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Tras décadas en Tailandia, refugiados de Myanmar emprenden el camino de vuelta a casa

Historias

Tras décadas en Tailandia, refugiados de Myanmar emprenden el camino de vuelta a casa

Unas 300 personas refugiadas vuelven al sudeste de Myanmar, incluida una familia de cuatro generaciones.
29 July 2019
Pree, una refugiada de Myanmar de 82 años, abandona el albergue temporal de Mae La en el distrito de Tha Song Yang, provincia de Tak, oeste de Tailandia.

Los bisabuelos Pree y Dee Noe están deseando volver a su patria después de tres décadas en el noroeste de Tailandia.

“Cuando abandonamos Myanmar la situación no era muy buena”, cuenta Pree, de 82 años, refugiada karen. “Había muchos enfrentamientos. Vivíamos en la selva y teníamos que desplazarnos con frecuencia de un sitio a otro”.

La pareja huyó a Tailandia para escapar del conflicto entre grupos armados étnicos y las fuerzas armadas de Myanmar. Forman parte de las cerca de 96.000 personas refugiadas procedentes de Myanmar, la mayoría de etnia karen, karenni y bamar, que ahora residen en uno de los nueve refugios temporales ubicados a lo largo de la frontera con Myanmar.

Pree, Dee Noe y su familia se han unido a las más de 300 personas refugiadas que han optado por retornar a Myanmar durante el mes de julio. La familia prevé instalarse inicialmente con la hermana de Pree y otros parientes en el estado montañoso de Kayin en el sudeste del país.

“Muchas personas refugiadas llevan décadas viviendo en una situación de campamento”.

En 2016 los gobiernos de Tailandia y Myanmar acordaron un programa para facilitar la repatriación voluntaria; entre ese momento y febrero de este año, más de 700 personas refugiadas han retornado a Myanmar. Los movimientos facilitados de retorno están dirigidos por los gobiernos de ambos países vecinos con el apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, otros organismos del sistema de las Naciones Unidas y sus asociados.

Estas personas refugiadas vivían en poblaciones informales que emergieron a mediados de la década de 1980, cuando huyeron a Tailandia. Más adelante, se agruparon en torno a nueve grandes comunidades gestionadas por las autoridades tailandesas y a las que ACNUR proporciona acceso a asistencia jurídica, incluidas labores de registro civil. La agencia da también su apoyo a programas de protección de menores y a actividades para prevenir y dar respuesta a la violencia sexual y de género.

“Muchas personas refugiadas llevan décadas viviendo en una situación de campamento”, explica Atsuko Furukawa, coordinadora sénior en el terreno de ACNUR en la provincia de Tak. Hace hincapié en el hecho de que un escenario prolongado de campamento no permite que las nuevas generaciones “desarrollen todo su potencial con dignidad”.

 “La repatriación voluntaria es una de las soluciones, pero no es la única. ACNUR trabaja en estrecha colaboración con los gobiernos de Tailandia y Myanmar para identificar una serie de soluciones que ayuden a estas personas refugiadas”.

“Un ejemplo de otras opciones podría ser, por ejemplo, conseguir el acceso a oportunidades de trabajo formales y legales en Tailandia, en determinadas condiciones”.

ACNUR solo ayuda a aquellas familias que desean retornar que han contactado directamente con la agencia y han declarado que desean formar parte del proceso de retorno voluntario facilitado.  Antes de que el retorno tenga lugar, ACNUR y sus asociados llevan a cabo evaluaciones en las áreas de retorno para valorar las instalaciones disponibles y las condiciones actuales. Se comparte información imparcial y basada en hechos con todas las personas refugiadas que se han inscrito para el retorno, con objeto de ayudarlas a decidir si quieren volver a casa.

Pree dice que su familia –que forma parte de las cerca de 35.000 personas refugiadas que viven en Mae La– se ha sentido segura y bien atendida en Tailandia. Sin embargo, consciente del paso de los años y después de que su hermana le dijera que la situación en su región de origen está mejorando, ahora está deseando volver. “No va a ser perfecto, pero la gente dice que las condiciones son mejores que antes”.

“Quiero volver a Myanmar porque quiero pasar allí el tiempo que me quede”, explica Dee Noe, de 96 años. “Puedo confiar en mis familiares, que podrán criar ganado para obtener ingresos… También es bueno para los niños tener la posibilidad de regresar a su patria”.

“Quiero volver a Myanmar porque quiero pasar allí el tiempo que me quede”.

Mientras Dee Noe, Pree y su hija Mu Htway, que ahora tiene 41 años, nacieron en Myanmar, sus cinco nietos y su bisnieta nacieron en Mae La, el más grande de los nueve refugios temporales.

“Me alegra que nos hayan permitido vivir en Tailandia durante tantos años, pero como refugiados no podemos hacer demasiado aquí, ya que tenemos restringidos nuestros movimientos”, dice. “No tenemos oportunidades para ganarnos la vida”.

Mu Htway espera que, trabajando duro, sus cinco hijos tendrán más libertad y oportunidades en Myanmar.  También está contenta de que su familia reúna las condiciones para obtener la nacionalidad, lo cual les permitirá moverse libremente, trabajar y tener acceso a servicios como educación y sanidad.

Su hijo Pa Ta Ba, de 22 años, que nació en Mae La y tiene a su vez una hija, está de acuerdo en que la familia estará mejor en Myanmar, sobre todo porque tendrán acceso a oportunidades de trabajo.  

“Voy a echar de menos Mae La porque llevo aquí muchos años y siento un gran apego. Nací aquí, crecí aquí, esto es lo único que conozco”, explica. “Pero estoy feliz de seguir a mis abuelos, y creo que las cosas irán mejor y que ser ciudadano implicará tener más libertad”.