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Desde Mogadiscio con cariño: la historia de un sueño cumplido

Historias

Desde Mogadiscio con cariño: la historia de un sueño cumplido

Suleiman's dream comes true as UNHCR repatriates 38 Tanzanian refugees from Zanzibar who had been living in the Somali capital Mogadishu for years. [for translation]
10 Julio 2012 Disponible también en:
Mohammad Adam Suleiman con su hijo en brazos tras aterrizar en Zanzíbar, 11 años después de exiliarse. Zanzíbar, Tanzania.

MOGADISCIO, Somalia, 10 de julio (ACNUR) – Hace once años, Mohamed Adan Suleiman, temiendo por su vida, abandonaba su hogar en la isla de Pemba (Zanzíbar) durante la ola de violencia que se desató tras las elecciones presidenciales en Zanzíbar, territorio tanzano situado en la costa del Océano Índico.

"Fueron unas elecciones muy reñidas, lo que provocó la tensión en el país. Las fuerzas de la oposición protestaron contra los resultados; la gente se echó a la calle y empezó a quemarlo todo", nos contó Suleiman al recordar los acontecimientos de 2001. "Golpeaban a los jóvenes y los daban por muertos. Las mujeres y las niñas fueron violadas . . . A nuestro alrededor, solo la hediondez de la muerte".

"Decidí huir para salvar mi vida cuando escuché que por la noche irían de casa en casa, en busca de hombres como yo. Me preocupaba mi familia, pero temía por mi propia vida", declaraba. Finalmente, se dirigió hacia Somalia tras un duro viaje en barco y a pie.

Sin embargo, tras más de una década viviendo en una de las ciudades más peligrosas del mundo y con la certeza de que la situación había cambiado en Zanzíbar, a principios de este año Suleiman le confesaba a ACNUR que estaba listo para volver a casa: estaba deseando volver a ver a su familia.

"Vivir como refugiado no es fácil, sobre todo en Mogadiscio. Imagina vivir como extranjero en una ciudad donde no hay ningún tipo de seguridad y con poquísimas oportunidades laborales. El sueldo era bastante pobre", afirmó Suleiman, que trabajaba como empleado de limpieza. "¿Qué otra cosa puedo hacer? Mis hijos necesitan comer".

Su sueño se hizo realidad el pasado viernes, cuando, junto con su mujer, sus dos hijos y otros 38 refugiados zanzibareños, Suleiman volvió a casa en dos pequeños aviones fletados por ACNUR. A su llegada, familiares y autoridades de Tanzania los recibieron con una calurosa bienvenida. Suleiman le confesaba a ACNUR que quería empezar una nueva vida en la isla de Pemba, con un entusiasmo compartido por toda su familia.

A todos los refugiados repatriados se les proporcionó un paquete de ayuda a la reintegración, constituido por un subsidio, suministro de alimentos para cuatro meses y utensilios básicos para la vivienda y el hogar. ACNUR, en colaboración con las autoridades de Tanzania, supervisará a las familias que han retornado para garantizarles una buena integración.

El viaje de vuelta a casa de Suleiman fue totalmente distinto de la terrible experiencia que le llevó hasta Mogadiscio hace ya muchos años. En la primera parte de su viaje desde Zanzíbar, se embarcó a bordo de un pequeño barco, lleno de jóvenes en su misma situación, que lo llevaría por la costa hasta el puerto de Mombasa, en Kenia.

"Muchos recuerdos se me pasaron por la cabeza a medida que nos alejábamos cada vez más de la costa. Sentí que estaba viviendo una pesadilla, pero sabía que tarde o temprano despertaría. En ocasiones también pensé que estaba cometiendo un gran error al dejar a mis padres atrás. Si hubiera sabido nadar, me hubiera lanzado al mar y habría vuelto a casa", comentaba Suleiman entre risas.

Pero la decisión estaba tomada y no podía echarse atrás. Lo que más le preocupaba era que le repatriaran y convencer a su familia de que estaba bien. Según nos explicó Suleiman, "un amigo me sugirió que buscara algún organismo de asistencia para que nos ayudaran. Milagrosamente, contamos con la ayuda de ACNUR, que nos proporcionó el status de refugiados".

Lo trasladaron al campamento de Ifo, situado en Dabaad, un extenso campamento de refugiados en el noreste de Kenia. La mayoría de los ocupantes del que se considera el mayor complejo de campamentos del mundo proceden del país vecino, Somalia. Suleiman vivió esta experiencia con unos amigos, también procedentes de Zanzíbar. Compartieron una vivienda tradicional y se les proporcionó una cartilla de racionamiento para poder conseguir alimentos y asistencia.

Pero aun así, seguía muy preocupado. "Las noches eran lo más difícil. No nos importaba revivir la pesadilla que habíamos sufrido, pero el miedo a que nos descubrieran hacía que durmiéramos siempre con un ojo abierto. Constantemente temíamos que nos repatriaran. No nos sentíamos seguros, así que a finales de 2001, decidimos dejar el campamento".

Todo el grupo cruzó el árido terreno que les llevaría cerca de Somalia, un estado sumido en un continuo caos desde que se derrocara al gobierno de Siad Barre en 1991. Les llevó varios días llegar hasta Mogadiscio. La mayor parte del camino la hicieron a pie, atravesando dos ciudades sureñas, Dobley y Afmadow.

En un principio, Somalia solo iba a ser una pequeña parada en su camino hacia la seguridad. "No teníamos ninguna intención de quedarnos en Mogadiscio. Lo que queríamos era huir hacia Sudán o Etiopía", nos confirmó Suleiman. Consultaron a distintas organizaciones de asistencia y les pidieron ayuda para salir de Somalia, todo en vano. "Días y meses de espera se convirtieron finalmente en 11 años".

Durante todo este tiempo, tanto Suleiman como otras 20 familias zanzibareñas han estado viviendo en un antiguo edificio a las afueras de la ciudad. Cada una de las habitaciones, escasamente iluminadas, albergaba al menos a seis personas. El edificio carecía de la seguridad necesaria para hacer frente a cualquier peligro. Incluso había gente que dormía en los pasillos.

Cerca del edificio había una bulliciosa plaza de mercado en la que se podía comprar y vender de todo. Fue allí donde los refugiados procedentes de Zanzíbar intentaron ganarse la vida ayudados por sus hijos, que habían tenido que renunciar a recibir una educación.

A pesar del entusiasmo por volver a casa, Suleiman guarda buenos recuerdos de toda la gente con la que compartió su vida en Mogadiscio y de todo el cariño recibido durante su largo exilio. Afirma que era una ciudad llena de contrastes, pero no una ciudad en la que podrían crecer sus hijos.

El resto de la comunidad de refugiados tanzanos en Mogadiscio, unas 70 personas, confesaron a ACNUR que, antes de tomar una decisión definitiva sobre su vuelta a casa, esperarían y verían cómo se desarrolla la situación de los que fueron repatriados la semana pasada. ACNUR sigue manteniendo un estrecho contacto con todos ellos.

Por Faith Kasina en Mogadiscio, Somalia

Gracias a la voluntaria de UNV Online Ángela Velo Pérez por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.