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De la angustia a la esperanza

Comunicados de prensa

De la angustia a la esperanza

"¿Quieres escuchar mi historia? Desafortunadamente, es una historia interesante".
30 May 2017
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TAPACHULA, México, 30 de mayo, 2017 (ACNUR) – "¿Quieres escuchar mi historia? Desafortunadamente, es una historia interesante".

Así es como Iván empieza la conversación de los horribles eventos que lo obligaron a él y a su familia a huir de Guatemala y buscar protección en México. Ellos están en un pequeño hotel en Tapachula, México, el cual ha sido rentado por el ACNUR y es usado como hogar para los refugiados. Iván se sienta al lado del altar en la entrada del hotel. Su esposa está a su lado, sus ojos ya están llenos de lágrimas, anticipando la historia que contará Iván.

"Teníamos muchos hijos", inició contando. "A medida que crecían, la MS y la Mara 18 (pandillas locales) empezaron a acosarnos. Un día, nuestro hijo mayor, que tenía 19 años, volvía del trabajo. Salía a las 6.30 am, después del turno de la noche. Él trabajaba en una fábrica de papel, los empleados allí eran muy calificados y mi hijo era uno de ellos. Cuando llegó a la última parada a las 8.00 am, la mara lo estaba esperando. Lo mataron en un par de segundos, con diez balazos".

La esposa de Iván empieza a llorar en silencio. Él la abraza, y continúa la historia.

"Después empezaron a acosar al siguiente de los hijos. Él tenía 18 años. Era atleta y estaba entrenando para ser jugador profesional de futbol. Ese domingo lo vimos jugar en varios encuentros. Después lo invitaron a un evento en la capital. Eran alrededor de las 7.30 pm cuando volvió a casa, pero casi tan pronto como llegó, recibió una llamada. Cuando colgó el teléfono, nos dijo que tenía que salir de nuevo. Yo estaba preocupado, no quería que saliera tan tarde. Él dijo que volvería muy pronto. Le dije que por lo menos se duchara, ya que venía de jugar futbol todo el día. Pero dijo que tenía que irse, y que volvería en diez minutos".

Iván deja de hablar y se limpia las lágrimas de su rostro. Abre su boca de nuevo, pero no sale ninguna palabra. Después de un momento, se recupera lo suficiente para continuar hablando.

"Él no volvió. Lo mataron. Dos balas. Probablemente pensó que nosotros estaríamos en peligro si no se iba de inmediato, por eso no pudo ni siquiera ducharse. No sabemos por qué pasó. Teníamos estabilidad financiera, teníamos una casa, un auto, y algunas motocicletas. Tal vez por eso lo atacaron, por nuestra "riqueza". Pero nunca sabremos la verdad, porque la policía nunca investigó".

"Otro joven salió herido cuando asesinaron a nuestro hijo, y él reportó todo, incluyendo los nombres de los asesinos. No se tomaron acciones. Al día siguiente, quemaron su casa. La semana siguiente, estaba muerto".

Iván extiende sus manos, demostrando su impotencia. "Pensamos que habían terminado con nosotros. Nuestro siguiente hijo mayor tenía 13. Por las maras, nunca cumplió los 14. Él iba en el autobús, y algunos de ellos lo empezaron a acosar. La policía dijo que había sido un accidente, pero por supuesto que no lo fue, él iba en el autobús. Escuchamos de los testigos que los miembros de la mara lo empujaron del autobús, y un camión lo golpeó".

Iván y su esposa nunca planearon abandonar Guatemala. Ellos amaban su país y habían construido una buena vida allí. Iván había trabajado muy duro para comprar una casa para su familia para que se sintieran a salvo. Él solo quería vivir en paz. Pero con el asesinato de tres de sus hijos, ¿cómo podrían quedarse?

Su hijo menor, Andrés, ahora corría peligro extremo. Las maras intentaron reclutarlo, y dejaron el mensaje muy claro: Si no aceptaba, podría tener el mismo final de sus tres hermanos. Andrés estaba en un inminente peligro, si no se unía a la pandilla, lo matarían. Y si se unía, la pandilla rival intentaría matarlo. Iván no iba a correr el riesgo con su único hijo sobreviviente. Partieron ese día, solo con la ropa que llevaban puesta.

Ellos esperaban ir directamente a La Ciudad de México. Pero les robaron en el camino, y solo tenían suficiente dinero para llegar a Tapachula, cerca de la frontera con Guatemala. A su llegada, los llevaron a un centro de detención para migrantes.

"La detención fue una tortura", dijo Iván, alzando la voz con pasión. "Estábamos huyendo de las maras, pero estábamos en un lugar al que ellos podían acceder. Era peligroso. No solo estaba allí con mis hijos, sino también con mis nietos. El más joven es Pablo, y hasta él corre peligro. Podrían reclutarlo como informante de las maras en el centro de detención. A los niños los consideran perfectos mensajeros de drogas, ya que la ley no puede hacerles nada. Así que las pandillas los obligan a abandonar la escuela y trabajar para ellos. Para evitar esto, los padres se ven obligados a mantener a sus hijos en casa".

Cuando el ACNUR descubrió a esta familia en el centro de detención, la Agencia abogó con las autoridades locales para que los liberaran y se las arregló para que permanecieran en el hotel donde están ahora. El ACNUR los apoya a través del programa de ayuda en efectivo, que les permite pagar la habitación del hotel y comprar comida hasta que puedan encontrar una casa o apartamento para alquilar.

"Estamos agradecidos por lo que tenemos ahora, nueve personas en cuatro habitaciones", dice Iván. "En el centro de detención no podíamos quedarnos juntos. Hemos estado aquí los últimos 13 días. El gerente del hotel ha sido muy agradable con nosotros".

Cuando se le pregunta si se siente seguro aquí en México, Iván sacude la cabeza. Esta parte de México está tan cerca de Guatemala que se siente como si estuvieran en otra "rama" del lugar de donde escapó. Su mayor deseo es ir a otro lugar más lejos, a algún lugar al que pueda volver a llamar a casa.

Sus ojos toman una mirada distante cuando piensa en lo que dejó atrás. "No pagué la factura de electricidad. Deben haberla cortado. Tal vez nuestra casa está ocupada. Eso es lo que pasa cuando te vas".

Respira hondo para contener las lágrimas.

"Mi hija sigue ahí. Estaba viviendo lejos de nosotros, no podíamos esperarla. Estoy desconsolada".

*Los nombres fueron cambiados por razones de protección.