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Puntada a puntada, las mujeres refugiadas en Kenia se forjan una nueva vida

Historias

Puntada a puntada, las mujeres refugiadas en Kenia se forjan una nueva vida

Adolescentes traumatizados que llegaron a Kenia encuentran curación, confianza en sí mismos y dinero en efectivo en su propio negocio de fabricación de bufandas.
26 Diciembre 2013 Disponible también en:
En su soleado taller en Nairobi, estas jóvenes refugiadas del Colectivo Maisha de Heshima se concentran mientras cosen uniformes escolares.

NAIROBI, Kenia, 26 de diciembre de 2013 (ACNUR) – Lydia Umutoniwase mira fijamente la máquina de coser mientras se prepara para enhebrar la aguja. Está profundamente concentrada a pesar de la cháchara de las mujeres a su alrededor y el ruido de las otras máquinas de coser. A su izquierda hay una pila de fulares de colores recién planchados y listos para la venta.

Lydia, de 19 años, forma parte de la veintena de jóvenes refugiadas que conforman el Colectivo Maisha. Este grupo fabrica y vende textiles y fulares teñidos, lo que permite a sus miembros aprender a comerciar y ganar un sueldo.

"Maisha" significa "vida" en kiswahili y Lydia explica que para sus miembros, el Colectivo ha abierto la puerta a una nueva vida en un nuevo país.

"Cuando vivía en la República Democrática del Congo había perdido la esperanza. Pero ahora mi vida ha cambiado", dice Lydia en voz baja, pero con una amplia sonrisa.

Los fulares se venden en las ferias de artesanía y tiendas de Nairobi, así como por Internet. Desde que el Colectivo echó a andar en 2009, han vendido miles de fulares a personas que viven en Canadá, Estados Unidos o Europa. Lo que los compradores no ven, son las caras orgullosas de estas mujeres jóvenes, todas ellas refugiadas que llegaron solas a Kenia siendo niñas o adolescentes, y que ahora pueden pagar el alquiler y poner comida en la mesa

"Lo que ha pasado gracias al Colectivo Maisha es que ahora pueden cuidar de sí mismas en lugar de que otros tengan que hacerlo por ellas", dice Hamdi Ali Abdi, encargada del proyecto en el Colectivo, "se sienten más seguras de sí mismas".

El grupo está gestionado por Heshima Kenya, una organización sin ánimo de lucro que ofrece educación, formación profesional, un domicilio seguro y otros servicios a niñas y adolescentes refugiadas que llegan solas a Kenia desde países como Ruanda, Sudán del Sur y Somalia.

Muchas han sido violadas por las milicias o por sus esposos en matrimonios forzados, algunas llegan con niños. La Agencia de la ONU para los Refugiados trabaja con ONGs como Heshima Kenia para ayudar a las mujeres y las niñas a rehacer sus vidas y lograr ser independientes. Empoderar a las mujeres refugiadas es una de las prioridades estratégicas globales de ACNUR.

"Gracias al Colectivo Maisha, ahora sé coser y puedo teñir telas . . . ahora veo que tengo un futuro, como todo el mundo", añade Lydia.

Dahabo Maow, una refugiada somalí, fue el motor que dio impulso al colectivo. Huyó de Somalia después de que estallaran los combates en su pueblo y llegó hasta la ONG Heshima en Nairobi.

"Tenía una pierna amputada y había perdido la esperanza", explica Alice Eshuchi, directora de programas de Heshima."Se sentía tan profundamente desesperada, que ni siquiera quería aprender a leer o escribir. Había perdido a sus padres. Fue al campo de refugiados de Kakuma, donde no pudo recibir los servicios que necesitaba debido a su discapacidad. Cuando llegó a Heshima, la dirección se dio cuenta de podía aprender un oficio. Así que la inscribimos en formación en sastrería y tinte textil".

Dahabo empezó a enseñar a otras mujeres jóvenes en Heshima como coser y teñir. Poco después, se formó el Colectivo Maisha.

"Están adquiriendo capacidad de liderazgo", dice Alice. "Las chicas se empoderan las unas a las otras enseñando lo que ellas mismas han aprendido".

Los miembros de este colectivo reciben 8.000 shillings keniatas (100 dólares) al mes, así como una valiosa formación en gestión de presupuestos para que puedan prepararse para el futuro. Pero reciben mucho más que dinero.

"Se forma una especie de relación familiar entre ellas" explica Hamdi. "Se sienten todas conectadas de alguna manera. Se sientan y mientras empiezan a hacer borlas y adornos, hablan. Es tan eficaz como la ayuda psicológica".

Hamdi dice tal vez no se abrirían tanto con ella, "pero que cuando están sentadas y una chica cuenta que ha perdido a su padre, o que ha sido violada, las demás pueden conectar con ella. Todas se abren, todas hablan".

Lydia perdió todo contacto con sus padres, hermanos y hermanas cuando huyó de la República Democrática del Congo hace dos años. A día de hoy, todavía no sabe si están vivos o muertos. El Colectivo Maisha se ha convertido en su nueva comunidad, en su esperanza y su nueva vida.

"He encontrado a otras chicas que tienen muchos problemas, como yo", dice Lydia, "Soy muy feliz de haberlas encontrado. Somos como hermanas".

Por Shirley Camia en Nairobi, Kenia