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La historia de una mujer en los campos de Pakistán

Historias

La historia de una mujer en los campos de Pakistán

Mariam and her family are living in camp in Pakistan after fleeing conflict in their home area. They have had to make big adjustments in their daily life, as UNHCR's Hélène Caux found out. [for translation]
13 July 2009
A young mother wearing her burqa holds her daughter. She travelled two days by foot with her family from the Swat valley before reaching safety in camp. The girl has developed skin rash on her hands because of the heat. [for translation]

CAMPO DE YAR HUSSAIN, Pakistán, 13 de julio de 2009 (ACNUR) – Durante años, Mariam, una joven madre de seis hijos originaria del valle del Swat en Pakistán fue obligada por la tradición y las costumbres a quedarse en casa para cuidar de sus hijos y de su casa para su marido, Shaukat. Poco podía imaginarse cuanto iba a cambiar todo cuando estalló el conflicto en la Provincia de la Frontera Noroeste.

Cuando el bombardeo se acercó a su pueblo, situado cerca de Mingora, la capital de Swat, en el mes de mayo, la pareja huyó con sus hijos y dejó las tierras escarpadas en busca de zonas más seguras al sur de la provincia.

"Imagínese, he estado confinada en mi casa en Swat durante años y de repente tuve que escalar montañas – todo era nuevo para mí," me contó Mariam en su nuevo hogar familiar, una tienda en el campo de Yar Hussain gestionado por la Agencia de la ONU para los Refugiados en el distrito de Swabi, en la Provincia de la Frontera Noroeste.

"Me recordaba a cuando era pequeña y podría andar libremente", rememora la mujer de 28 años de edad. "Pero cuando crecí, ya no podía salir a la calle. Así que, cuando hace unas semanas estaba subiendo por esas montañas, me sentí abrumada al darme cuenta de cómo habían cambiado las cosas". Mariam es una de las decenas de miles de mujeres cuyas vidas han dado un vuelco por los recientes acontecimientos.

El bombardeo fue traumático. "Mis hijos no paraban de llorar," dice Mariam. "Estaban atemorizados por el ruido. Tuve que ponerles algodón en los oídos para tranquilizarlos. Sólo podíamos pensar en una cosa: tenemos que salvar a nuestros hijos, tenemos que llevarlos a un lugar seguro."

Y con las prisas por huir, Mariam se dejó a uno. "Pensé que lo había cogido [a mi hijo de un mes, Noor Zaman] en la manta que llevaba en brazos, pero no estaba allí," recuerda con lágrimas en los ojos. "Mientras estábamos huyendo, mi marido me preguntó si llevaba a nuestro hijo y me di cuenta de que no lo tenía. Volvimos corriendo a casa para recogerlo."

La familia partió para Buner, el distrito al sur de Swat, después de haber pagado 2500 rupias (40$) por el recorrido en autobús, pero dos semanas después tuvieron que irse de nuevo cuando la familia que les acogió tuvo que huir también. La familia de Mariam caminó durante casi seis horas para llegar al distrito de Swabi (y al campo de Yar Hussain). Ahora la familia está a salvo. Reciben cobijo y comida.

Pero mientras su familia se encuentra mejor ahora, la vida en el polvoriento campo está resultando un desafío para Mariam y otras mujeres musulmanas tradicionales.

Antes en el valle del Swat, su casa estaba rodeada de altos muros para proteger el honor de las mujeres. Mariam confiesa que no ha ido de compras o de picnic desde que era una niña. "Sólo se nos permitía salir de casa en ocasiones excepcionales, como para una boda, un funeral o para ir al médico. En tales ocasiones llevaba un burka [un vestido sin forma que cubre todo el cuerpo] y tenía que estar acompañada por un pariente masculino."

"Mi marido me traía de todo, así no necesitaba aventurarme fuera de los muros de nuestra casa," añadió. "Así es nuestra cultura".

Pero en el campo, no puede evitar aventurarse fuera de su tienda para cuidar de su suegro enfermo que vive en una tienda cercana o para ir a la clínica del campo. Y para empeorar las cosas, no pudo huir con su burka, así que cuando tiene que salir, no está suficientemente cubierta. "No me siento muy cómoda en el campo sin el burka," me dice. ["Hay muchos hombres que no conozco (en el campo)."]

Mariam se queda en su calurosa tienda todo el tiempo que puede. Ella y otras mujeres están siendo atendidas en la clínica del campo por una dolorosa enfermedad de los riñones, originada por su reticencia a ir a los baños durante el día. "Aquí hace mucho calor," admite. Mariam sólo ha visto a su madre una vez en siete semanas a pesar de que vive en una tienda cercana a la suya.

Para ayudar a estas mujeres, la Agencia de la ONU para los Refugiados ha utilizado hojas de plástico para levantar muros alrededor de bloques de tiendas con el fin de asegurar la privacidad de mujeres y niñas. Algunas familias han creado sus propios muros alrededor de tiendas individuales.

El marido de Mariam también está preocupado por sus aventuras fuera de la tienda. "Tiene miedo de que me pierda en el campo."

Shaukat, su marido, explica que él y su familia, todos analfabetos, no pueden leer los signos del campo y pueden perderse con mucha facilidad en Yar Hussain. E insiste en que está intentando proteger a su mujer. "También hay diferentes tribus en el campo; no quiero que mi mujer vea expuesta a peligros. Hay muchos hombres caminando por el campo de día, y no todos son unos caballeros.

"Mariam me mira y me enseña su documento nacional de identidad. No tiene su foto, sólo las huellas dactilares. "¿se puede imaginar? Ya tengo 28 años y nunca he tenido una foto. Ninguna en toda mi vida." Mariam coge cuidadosamente a Noor Zamam en brazos, que ya tiene casi de tres meses, y le mece. Después se irá a comprobar que su suegro se encuentra bien en la tienda de al lado, y luego volverá a su tienda, soportando el calor, pero con la esperanza de volver algún día a su pueblo en Swat, donde las temperaturas son más frescas y donde puede jugar fuera con sus hijos, en el patio de su casa, tras los altos muros.

Por Hélène Caux, en el campo de Yar Hussain, Pakistán