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Declaración del Alto Comisionado en la V Conferencia de Bruselas sobre Siria

Declaraciones y discursos

Declaración del Alto Comisionado en la V Conferencia de Bruselas sobre Siria

30 March 2021

Buenas tardes desde Ginebra; en primer lugar quisiera saludar a los demás ponentes Maciej Popowski y Achim Steiner.

Achim ya ha expuesto muy bien el panorama por lo que respecta al llamado 3RP, así que permítanme añadir algunos comentarios desde la perspectiva de ACNUR.

Han pasado diez años y la vida no es más fácil, sino más difícil para las personas refugiadas sirias y para muchas personas en Turquía, país que, a causa de esta situación, sigue siendo el país que más personas refugiadas acoge en todo el mundo, sin olvidar por supuesto al Líbano, Jordania, Iraq y Egipto. Países que han acogido y siguen acogiendo con generosidad a personas refugiadas procedentes de Siria. Como ya se ha dicho, el coronavirus ha agravado sus dificultades y su sufrimiento, y tanto el número de personas en situación de necesidad como su nivel de desesperación nunca han sido tan elevados.

Millones de personas refugiadas son ahora más pobres. Nueve de cada 10 personas refugiadas en el Líbano viven ahora en situación de pobreza: casi el doble que en 2019. Las recesiones económicas relacionadas con la pandemia y los confinamientos también han empujado a más de cuatro millones y medio de personas de acogida jordanas, libanesas e iraquíes que viven ahora bajo el umbral de la pobreza.

Las familias no son capaces de llegar a fin de mes y los refugiados se ven obligados a tomar medidas desesperadas para sobrevivir. Y la situación es drástica: reducen comidas, se ahogan en deudas, sacan a sus hijos e hijas de la escuela. Los problemas mentales están creciendo. Los casos de violencia de género también. Demasiados padres toman la devastadora decisión de someter a sus hijas a un matrimonio temprano.

Las cargas del exilio son pesadas, tanto para las personas refugiadas como para la población de acogida.

Y aún así, como Achim ha dicho con mucha claridad, a lo largo de esta década los sirios y sus huéspedes han dado muestras de enorme fortaleza y valor.

Su determinación sigue siendo inspiradora. La comunidad internacional debe demostrar su propia determinación para venir en su ayuda. No con palabras, sino con acciones.

Estas son algunas propuestas:

En primer lugar, debemos aumentar el apoyo inmediato de donantes a los programas humanitarios y de desarrollo, también para capear el temporal causado por la COVID-19.

Los numerosos logros que hemos alcanzado con el paso de los años en educación, sanidad y medios de vida corren el riesgo de desvanecerse a manos de la pandemia y de las consecuencias derivadas de la misma en caso de que no se consiga un mayor apoyo de donantes de forma inminente. Achim habló de esto y yo quiero hacerme eco firmemente de su llamamiento. El apoyo financiero al Plan Regional para los Refugiados y la Resiliencia de Siria (3RP), que incluye a más de 270 socios nacionales e internacionales, debe seguir siendo una prioridad absoluta.

Quiero agradecer sinceramente a esos donantes que siguen mostrando y reforzando su compromiso con las personas sirias y con la región. Sin embargo, resulta preocupante –y, sin duda, inquietante– ver señales en algunos donantes que apuntan que van a reducir sus presupuestos de asistencia. No es momento de hacerlo. Las personas refugiadas y sus comunidades de acogida ya enfrentan grandes dificultades y se encuentran en situación de urgente necesidad; en el Líbano, por ejemplo, la situación es extremadamente preocupante ya que se ve agravada por la crisis política y económica que atraviesa el país. Las consecuencias de no respetar los requisitos humanitarios y de resiliencia afectarán a todas las personas de este país de manera muy negativa, con ramificaciones potencialmente graves en toda la región en sentido amplio.

En segundo lugar, la comunidad internacional debe seguir apoyando a los países de acogida, cuyas economías se han visto muy afectadas por la pandemia y, aun así, siguen brindando protección a las personas en situación de necesidad. Necesitamos ver un mayor apoyo financiero bilateral para que los países de acogida puedan incluir a las personas refugiadas en los paquetes nacionales de protección económica y social, del mismo modo que muchos han hecho ya con los servicios sanitarios y de educación a lo largo de la pasada década.

Hemos alcanzado grandes logros en colaboración con el Banco Mundial, los bancos regionales de desarrollo, otras instituciones financieras internacionales y donantes bilaterales. Este apoyo no debe flaquear. Ahora que las economías siguen viéndose afectadas por la COVID, tenemos que garantizar más oportunidades para la autosuficiencia económica de las personas refugiadas –como ya indicó anteriormente en la primera parte el Ministro de Asuntos Exteriores de Jordania– al tiempo que apoyamos las redes de seguridad social para todos.

En tercer lugar, países de todo el mundo pueden hacer más para compartir la responsabilidad de proteger a las personas refugiadas sirias mediante un aumento de sus admisiones a través del reasentamiento y otras vías legales. A comienzos de 2021 estimamos que unas 587.000 personas sirias que viven en la región necesitan ser reasentadas. Pero solo unas decenas de miles como mucho han sido reasentadas anualmente, y esta cifra está en descenso. Apelo a los estados para que aumenten sus esfuerzos en este ámbito también.

Por último, por lo que respecta al retorno de personas refugiadas, del cual se ha oído tanto hablar en esta conferencia, si me lo permiten lo que tenemos que hacer es escucharlas a ellas.

La mayoría de personas refugiadas nos dicen que quieren volver a su hogar en Siria. Pero todavía no están preparadas. Les preocupa la inseguridad, la falta de alojamiento y servicios como la educación y la sanidad, así como su incapacidad de ganarse un mínimo sustento allí.

Mientras trabajamos de manera constructiva para abordar estas preocupaciones, es fundamental que sigamos ayudando a las personas refugiadas y a quienes las acogen.

No es el momento de recortar la financiación.

También tenemos que guardarnos de los retornos forzados o coaccionados desde ningún país.

Pero para aquellas personas que toman la decisión libre e informada de regresar, es vital el apoyo de la comunidad internacional, entre otros mediante un aumento de la asistencia en las áreas de retorno.

Los propios refugiados serán los mejores jueces para decidir cuándo pueden regresar voluntariamente, con seguridad y dignidad. Escuchémoslos y apoyémoslos a ellos y sus futuros sin ninguna politización.

Muchas gracias.