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El amor de una pareja joven resiste la guerra en Sudán y llega a Etiopía

Historias

El amor de una pareja joven resiste la guerra en Sudán y llega a Etiopía

Mussa y Jamila tenían grandes planes para el día de su boda, pero el conflicto en Sudán truncó sus sueños. Huyeron a Etiopía, donde ahora están reconstruyendo sus vidas.
14 Febrero 2024 Disponible también en:
Un hombre y una mujer con un corazón al fondo

La pareja de refugiados sudaneses recién casados Mussa Mohammed, de 25 años, y Jamila Ahmed, de 22, sentados en su alojamiento en el campamento de refugiados de Sherkole, al noroeste de Etiopía.

Mussa Mohamed, de 25 años, recuerda vívidamente la primera vez que vio a Jamila Ahmed, de 22, en la ceremonia de una boda en Jartum, la capital de Sudán. Ella entró en la pista de baile con un precioso vestido naranja, su color favorito.

“El color de su ropa me atrajo mucho... Cuando la miré, vi belleza”, cuenta Mussa. Ella declinó cortésmente su petición de bailar, pero a pesar de este incidente inicial, Mussa quedó cautivado.

Unas semanas más tarde, se encontraron en otro evento en el que ella ayudaba a sus anfitriones a servir el té a los invitados. Esta vez se pusieron a hablar e intercambiaron sus datos de contacto. Después de un año de conocerse, se enamoraron y acordaron que Mussa pediría a los padres de Jamila su mano.

“Fue increíble”, comenta. “Llevaba mucho tiempo esperando ese día. Sentí que el mundo entero era mío”.

Planes de boda truncados

Habían planeado una alegre fiesta de boda en abril del año pasado, pero justo antes de su gran día Jartum ardía en llamas al estallar los combates entre el ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido.

Decidieron huir juntos de Jartum pero, desafiando el caos que les rodeaba, organizaron una apresurada ceremonia con familiares cercanos para formalizar su unión.

Al no poder reunirse con la familia de Mussa en Darfur por motivos de seguridad, decidieron dirigirse a Etiopía, donde su hermano mayor vivía como refugiado. Quedarse con la familia de Jamila en un pequeño pueblo cerca de Omdurman, una ciudad en la orilla opuesta del Nilo desde Jartum, también era demasiado arriesgado.

Primero se dirigieron a Damazine, en el estado del Nilo Azul, antes de embarcarse en otro traicionero viaje a través de la frontera.

Su hermano resultó herido durante los combates, pero el resto de la familia está a salvo por ahora. “Tengo nostalgia, pienso en mi familia... pero este es nuestro destino y la voluntad de Dios, y tenemos que aceptarlo”, señala Jamila.

Mussa y Jamila forman parte de los casi ocho millones de personas que han visto forzadas a huir de sus hogares por la devastadora violencia que ha causado estragos en Sudán durante los últimos diez meses. Más de 1,6 millones de personas refugiadas y retornadas han huido a través de las fronteras hacia Chad, Sudán del Sur, República Centroafricana, Egipto y Etiopía, y más de 6,1 millones de personas han sido desplazadas por primera vez dentro del país.

Mussa y Jamila formaban parte del grupo inicial de alrededor de 50.000 personas refugiadas y solicitantes de asilo que entraron a Etiopía tras el estallido del conflicto. Primero se instalaron en el centro de tránsito de Kurmuk, cerca de la frontera, antes de que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, los reubicara en el actual campamento de refugiados de Sherkole, a unos 50 kilómetros de distancia.

“Aquí estoy bien porque me quedo en mi casa. Allá [en el centro de tránsito] vivíamos cuatro personas en una tienda..... [Aquí] no hace frío, no hay problemas”, asegura Mussa.

Encontrar su lugar

Mussa no está acostumbrado a quedarse de brazos cruzados. En Jartum administraba una tienda mientras estudiaba a tiempo parcial en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Sudán.

Decidido a rehacer su vida, con sus ahorros y la ayuda de su hermano mayor, quien acogió a la pareja en el campamento de refugiados, abrió una pequeña tienda en la que vende sandalias y alimentos.

Sentado frente a su tienda, en el corazón del mercado principal del campamento, Mussa limpia un montón de zapatos de plástico en una cubeta con agua espumosa antes de colgarlos para la venta. “Para mí, si tengo dinero, me siento libre”, explica. “Siento que tengo soluciones a mis problemas. Animo a los refugiados a abrir sus propios negocios porque lo que aportan las agencias de ayuda dura solo unas semanas”.

ACNUR está trabajando con el Gobierno de Etiopía y sus socios en un nuevo asentamiento para acoger a las personas recién llegadas y apoyar los medios de vida y la inclusión económica de la población refugiada. Sin embargo, Etiopía ya acoge a casi un millón de personas refugiadas –además de 3,5 millones de personas desplazadas internas – y los recursos ya están desbordados. ACNUR solicita 426 millones de dólares (USD) para brindar protección y asistencia vital este año.

Mantenerse positivo

A mediodía, Mussa sale de la tienda y va a ver cómo está su esposa en su casa de paredes de barro, a unos 10 minutos a pie del mercado. Jamila ha decorado las paredes de su dormitorio con grandes corazones de arcilla de color naranja.

A pesar de las trágicas circunstancias que rodearon su boda, Jamila cuenta que la decoración refleja sus sentimientos hacia Mussa, y sus esperanzas y planes para su vida juntos. “Me recuerda el amor que siento por mi esposo. Estoy feliz de estar con la persona que amo [y] deseamos un futuro brillante para nuestros hijos”.