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Los rohinyás que llegan a Bangladesh luchan por volver a valerse por sí mismos

Historias

Los rohinyás que llegan a Bangladesh luchan por volver a valerse por sí mismos

Casi cuatro meses después de que violentos incidentes les obligaran a irse de Myanmar a Bangladesh, mujeres y niños rohinyás viven en condiciones precarias con asistencia limitada y el temor a ser deportados.
2 February 2017
Rojia, refugiada rohinyá de 29 años, con su familia en el sudeste de Bangladesh. Su esposo Shaha fue el primero en huir de Rakhine, estado del norte de Myanmar. Ella se unió a él más tarde, en una caminata de 10 km, seguida por el cruce de un río.

COX'S BAZAR, Bangladesh, 2 de febrero de 2017 (ACNUR) – En un pequeño pueblo del sudeste de Bangladesh, la bebé Mukoroma duerme profundamente. Es felizmente inconsciente de la preocupación en la cara de su madre, Rojia, o de lo que tuvo que sufrir para que sus hijos puedan dormir hoy tranquilamente.

En un distrito vecino, Iliyas, de 16 años, hace una mueca de dolor mientras cojea, apoyado sobre su pierna buena. La larga cicatriz que tiene en la pierna izquierda se está curando bien, pero él aún necesita muletas para desplazarse.

Iliyas y Rojia se encuentran entre los más de 60.000 rohinyás que se estima que han buscado refugio en Bangladesh desde octubre de 2016. Huyeron de sus hogares en el estado de Rakhine, en el norte de Myanmar, después de que los ataques de militantes contra varios puestos de la policía desencadenaran una operación de seguridad que dio como resultado la quema de casas, el desplazamiento de civiles y denuncias de violaciones de derechos.

"Oí disparos y todo el mundo corría"

"Era domingo y fui al mercado a ayudar a mi padre a vender verdura", dice Iliyas, recordando el día en que su vida cambió, en octubre pasado. "Oí disparados y todo el mundo corría. Recibí un disparo en la pierna y caí en un campo de arroz".

En la aldea de Rojia, la mayoría de los hombres se habían marchado de manera preventiva, dejando a las mujeres en casa. Después de que hombres armados saquearan su casa a punta de pistola, la mujer de 29 años decidió que era demasiado peligroso quedarse allí. A pesar de estar embarazada de nueve meses, agarró a sus cuatro hijos y se unió a un grupo que se encaminaba a la frontera con Bangladesh. Caminaron durante más de 10 km. por carreteras secundarias para evitar atraer la atención.

"Estaba exhausta y ya no me podía mover. Tenía las piernas hinchadas y la presión sanguínea alta", dice.

Con grandes dificultades, la familia de Iliyas y la de Rojia finalmente cruzaron el río Naf para llegar a Bangladesh, donde encontraron a sus familiares que habían llegado antes.

"Mi esposo ya estaba en Cox's Bazar y en contacto con ACNUR", dice Rojia. "Enviaron una ambulancia para llevarme al hospital. Nueve días después nació mi bebé".

Rojia, de 29 años, con su bebé Mukoroma, que nació a los 9 días de llegar a Bangladesh.

Iliyas tampoco se encontraba mucho mejor. Sin poder recibir un tratamiento adecuado en su país, le habían tapado la herida con unas hojas que habían atado con tiras de tela. Se le habían hinchado la pierna y también las manos por la infección. En Bangladesh, ACNUR y sus socios le llevaron a un hospital, donde descubrieron que la bala le había fracturado el fémur. Le practicaron una intervención quirúrgica que le salvó la vida y le implantaron una pieza metálica para estabilizarle la pierna.

Ahora Iliyas se está recuperando al cuidado de sus familiares. ACNUR le facilitó algo de ropa y una silla con un asiento especial que le permite hacer sus necesidades sin que le tengan que llevar al baño con frecuencia. Iliyas ha pedido unas muletas para poder volver a ponerse en pie.

"Estoy contento de estar vivo", dice, añadiendo que le gustaría reemprender sus estudios de noveno grado en Bangladesh.

Si bien el adolescente intenta ser positivo y mirar hacia el futuro, también está preocupado por aquellos que dejó atrás en Myanmar. "Mi madre y mis hermanos se están quedando sin comida y van mendigando de casa en casa", dice.

En Myanmar, ACNUR defiende el acceso sin restricciones a las áreas afectadas en el estado de Rakhine para identificar y cubrir las necesidades humanitarias urgentes. La Agencia también solicita acceso total a las personas del pueblo rohinyá que llegan a Bangladesh, donde trabaja con sus socios para facilitar protección y asistencia a este grupo altamente vulnerable.

"Si hay paz, volveré inmediatamente"

La familia de Rojia está actualmente refugiada en una aldea de Bangladesh. Pagan 2.000 taka (unos 25 dólares estadounidenses) por una casa compartida con otras tres familias, y viven con el temor de ser arrestados y deportados.

"No nos gusta quedarnos en la casa de otras personas con otras familias. No nos gusta ser una carga para ellos", dice Rojia. "Si hay paz, volveré inmediatamente a Myanmar."

Con anterioridad al ingreso reciente, ACNUR prestaba asistencia a 33.000 refugiados rohinyás en dos campamentos oficiales en Bangladesh. Además se estimaban en varios cientos de miles los miembros indocumentados de este pueblo que vivían en asentamientos improvisados y en aldeas.

"Con estas nuevas llegadas hay una necesidad urgente de inscribir y documentar a todos los rohinyás que estén en Bangladesh, independientemente de dónde se encuentren", dice el Representante de ACNUR en Bangladesh, Shinji Kubo. "Este procedimiento ayudará al Gobierno a saber quién está en su territorio. También ayudará a las agencias humanitarias a dirigir la asistencia a aquellos que más la necesitan, incluidas las comunidades anfitrionas".

Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.