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Sabores de Ander: un poco de Venezuela en Perú

Historias

Sabores de Ander: un poco de Venezuela en Perú

Entre 2014 y 2017 más de 100.000 venezolanos solicitaron asilo en el mundo, 15.000 de los cuales lo hicieron en Perú. Ander es uno de ellos.
26 Febrero 2018
Ander, refugiado venezolano en Perú, en su restaurante en Lima.

LIMA, Perú, 26 de febrero de 2018 (ACNUR) – Vivir de la gastronomía en uno de los países con los mejores chefs y restaurantes del continente es un desafío para cualquier persona. Especialmente cuando lo que se cocina no es típico peruano. Marquesas, hallacas, tequeños, arepas, bombas y empanadas son algunas de las comidas que cocina y vende Ander, un emprendedor venezolano que se animó a aceptar el reto.

"Cuando llegué hace cuatro años sólo había dos lugares de comida venezolana", explica Ander, quien obtuvo su estatus de refugiado poco tiempo después de haber realizado la solicitud. Y agrega: "En ese momento no conocían la arepa, las bombas, no conocían la comida venezolana, entonces fue mucho más difícil. El peruano es muy arraigado a su comida, no fue fácil entrar al negocio. Fui haciéndolo poco a poco".

Ander y varios miembros de su familia tuvieron que irse de manera forzada por una situación de amenaza y violencia en su país de origen. "Tuvimos que salir por tierra, no había pasajes aéreos por la demanda o estaban al doble y viajamos durante 5 días", cuenta mientras corta ajíes en el living de su casa.

Al comienzo tuvo que sortear muchas piedras en el camino. En algunas ocasiones le quedaba toda la mercadería sin vender y la perdía porque se tenía que consumir en el mismo día. Sin embargo, no se dio por vencido. Continuó cocinando, buscando opciones, capacitándose y también siempre ayudó a sus compatriotas a comenzar.

"Tuvimos que salir por tierra, no había pasajes aéreos por la demanda o estaban al doble y viajamos durante 5 días."

"A los que llegan los ayudo a conseguir el departamento donde quedarse, estoy pendiente, la gente también me ha colaborado muchísimo", relata. Hoy en día tiene un local junto a su tío, solicitante de asilo, además vende comida venezolana en ferias, realiza pedidos para locales y para venta ambulante. Los vendedores con los que trabaja son en su mayoría venezolanos. "Ya hay un boca en boca, ellos trabajan conmigo hasta que consiguen otro empleo: es una ayuda para su comienzo".

Siempre le gustó la gastronomía, si bien se dedicó a estudiar administración comercial y a manejar negocios de ramas tan diversas como la estética y la computación en su país de origen. Cuando llegó al Perú cambió su rumbo y comenzó a cocinar platos que sabía hacer como las hallacas, un tamal salado relleno con guiso. "Es un plato típico venezolano para diciembre. En nuestras mesas siempre el 24, el 31 va a haber. Viene de nuestra cultura afroamericana de la época de la colonia donde nuestros africanos que estaban de esclavos en Venezuela recogían las sobras de lo que la gente dejaba en las mesas y empezaron a preparar ese plato. Y desde ahí se hizo muy gustoso y muy sabroso", detalla.

Ander, refugiado venezolano en Perú, trabajando en su restaurante.

Con el apoyo de Encuentros-Servicio Jesuita de la Solidaridad, fundación que implementa los programas de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Perú pudo contar con un acompañamiento y asesoría para su formación productiva en pastelería en uno de los Centros de Educación Técnica Productiva (más conocidos como CETPRO), y en fortalecimiento de capacidades en el curso "Crea y Emprende" del Ministerio de la Producción.

El curso de emprendedores le sirvió mucho porque lo orientó "en cuanto al producto qué debes vender, cómo lo debes vender y cuál es el mercado donde se debe desenvolver el mismo". "Creo que lo más práctico para cualquier persona del mundo cuando sale de su país es que nos puedan brindar una herramienta de trabajo para que nos podamos desenvolver en cualquier parte; electricidad, corte y costura, peluquería", reflexiona Ander.

"Él es una persona perseverante, estratégica y siempre con la disposición de aprender y ayudar a sus compatriotas", destacó Diana Palomino, responsable del área de medios de vida de Encuentros-SJS.

Actualmente se siente tranquilo ya que la mayoría de su familia llegó a Lima. "El venezolano comparte mucho. El tipo de vida del venezolano es de mucha calidez y compartir", cuenta. Además está entusiasmado con una serie de proyectos que quiere encarar este año y que le permitirán expandir su negocio y realizar lo que más le gusta: producción a gran escala para negocios y empresas.

Por un lado, realizar un estudio físico, químico y biológico a las marquesas (postre venezolano) para poder venderlas en gran cantidad y conseguir el dinero para invertir en una máquina cortadora de masa que le ahorraría hasta cinco horas de trabajo diarias. Por otro lado, Ander sueña con tener su propio programa de TV online: "Quiero publicar por YouTube clases de comida, para enseñarle a la gente a cocinar, para eso tengo que acondicionar el espacio, debería hacer un modular y colocar una cocina plana".

La de Ander es una entre las más de un millón de historias de las personas venezolanas que han dejado su país. Entre 2014 y diciembre de 2017 más de 100.000 personas venezolanas solicitaron asilo en el mundo y otras 190.000 han recurrido a otras alternativas legales que les permiten permanecer de manera regular en la región, según información de distintas fuentes recolectada por el ACNUR y disponible en el Portal de Datos.

En Perú, se estima que a octubre de 2017 más de 15.000 solicitantes de asilo de origen venezolano habían presentado su solicitud ante la Comisión Especial para los Refugiados (CEPR). Perú continúa demostrando su solidaridad con la población venezolana, tanto respecto de las personas que requieren protección internacional como refugiados y acuden al sistema de asilo así como con las medidas adoptadas para facilitar su regularización migratoria mediante el Permiso Temporal de Permanencia (PTP), que actualmente permite obtener una residencia temporaria por el plazo de un año a las personas de esta nacionalidad que hayan ingresado al territorio nacional hasta el 31 de diciembre de 2018.

Por Magui Masseroni, desde Lima, Perú