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Un pueblo francés abre su castillo como hogar para refugiados

Historias

Un pueblo francés abre su castillo como hogar para refugiados

Una tranquila aldea en el centro de Francia ha recibido a docenas de refugiados.
20 Abril 2017 Disponible también en:
El castillo de Pessat-Villeneuve, Francia se convirtió en un centro de recepción en 2015.

Pessat-Villeneuve es un pueblo típico de la región de Puy de Dôme, en el centro de Francia. Tiene hileras de casas unifamiliares con jardines, una elegante iglesia románica, un patio de escuela donde los niños juegan y gritan libremente, una bandera francesa que ondea desde el ayuntamiento y un parque con un castillo que ha pasado de ser un campamento de verano infantil a ser propiedad del ayuntamiento.


En noviembre de 2015, Pessat-Villeneuve, con una población de 550 habitantes, abrió las puertas de su castillo a los refugiados de Calais y París, transformándolo en un centro de acogida y orientación (CAO, por sus siglas en francés). Desde entonces, ha acogido a 136 refugiados.

Esta es la historia de la aldea durante el año pasado y las experiencias de algunos de sus residentes.

"El odio hace ruido. La solidaridad es silenciosa pero inspiradora y efectiva", dice el alcalde Gerard Dubois.

El alcalde

El alcalde nos esperaba en el balcón del ayuntamiento cuando llegamos. Hoy es el día que dedica a los asuntos de la localidad, lejos de su trabajo en el servicio postal francés.

Gérard Dubois cree firmemente en la solidaridad, en el apoyo mutuo. No le resultó difícil tomar la decisión de abrir un centro de acogida para refugiados en Pessat-Villeneuve. Sin embargo, tuvo que convencer a los residentes de que era lo correcto. No fue tarea fácil. Cuenta que, durante la reunión pública que convocó en noviembre de 2015 con motivo de la apertura del Centro, se sentía como un "toro en la plaza". En las semanas siguientes, incluso recibió amenazas de muerte, pero la solidaridad fue más fuerte y hasta el día de hoy no se ha arrepentido de su decisión.

"El odio es lo que hace ruido", dice. "La solidaridad es silenciosa, pero inspiradora y eficaz".

"Es difícil aceptar que las personas que conoces no compartan tus mismos valores. Pero también he descubierto mucha solidaridad. Me habría rendido si la decisión de abrir el centro de acogida hubiera sido "no".

Dubois cree que la aprensión y los temores iniciales de los lugareños provenían del desconocimiento de los refugiados, pero desaparecieron una vez que los conocieron. "Reunirse y aprender a conocerse cambia todo. Es tan simple como eso".

Antes de concluir añade, "no los llamo refugiados, sino invitados" .

"El centro les da la oportunidad de descansar y acceso a la información correcta", dice Angelique Libeyre.

La trabajadora social

Angelique Libeyre es una trabajadora social del Forum réfugiés-Cosi, una organización no gubernamental encargada de la gestión del centro de acogida de Pessat-Villeneuve. Ella informa a los solicitantes de asilo sobre sus derechos y cómo solicitar asilo en Francia, guiándolos durante el procedimiento.

"Es un momento importante para las personas alojadas en el Centro", dice. "Les da la oportunidad de tener un momento de respiro y de reflexión tras su periplo migratorio, al tiempo que tienen acceso a la información adecuada".

Su oficina en el centro de acogida de Pessat-Villeneuve nunca está vacía.

Acaba de recibir la noticia de que 20 personas acogidas en el Centro han sido reconocidas como refugiadas.

"Ahora tenemos que pensar en los próximos pasos y preparar su salida del centro de acogida y orientación", añade.

A Angelique le gusta su trabajo, pero reconoce que puede ser un desafío, ya que no cuenta con los medios en necesarios para satisfacer las necesidades. "Por ejemplo, no siempre tenemos un intérprete para acompañar a los refugiados al médico", dice.

El apoyo psicológico también es esencial, pero faltan recursos.

"Cuando ves sus ganas por aprender, es como una inyección de energía", dice Brigitte Dubosclard.

La jubilada

Brigitte Dubosclard es voluntaria en el centro de acogida de Pessat-Villeneuve. Profesora jubilada, ahora da clases de francés a los refugiados y también es la responsable de una tienda de ropa. Ella fue la primera en ofrecerse voluntaria durante la reunión pública organizada por el alcalde cuando el centro abrió sus puertas.

"Cuando me di cuenta de que había un sentimiento general de miedo, me dije de inmediato: estamos aquí para ayudar; Francia es una tierra de asilo para los refugiados desde hace muchos años",cuenta. "Sólo hice una pregunta: ¿qué necesitan?".

