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Desplazada a la edad de dos semanas, Rahav encuentra la seguridad en Irak

Comunicados de prensa

Desplazada a la edad de dos semanas, Rahav encuentra la seguridad en Irak

Envuelto en un pañuelo en la cabeza y durmiendo pacíficamente en una cuna de madera, el bebé Rahav, parece ignorar felizmente la dura experiencia que ha sufrido su familia Yazidi.
3 September 2014
Chenar y su familia, que incluye a su bebé Rahav, de un mes de edad, en una tienda en el recién establecido campamento de Khanke, en el Kurdistán iraquí, después de huir de su hogar en el norte de Irak.

KHANKE, Irak, 3 de septiembre de 2014 (ACNUR) – Rahav, una bebé de un mes de edad, ha pasado la mayor parte de su corta vida huyendo. A los quince días de su nacimiento, sus padres, como otras miles de familias de la minoría étnica yazidí, huyeron de sus hogares tras la toma por parte de grupos armados de la ciudad de Sinjar, al norte de Irak a principios de agosto.

Envuelta en un pañuelo para la cabeza y durmiendo tranquilamente en una cuna rota de madera, la bebé parece felizmente ajena a los duros momentos por los que pasa su familia. Pero mientras su madre Chenar vigila a la bebé y explica su huida, la tensión de las últimas semanas se hace evidente.

"A las dos de la madrugada, empezaron a atacar nuestro pueblo", explica a los trabajadores de ACNUR, sentada en el suelo de hormigón de un viejo edificio donde la familia lleva viviendo desde mediados de agosto. "Así es que escapamos. Dejamos nuestros hogares y acabamos aquí".

Chenar y su esposo Naif se encuentran entre las últimas personas en hallar refugio en la región del Kurdistán, al norte de Irak. Pronto se trasladarán a un nuevo campamento, que en la actualidad acoge a 650 familias y que es uno de los nueve que se han establecido para facilitar seguridad y amparo a 1,8 millones de personas desplazadas internamente en Irak en lo que va de año. Mientras más iraquíes huyen de la violencia creciente, hay otros seis campamentos planificados.

Chenar tuvo un viaje angustioso. Después de decidir huir, ella y Naif montaron a Rahav y a sus otros dos pequeños hijos al coche, junto con su suegro. Pasaron una semana de ciudad en ciudad en busca de seguridad. En un punto del viaje, su maltrecho vehículo se estropeó y Chenar se vio obligada a vender sus joyas para pagar la reparación y poder así continuar su huida.

"Tuvimos un viaje muy duro. Durante tres días no tuvimos ni agua ni comida", dice. "En todo el camino hasta llegar aquí, utilicé una caja de tomates vacía para que mi bebé pudiera dormir en ella".

Finalmente, llegaron al pueblo de Khanke en la región iraquí del Kurdistán, a salvo pero desamparados. Desde entonces viven, junto con otras familias yazidíes, en el patio de un edificio público de la localidad. Pasan los días apiñados bajo una marquesina ondulada de hierro para protegerse del feroz calor del verano.

"Cuando llegamos a Khanke, no había nadie para ayudarnos", explica. "Dormíamos directamente sobre el suelo, no había baños y no teníamos agua. Nos teníamos que asear en las casas de los vecinos".

La vida en el patio ha sido una lucha. Por ello, Chenar está contenta de saber que les han adjudicado un lugar en un nuevo campamento en Khanke, donde recibirán una tienda, colchones, mantas y otros objetos básicos facilitados por ACNUR.

Se está trabajando para conseguir que cada tienda tenga electricidad y cada familia cuente con suministro de agua potable y con instalaciones sanitarias, pero de momento, por lo menos, el campamento ofrece más privacidad que el patio.

"No estoy segura de cómo será la vida allí, pero de lo que sí estoy segura es de que será mejor que este lugar", dice Chenar. Su mayor preocupación es como hará frente su familia al próximo invierno, cuando las temperaturas caen en picado y son frecuentes las fuertes lluvias. Unos centenares de metros más allá ya se ha empezado a trabajar para construir los cimientos de nuevas tiendas con suelos y paredes de hormigón que ofrecerán una mayor protección durante el invierno.

Más tarde, después de que la familia se ha trasladado con sus escasas pertenencias a la nueva tienda, Chenar está ocupada acomodando a Rahav y esparciendo agua en el exterior para evitar que el polvo entre en la tienda. Pero su suegro se sienta con las piernas cruzadas en un rincón, hunde la cara entre sus manos y empieza a llorar.

"Todos sentimos el mismo dolor, pero mi suegro está absolutamente desolado", dice Chenar. "Cada vez que mira a su alrededor y nos ve en esta situación y en este lugar, empieza a llorar."

Charlie Dunmore, desde Khanke, Irak

Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.