Cerrar sites icon close
Search form

Buscar el sitio de un país

Perfil de país

Sitio de país

Desplazamiento en Centroamérica

Llamamiento de emergencia

Desplazamiento en Centroamérica

En Centroamérica, el número de personas refugiadas y solicitantes de asilo ha aumentado considerablemente en los últimos cinco años.

Esto se debe a la fragilidad de las instituciones y al incremento de la violencia y de los delitos perpetrados por las pandillas y los carteles del narcotráfico. La situación también se ha agravado a causa de las desigualdades, el impacto de las emergencias climáticas y la pandemia de COVID-19.

En Nicaragua, la inestabilidad política sigue detonando desplazamientos a gran escala.

Teníamos nuestra propia panadería en El Salvador. Cuando llegaron las pandillas, ya no pudimos vender pan. Nos amenazaron y tuvimos que salir del país.

Raúl, de 65 años, huyó junto a su familia de El Salvador a Guatemala

 

En Centroamérica, miles de personas deben decidir entre abandonar su país o correr el riesgo de morir. Para encontrar un lugar seguro donde vivir, sienten la necesidad de abandonar sus hogares y poner sus vidas en riesgo emprendiendo peligrosas travesías. Con frecuencia, estas personas llegan traumatizadas, apenas con las prendas que llevan puestas y con la urgente necesidad de recibir apoyo.

Un número creciente de personas en Centroamérica están siendo forzadas a abandonar sus hogares. En todo el mundo, la cifra se acerca a las 597.000 personas refugiadas y solicitantes de asilo de El Salvador, Guatemala y Honduras. Estas personas huyen de la violencia (incluida la violencia de género), las amenazas, la prostitución y las extorsiones de las pandillas, así como el reclutamiento para integrar sus filas. Las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTIQ+) también huyen de las persecuciones. Muchas más han sido desplazadas en más de una ocasión dentro de sus propios países o han sido devueltas a ellos (con frecuencia, en condiciones riesgosas). La pobreza y la inestabilidad, combinadas con los estragos del cambio climático y el impacto socioeconómico de la pandemia de COVID-19, han agravado la situación.

La inestabilidad política que impera en Nicaragua desde abril de 2018 ha orillado a alrededor de 200.000 personas a huir de persecuciones y violaciones a los derechos humanos. La mayor parte de estas personas (150.000) se ha dirigido a Costa Rica, un país vecino. La cifra de nicaragüenses que han solicitado protección en Costa Rica desde 2018 supera el número de personas que huyeron de las guerras civiles centroamericanas en la década de 1980.

En suma, más de un millón de personas centroamericanas han sido desarraigadas de sus hogares dentro de sus propios países y en países vecinos. Los países y las comunidades de acogida – en Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Panamá – se han esforzado por dar la bienvenida a quienes han tenido que huir. Gracias a nuevas políticas que buscan regularizar su estancia y facilitar una rápida integración, miles de personas han podido rehacer sus vidas. Sin embargo, el creciente número de personas que buscan protección está llevando al límite las capacidades de las comunidades de acogida, con servicios limitados que también deben atender a la población local.

Para mí, este proyecto representa la esperanza. Aunque tuvimos que abandonar nuestro país, tenemos la oportunidad de cumplir un sueño.

Isabel, una hondureña de 56 años que está alcanzando la autosuficiencia gracias a un proyecto de generación de empleos del gobierno y del sector privado en Guatemala

 

¿Qué está haciendo ACNUR para ayudar?

Toda persona tiene derecho a buscar protección, y ninguna merece que se le obligue a abandonar todo ni debe atravesar por una tragedia inconmensurable. ACNUR trabaja sin parar en toda Centroamérica para garantizar que las personas que huyen de la violencia y de las persecuciones puedan solicitar asilo en otros países o buscar protección en el propio.

En congruencia con el Pacto Mundial sobre los Refugiados y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ACNUR colabora con los siete gobiernos que lideran el Marco Integral Regional para la Protección y Soluciones (MIRPS) en la búsqueda de innovadoras soluciones a la crisis de desplazamiento forzado en Centroamérica.

Asimismo, para brindar apoyo a las personas desplazadas por la fuerza, en las comunidades desplazadas y de alto riesgo, ACNUR trabaja de la mano de sus socios, que incluyen organizaciones confesionales y de la sociedad civil. Además, fomenta soluciones en favor de las personas centroamericanas refugiadas, desplazadas internas, solicitantes de asilo y deportadas con necesidades de protección.

Por ese motivo, ACNUR se esfuerza por fortalecer las capacidades de los países que reciben personas refugiadas para garantizar el acceso seguro y eficiente a los procedimientos de determinación de la condición de refugiado. Por otra parte, la Agencia de la ONU para los Refugiados apoya alojamientos y redes que crean espacios seguros en México y Centroamérica para brindar asistencia inmediata a las personas en situación de movilidad humana, así como identificar a aquellas que requieren protección internacional.

ACNUR colabora también con otras organizaciones humanitarias y de desarrollo para garantizar el acceso a las personas de interés en sus países de origen, lo que incluye programas que buscan empoderar a personas desplazadas internas, niñas y niños, mujeres, personas deportadas con necesidades de protección, personas LGBTIQ+ y otras personas afectadas por la violencia. Del mismo modo, ACNUR brinda apoyo vital y otorga subvenciones en efectivo para ayudar a las personas desplazadas.

Aunado a ello, promueve la integración local de las personas refugiadas y solicitantes de asilo en los países de acogida, y las ayuda a emplear las habilidades con las que cuentan o les facilita la adquisición de otras. Además, ACNUR se está esforzando por frenar la xenofobia y promover una coexistencia pacífica entre las personas desplazadas y quienes les han dado acogida.

Apoyar la labor de ACNUR

He luchado siempre. No me quedaré quieta
viendo cómo pasa la vida frente a mis ojos.

Sara*, una madre de 29 años que trabajaba en la distribución de alimentos y que huyó a Guatemala junto a su esposo y su bebé
porque temía por la seguridad de su familia luego de haber participado en las protestas en Nicaragua.