Brigitte abrió la tienda de ropa con la ayuda de las organizaciones sin ánimo de lucro Secours Populaire Français y Secours Catholique, así como gracias a las donaciones de particulares y de tiendas locales. Brigitte siente que el tiempo que pasa en el centro es gratificante.

Para ella, ser voluntaria es algo natural. "Al ser profesora, decidí dar clases de francés. Cuando ves su motivación y su deseo de aprender, te da un subidón de energía. Recuerdo que en mis clases, los niños a veces bostezaban, al contrario que estas personas, que tienen mucho respeto y un enorme deseo de integrarse, a diferencia de lo que a menudo se escucha".

Ella está convencida de que es esencial seguir ayudando y continuar con la iniciativa. "Cuanto más se habla y se explica, a más personas se logra llegar", dijo.

"Se dieron cuenta de que en algunos países, los niños temen que las bombas caigan sobre sus cabezas", dice Sandrine Menuge.

La maestra

Sandrine Menuge es la directora de la escuela primaria Pessat-Villeneuve desde el año 2000 y ha visto la llegada de los refugiados como una oportunidad para hablar sobre la diversidad con los niños de su clase. Ella les encargó el proyecto de encontrar 100 caras de niños de todo el mundo en 100 días.

"Buscamos fotos para ver de dónde vienen estos niños, cómo son, cómo viven", dice Sandrine. Los niños reaccionaron de manera espontánea al ejercicio: "No podían imaginar que hay niños que no tienen televisión, ni coche".

Una tarde, invitó a dos refugiados, Mary de Eritrea y Ali de Sudán, a venir a la escuela. Los estudiantes les preguntaron sobre su viaje. "Miramos en el mapa para ver todos los países que tuvieron que atravesar para llegar a Francia. Pensaron que eran muy valientes".

Los niños también entendieron por qué los refugiados habían tenido que abandonar sus hogares. "Se dieron cuenta de que en algunos países, los niños temen que las bombas caigan sobre sus cabezas. Fue maravilloso poder compartir ese momento".

Y, hablando con los niños, Sandrine también consiguió involucrar a los padres. "Algunos estaban preocupados, pero también recibí mensajes de apoyo de padres que estaban contentos de que sus hijos pudieran descubrir cosas nuevas y entenderlas. Espero que esto los haya sensibilizado sobre la diversidad y la apertura a los demás. Es bueno sembrar pequeñas semillas. El aspecto emocional es muy importante a esa edad".

"En Calais, había peleas todos los días. Aquí estamos alojados en casas, y no en tiendas de campaña".

El deportista

Naseer, de 25 años, huyó de Afganistán hacia Europa, viajando por carretera y por mar a través de varios países. Él es reacio a contar su historia, prefiriendo centrarse en su vida en Pessat-Villeneuve y pensar en sus sueños para el futuro. Estos pueden resumirse en una sola palabra: cricket.

Dice que es feliz de haberse mudado a este pueblo. "Pessat es un buen sitio", dice. "En Calais, había peleas todos los días. Aquí estamos alojados en casas, y no en tiendas de campaña".

Cuando puede, Naseer corre 15 km cada mañana y también participa en competiciones. A principios de marzo, participó en una carrera de 13 kilómetros en Volvic a través de los volcanes del Macizo Central y terminó en el puesto 115 de 500 competidores.

Pero el cricket es su pasión. "La gente aquí no conoce el cricket. Les gusta el fútbol. Francia no tiene cricket".

Pero ha oído que hay un club del cricket en Clermont Ferrand y planea visitarlo. Su objetivo es desarrollar un equipo nacional francés de cricket. "El cricket es un deporte muy bueno. El fútbol es muy peligroso, corres demasiado".

Naseer dice que espera volver a Afganistán cuando s pueda vivir en paz y no haya conflictos. "Hay bombas todos los días. Me siento mal por Afganistán".

"Quiero vivir cada día", dice Amir.

El estudiante

Amir, de 27 años, huyó de Afganistán y terminó en Calais. Esperaba llegar al Reino Unido, donde hay una comunidad afgana establecida, pero finalmente decidió quedarse en Francia.

En Afganistán, donde Amir había estado estudiando enfermería, la guerra le hizo la vida imposible. "¿Por qué la gente vendría a Europa y caminaría durante meses -- mujeres y niños-si no fuera para huir de la guerra?", dijo.

Él viajó a pie, en camión y en barco, por todos los medios posibles, cuenta.

"Me siento mejor ahora", dice desde el centro de acogida de Pessat-Villeneuve. "Tengo un techo, tengo amigos. Hay gente buena. Es importante que la gente entienda por qué estamos aquí. Somos refugiados. No quiero depender de la ayuda del gobierno. Quiero empezar a vivir por mí mismo".

Espera retomar sus estudios y proseguir su vida en Francia. "Quiero vivir cada día de mi vida".

Por Céline Schmitt.