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Proyecto promueve enseñanza para niños, niñas y adolescentes refugiados

Historias

Proyecto promueve enseñanza para niños, niñas y adolescentes refugiados

Espacio de educación y protección de niños, niñas y adolescentes ofrece educación no formal y asistencia social y psicológica en las ciudades de Boa Vista y Pacaraima para niños de entre 3 y 17 años.
6 September 2019
Niñas venezolanas tras una mañana de actividades en uno de los espacios de educación y protección de niños, niñas y adolescentes en Boa Vista. La agenda se repite en el período de tarde para atender al turno de la escuela formal.

Una de las grandes pérdidas que se producen durante el proceso de desplazamiento forzado corresponde a la fractura del proceso educativo. Niños, niñas y adolescentes que estaban estudiando en sus países de origen y se vieron obligados a dejarlo todo atrás, incluida la escuela y todo lo que ella representa, enfrentan dificultades adicionales durante el proceso. Esta situación tiene un impacto en la vida de los jóvenes que dejaron Venezuela en busca de protección en Brasil.

Para minimizar los efectos de esta situación, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) viene apoyando espacios de educación y protección a niños, niñas y adolescentes implementados y coordinados por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en las ciudades de Boa Vista y Pacaraima, en el estado de Roraima.

Se trata de 23 unidades en el estado de Roraima que ya han atendido a más de 15.500 niños, niñas y adolescentes de entre 3 y 17 años hasta junio de 2019.

Los espacios funcionan dentro y fuera de los centros de acogida de emergencia para personas refugiadas y migrantes en Boa Vista y Pacaraima. Las actividades educativas llevadas a cabo en los espacios están alineadas con la Base Nacional Común Curricular de Brasil, e incluyen la enseñanza de lengua portuguesa y española, conocimientos sobre historia y geografía de Brasil, ciencias y otras asignaturas, así como el desarrollo de actividades de ocio y deporte. El objetivo es preparar a niños, niñas y adolescentes para su ingreso en la enseñanza regular.

“El proyecto de “educación no formal” no sustituye la enseñanza de la escuela formal, sino que integra la pedagogía de emergencia que consiste en mantener a niños, niñas y adolescentes en clase, aunque sea fuera del sistema educativo formal”, explica Marcela Ulhôa, oficial de protección de la niñez en situaciones de emergencia de UNICEF en Roraima.

De acuerdo con un informe mundial de ACNUR sobre educación, de reciente aparición, en el mundo existen en torno a 7,1 millones de niños, niñas y adolescentes refugiados en edad escolar, de los cuales 3,7 millones no acuden a la escuela. Aunque miles de niños, niñas y adolescentes venezolanos están matriculados en las escuelas públicas de Roraima, esta apertura no es suficiente para suplir la demanda de las personas refugiadas y migrantes procedentes del país vecino.

El proyecto integrado de educación y protección de niños, niñas y adolescentes de UNICEF cuenta con el apoyo económico de la Unión Europea, que ha contribuido al fortalecimiento de la respuesta a las personas venezolanas presentes en la región norte de Brasil mediante proyectos que promueven la integración y la convivencia pacífica de dichas personas con la comunidad local, ofreciendo protección a la niñez y a otras personas en situación de vulnerabilidad.

Las actividades se dividen por grupos de edad para poder atender al mayor número posible niños, niñas y adolescentes. Para Ismitiely Sousa, educadora del proyecto, uno de los principales desafíos es nivelar la enseñanza en aulas con edades tan diferentes, como en el caso del grupo B. “Unos aprenden a escribir mientras que otros ya hacen cálculos matemáticos”

La educadora explica que, a causa de la situación en su país de origen y de la dificultad del acceso a la enseñanza, muchos alumnos abandonan los estudios en las escuelas venezolanas y llegan a Brasil muy desmotivados para retomar la educación. Además, algunos alumnos que se adentran en el sistema público de enseñanza encuentran dificultades de adaptación a causa de la barrera lingüística.

La estrategia educativa de los espacios llega con la idea de atenuar estos obstáculos y promover la integración de niños, niñas y adolescentes refugiados y migrantes en la enseñanza formal, aproximándolos a la lengua y la cultura locales. En estos espacios encuentran un ambiente de desarrollo, aprendizaje y mucho cariño por parte de los educadores.

Como relata la pequeña María Eugenia, de 9 años: “Lo que más me gusta son las “maestras”, porque son muy buenas con nosotros”. El pequeño Josué, de 10 años, añade: “me gustan las actividades y las tareas que hacemos aquí y que me ayudan a aprender más”.

Anderson, joven venezolano de 17 años y que todavía no está matriculado en una escuela local, actúa como voluntario para los educadores durante las actividades para los más pequeños, al tiempo que aprende algo de portugués. “Como todavía no estoy estudiando y no hablo mucho portugués, vengo a ayudar a las profesoras y así puedo aprender con los pequeños cómo se llaman las cosas”.

Además de proporcionar una continuidad en el aprendizaje, los espacios también trabajan para proteger a la niñez atendida y a sus familias. “Además del equipo de educadores, contamos con un servicio de psicólogos y asistentes sociales que prestan apoyo al proyecto”, explica Marcela.

El conocimiento es la clave para cambiar la vida de cualquier persona. Aunque ACNUR trata de atender las necesidades más básicas y urgentes de la población desplazada por la fuerza, la Agencia de la ONU para los Refugiados invierte en medios que promueven una mayor autonomía de estas personas para que puedan escoger un futuro mejor. “Niños y niñas necesitan estructura, rutinas y actividades educativas y recreativas como parte de su proceso de desarrollo. Espacios como este permiten que aprendan, jueguen y reconstruyan su futuro a través del conocimiento”, dice Angélica Uribe, oficial de protección de ACNUR en Roraima.

Educación y un futuro mejor es exactamente lo que Jénifer, de 38 años sueña para su hija Eugenia y sus otros cuatro hijos. En la actualidad la joven madre vive en uno de los centros de acogida de emergencia para personas venezolanas en Boa Vista junto con tres de sus hijos de 4, 9 y 19 años. Para ella, “contar con la escuelita aquí en el albergue me aporta paz porque sé que los niños están aprendiendo, aunque no se trate de una escuela regular”. Jénifer añade: “mi sueño es que mis hijos reciban una educación y en el futuro encuentren un puesto de trabajo en Brasil”.