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Se desvanecen las esperanzas para los sirios acampados en la frontera griega

Historias

Se desvanecen las esperanzas para los sirios acampados en la frontera griega

A group of seven Syrian refugee families, once strangers, arrived on the Greek islands together and are still together. [for translation]
4 March 2016
Un grupo de siete familias refugiadas sirias, que hasta hace poco no se conocían, llegaron juntas a las islas Griegas y aún siguen unidas.

IDOMENI, Grecia, 4 de marzo de 2016 (ACNUR) – Miembros de siete familias refugiadas sirias, con esperanzas comunes y sueños que se desvanecen, sentados en torno al fuego mientras preparan mate, una bebida tradicional parecida al té.

Llevan más de una semana apiñados junto al lado griego del cruce fronterizo con la ex República Yugoslava de Macedonia.

La zona alrededor de Idomeni se ha convertido en hogar improvisado para casi 20.000 refugiados y migrantes a medida que los países a lo largo de la llamada "Ruta de los Balcanes" han ido cerrando sus puertas a aquellos que tenían la esperanza de llegar al norte de Europa.

En este grupo de 35 personas, muchos eran desconocidos hasta el mes pasado. Sus caminos se unieron cuando cruzaron juntos el mar Egeo a bordo del mismo bote inflable con destino a la isla griega de Quíos.

A estas alturas, los desafíos y las adversidades los han convertido en una gran familia. En Idomeni viven en siete tiendas dispuestas en forma de círculo alrededor del fuego, mientras esperan junto a la frontera.

Tres de las familias están compuestas por mujeres que viajan solas con sus hijos. La más joven del grupo es Rimaz: tiene tres meses y lleva varios días enferma. Rashida es la mayor: tiene 85 años y se echa a llorar cuando le preguntamos cómo sobrelleva la situación.

Cuando era niña fue refugiada palestina en Siria. Ahora ve cómo el mismo destino ha sacudido a sus nietos. Su hogar en Yarmuk, un barrio de Damasco, fue arrasado hace dos meses hasta no quedar nada.

"En Siria, antes de que empezara la guerra, todos los que estamos aquí teníamos coches, casas y una educación", nos cuenta su nieto Ghayth, de 17 años. "No vivíamos así", dice señalando los campos de lodo salpicados de desperdicios.

El desayuno consiste en un trozo de pan por el que a menudo hay que esperar colas de hasta dos horas. Las madres del grupo dicen que tienen dificultades para encontrar leche o cualquier otro alimento nutritivo para sus bebés.

Sin embargo, pese a todo, se prestan mutuo apoyo y se hacen reír todo el día los unos a los otros. Los hombres jóvenes se turnan para encontrar leña de los árboles en los bosques cercanos o para caminar hasta un supermercado en el que comprar verduras y suministros. Pero se están quedando sin dinero después de haber pagado más de 2.000 USD cada uno a traficantes de personas para llegar hasta aquí.

Idomeni nunca se planteó como un centro de recepción de refugiados a largo plazo. Aunque ACNUR ha dispuesto carpas para bodegas, alojamientos prefabricados para los refugiados y grandes tiendas, las instalaciones distan mucho de ser suficientes para todos. Al igual que estas familias sirias, la mayoría de la gente duerme en endebles tiendas de campaña o al raso, apiñados bajo gruesas mantas.

Las autoridades griegas han reaccionado. Las fuerzas armadas están planificando tres campamentos con una capacidad total de 12.500 personas, pero solo uno de ellos está en construcción. En torno a 35.000 hombres, mujeres, niños y niñas se encuentran en la actualidad en Grecia; necesitan albergue y asistencia, y unos 20.000 están ahora en Idomeni.

La mayoría de los refugiados en Idomeni proceden de Siria o Iraq. Los afganos, que conforman el segundo grupo más numeroso de refugiados y migrantes que llegan a Grecia a través del mar, ya no tiene permiso para cruzar una frontera que se sigue abriendo de manera esporádica dando pie a la esperanza en vista de las nuevas restricciones.

A finales del mes pasado las autoridades griegas dejaron de permitir que los afganos tomaran autobuses a Idomeni, y devolvieron a los que ya se encontraban allí a Atenas.

La semana pasada llovió dos veces y los campos de Idomeni se convirtieron en un barrizal. La ropa y las mantas puestas a secar ondean al viento entre las tiendas. El aire se entrecorta con el sonido de niños que tosen.

"La situación se agrava por momentos", declaró el portavoz de ACNUR Babar Baloch. "Nos encontramos ante un tremendo desafío. Grecia tiene dificultades para proporcionar espacios de recepción y modos de atender a las personas. Necesitamos ayuda de la UE y necesitamos que reaccionen rápido para aliviar la presión sobre Grecia".

La mayor parte de los que están aquí son familias. Según cifras de ACNUR, en el mes de febrero las mujeres y los niños constituían casi el 60% de las personas que llegaron por mar, frente al 27% de septiembre de 2015.

Ibrahim es de Yabrud, una ciudad en el campo al norte de Damasco. Huyó de Siria con su mujer y su hija de tres años Sabouha a la que llama su "pequeño ángel". Vivieron dos años en el Líbano como refugiados. Cuando el año pasado la vida en el exilio se hizo demasiado difícil, volvieron a Siria. Sin embargo, puesto que la guerra no tiene visos de terminar pronto, hace poco huyeron a Europa.

Ibrahim lleva puesta la misma ropa con la que salió de Izmir, en Turquía, hace 10 días. Como muchos otros del grupo, desde entonces solo ha conseguido ducharse una vez. Idomeni no tiene duchas suficientes. Se despierta a las 4 de la mañana y se pone a la cola de la leche para los bebés del grupo. A esa hora las colas son más breves.

"¿Qué hemos hecho para merecer esto?", nos dice Ibrahim, y nos pide que no usemos su apellido por seguridad. Tiene dos hermanos en prisión.

"Aquí estamos como en una cárcel. En Siria solo teníamos dos opciones: huir o luchar. El hermano de mi mujer tiene una casa en Hamburgo, en Alemania, y nos está esperando. Pero no podemos llegar".

Otras tres madres sirias del grupo tienen a sus maridos en Alemania. En Idomeni se turnan para cuidar de los hijos de todas.

ACNUR subraya la necesidad de promover soluciones legales como la reunificación familiar y la reubicación para poder suavizar la situación.

"Deben mantenerse opciones legales abiertas para estos casos", dice Baloch. "Si hubiera algún modo legal de venir con seguridad, no tendrían la necesidad de montar a sus hijos en un barco arriesgando sus vidas para acabar en un caos como el que se vive hoy aquí".

Sin embargo, Baloch nos comenta que es difícil transmitir información sobre opciones legales a tanta gente como hay en Idomeni. La agencia de las Naciones Unidas para los refugiados proporciona asesoramiento legal desde la unidad móvil que ha instalado en el campamento. Las personas interesadas en una reubicación o reunificación familiar son derivadas al servicio griego de asilo y ubicadas en un alojamiento temporal.

Pero muchas familias se quedan en Idomeni con la esperanza de que se abran las fronteras.

"Es un desafío enorme", dice Baloch, "porque la gente está ansiosa e impaciente y mantiene la esperanza de que la frontera se vuelva a abrir".

Por Tania Karas en Idomeni, Grecia.

Gracias al Voluntario en Línea Jaime Guitart Vilches por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.