sus secuestradores la verdad, que no tenía el dinero para pagar el rescate. "No pensamos en ninguna otra cosa más que escapar o esperar a ver qué sucedía" dice Gebre.

Él y su esposa no escaparon y tampoco fueron asesinados. En cambio, fueron vendidos y llevados en otra camioneta a la península del SINAB, en Egipto, donde fueron vendidos nuevamente, esta vez a beduinos.

Fueron llevados a un recinto cerrado donde los alimentaban con una pequeña cantidad de arroz y avena. Había otras 35 personas cautivas. Sudaneses, somalíes y etíopes se sentaban calladamente. Se intentaba todo para tratar de aislarlos. A todos se les decía que si intentaban hablar, serían asesinados.

Presuntamente, los beduinos le dijeron a Gebre y Teka que tenían que entregar 6.000 dólares de rescate o los matarían. La pareja les creyó. Le dieron a Gebre un teléfono y le dijeron que llamara a su familia en Eritrea.

Lo logró, pero era más de lo que sus parientes podían pagar y tuvieron que pedir ayuda a otros. Las negociaciones para el pago tardaron más de cinco semanas. Habiendo pagado el rescate, los beduinos dejaron a la pareja en el desierto.

"Yo nunca había querido ir a Egipto, ni quería ir a Israel" dice Gebre. "Pero sabíamos a lo que nos enfrentaríamos si nos quedábamos en Egipto, así que le pregunté al beduino hacia dónde quedaba la frontera con Israel". Los secuestradores se lo indicaron con el dedo y Gebre y su esposa comenzaron a caminar.

Tan solo unos minutos después comenzaron a escuchar los estruendos de los tiros en el aire. Los hombres de la tribu les habían señalado el camino hacia una patrulla egipcia. Gebre recibió un disparo en la parte baja de la espalda y la bala salió rozando su estómago. Teka perdió parte de su brazo por otro disparo.

Fueron llevados a un hospital en Sinaí, donde una doctora trató sus heridas. Gebre la describió como la primera persona en su viaje que los había tratado con amabilidad. Después de un mes, fueron llevados a una prisión egipcia. "Estaba bajo tierra y no podías ver nada" dice Gebre. "Estábamos separados hombres y mujeres. No podía hablar con mi esposa".

Describiendo la experiencia, Gebre dice: "Sientes como si estuvieras perdiendo tu mente". De hecho muchas cosas pasaron por su pensamiento. "Pensé en mis padres y cómo habían entregado todos los ahorros de su vida a los beduinos por mi" señala. "Pensé en cómo había quedado discapacitado por la herida de bala. Mi esposa había sido herida. ¿Cómo se iba a poder cuidar?"

Los pensamientos de Gebre también le hicieron recordar a su hija Arsama. "Pensé en cómo había muerto a tan corta edad" dice. "¿Qué me hubiera dicho? Ella probablemente aún sería muy joven para entender lo que habíamos perdido".

Finalmente, la amable doctora vino a la prisión a tratar las heridas de la pareja. Ella les dijo que regresaría. Muchos meses después ella llegó, esta vez con un representante de la Embajada etíope en El Cairo. El hombre tomó la foto de la pareja y les pidió su dirección. La doctora le dijo a Gebre que ella pagaría su billete de avión a Eritrea.

Un año después de su terrible experiencia, Gebre y Teka viven en el campo de refugiados de Mai-Aini y tienen un hijo llamado Samuel. "Pienso en mi hijo y tengo por lo menos una esperanza en la vida" dice sonriendo el orgulloso padre. "Yo espero que él vaya a la escuela y se convierta en alguien responsable. Espero que algún día, cuando envejezca, él se haga cargo de mi".

Por Greg Beals en el campo de refugiados de Mai-Aini, Etiopía