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Refugiados y locales se unen para restaurar el medio ambiente en Ruanda

Un hombre frente a un vivero de plántulas de árboles en un campamento de refugiados.
Historias

Refugiados y locales se unen para restaurar el medio ambiente en Ruanda

Personas refugiadas congoleñas en el campamento de Kigeme colaboran con ruandeses en la plantación de árboles para proteger el suelo y participar en la rehabilitación del medio ambiente.
5 September 2023

Eugene Rurangwa Gituku, un refugiado congoleño que vive en el campamento ruandés de Kigeme, en el vivero donde él y su grupo cultivan plántulas para sembrarlas en el campamento y sus alrededores.

En una tarde soleada, Eugene Rurangwa Gituku, un refugiado congoleño que vive en el campamento de Kigeme, riega las semillas de un vivero mientras sus colegas evalúan periódicamente su crecimiento.

Este refugiado de 65 años confía en que estos árboles mejoren la calidad del aire en el campamento y, lo que es más importante, fijen el suelo con sus raíces en una zona amenazada por altos índices de erosión y corrimientos de tierra.

“Desde que empezamos a plantar árboles, hay una gran diferencia cuando llueve”, comenta. “Antes el suelo era muy débil y se desprendía, pero las raíces de los árboles lo mantienen unido”.

“Cuando vivíamos en el Congo, teníamos muchos bosques, así que ahora nos sentimos como en casa, y podemos sentarnos a la sombra de los árboles cuando hace demasiado calor”, añade.

"Ahora nos sentimos como en casa"

Eugene Rurangwa Gituku, 65 años

Situado en dos colinas adyacentes en el sur de Ruanda, el campamento de refugiados de Kigeme acoge a más de 14.000 personas refugiadas congoleñas desde 2012. Pero un canal de drenaje combinado con lluvias cada vez más intensas vinculadas al cambio climático contribuyeron a la formación de dos grandes barrancos entre las colinas a ambos lados del campamento.

“Hubo muchas consecuencias, los niños se caían al barranco”, explica Edson Munyakarambi Sebutozi, refugiado congoleño de 54 años y presidente del campamento. “Las familias que vivían aquí se han dispersado, algunas se reubicaron en Mahama [otro campamento de refugiados, a 250 kilómetros]”.

Añadió que tener que reubicarse era un gran contratiempo para los refugiados que dependían de los negocios que gestionaban en el campamento para complementar sus raciones de ayuda.

Los barrancos también han causado heridos.

Apollinaire Uwimana, de 47 años, estaba cavando terrazas cerca del barranco un día cuando un pequeño desprendimiento de tierra le arrastró bajo los techos. Resultó gravemente herido en los brazos y el cuello, y tuvo que permanecer seis meses hospitalizado.

“Antes trabajaba y mantenía a mi familia, pero con esta discapacidad no puedo hacer nada”, explica Apollinaire.

En lugar de aceptar la situación, Eugene, Edson y otros refugiados decidieron abordar el problema de frente. Junto con ruandeses que vivían cerca del campamento, recibieron capacitación sobre protección medioambiental de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y World Vision, una ONG internacional. Aprendieron que plantar árboles contrarrestaría la expansión del barranco, y protegería el suelo y el medio ambiente a su alrededor.

Desde 2019, cuando un grupo formado por 14 personas refugiadas y seis ruandesas empezó a cultivar plántulas de árboles, han plantado más de 37.000 árboles en el campamento y 26.000 en la comunidad de acogida. Las variedades incluyen eucaliptos, alnus y árboles frutales.

“Aquí solía haber colinas vacías, entonces encontramos soluciones junto con nuestros anfitriones”, explica Edson.

La plantación de árboles ha frenado el crecimiento de los barrancos, mientras que las reubicaciones y las sesiones de concienciación de la comunidad han reducido el número de lesiones relacionadas con ellos.

Estas actividades medioambientales están ayudando a cumplir la promesa realizada por el Gobierno de Ruanda en el Foro Mundial sobre los Refugiados de 2019 de reducir cualquier impacto adverso sobre el medio ambiente en las zonas que acogen población refugiada y de construir asentamientos de refugiados resilientes. El Gobierno empezará pronto a construir terrazas y muros de contención en los barrancos.

Además de proteger el medio ambiente, el proyecto también ha permitido a los refugiados participantes planificar el futuro al proporcionarles unos ingresos regulares en forma de salarios pagados por ACNUR y World Vision.

“[Nos] permitió ahorrar algo de dinero y evitó que nos quedáramos en casa. También estamos aprendiendo sobre el espíritu empresarial porque adquirimos algunas habilidades sobre cómo preparar viveros de árboles. Estamos planeando empezar a producir flores para ampliar nuestro mercado”, agrega Edson.

Nos hemos hecho amigos

Eugene Rurangwa Gituku, 65

A medida que los habitantes del campamento y sus anfitriones ruandeses colaboran para rejuvenecer el medio ambiente de la zona, la cohesión social entre ambas poblaciones también ha mejorado notablemente.

“Vivir en una zona de alto riesgo es difícil tanto para los refugiados como para los ruandeses, así que este proyecto es beneficioso para ambos. Al abordar el cambio climático con mis hermanos que viven en el campamento, nos hemos hecho amigos”, comenta Obed Tuyizere, de 24 años, uno de los miembros ruandeses del grupo ecologista.

Su sentimiento de unidad y responsabilidad compartida sigue creciendo a medida que participan en las labores de rehabilitación medioambiental y educan a sus comunidades sobre la importancia de la conservación del agua y el reciclaje. El campamento y las zonas vecinas se han convertido en lugares donde los árboles prosperan, y los residentes encuentran consuelo en la sombra que ofrecen.