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Cuando el río se mueve, participa

Historias

Cuando el río se mueve, participa

Refugiados y población local se involucran en los diagnósticos participativos del ACNUR en la frontera norte de Ecuador.
2 Febrero 2010
Durante los Diagnósticos Participativos, toda la comunidad se reúne para exponer las dificultades y necesidades más acuciantes. Esta información sirve de base para el trabajo de ACNUR en la zona. En Bajo Restrepo, toda la comunidad coincide en que la escuela primaria es una prioridad.

BAJO RESTREPO, Ecuador, 10 de febrero (ACNUR) – Cudumani es el nombre que, según Asunción, tiene el río Putumayo en su lengua indígena, el murui huitoto, originaria de Brasil. Como ocurre con el comercio, este inmenso río afluente del Amazonas, enlaza Colombia, Ecuador, Perú y Brasil en el trasiego de mercancías y personas. Y como lo hacen el pescado o la yuca, la familia de Asunción remontó hace décadas la corriente hasta llegar a Colombia. Hoy, sin embargo, ya en la otra orilla, vive en una comunidad ecuatoriana.

De cabello blanco y manos recias, se acompaña de su nieta, de diez años, en la reunión que mantiene la comunidad con el ACNUR en la escuela. Una escuela que ya no alberga niños, que apenas tiene tejado. Allí Asunción tararea en su lengua ancestral.

"El canto significa que nosotros estamos pidiendo auxilio por la situación que estamos viviendo. Para que ellos nos den la mano", explica. "Tienen que arreglar la escuela. Y la casa del profesor, y el comedor escolar. Yo soy maestra, pero aquí ya no estudian los niños. Y no hay dinero para mandarles a otro sitio a estudiar, porque tampoco tenemos bote, ni motor."

Durante los dos últimos meses el Putumayo estuvo parado. Una protesta campesina impedía el comercio y el tránsito. Sólo circulaban enfermos. Pero, tan pronto como se ha abierto la vía, Asunción y sus vecinos se han reunido para decidir. Qué quieren hacer. Qué necesitan. Esta pequeña comunidad de Bajo Restrepo, fundada por Doña Rosita hace 28 años, está preocupada por el agua que beben, porque el río es inmenso pero está contaminado, porque los productos que venden apenas valen lo que cuesta el transporte.

Cuando hace tres años el ACNUR comenzara a hacer los diagnósticos participativos en las 41 comunidades de la frontera norte en la provincia de Sucumbíos, no estaba claro cuál sería el resultado. "Los hombres hablaban de necesidades como una radio de comunicaciones, la señal de teléfono o el motor para los botes. Las mujeres, en cambio, hablaban de salud, de planificación familiar y del futuro de sus hijos", explica Xavier Creach, Jefe de la Suboficina de Lago Agrio.

En estos años, el trabajo del ACNUR se centró en asegurar el acceso a servicios básicos. Trece comunidades ya tienen sistemas de agua segura, y los niños de otras cinco ya pueden recibir educación primaria en las aulas construidas. También se ha mejorado la asistencia sanitaria, apoyando, por ejemplo, a las autoridades públicas para la puesta en marcha de una barcaza fluvial que recorre el río como centro de salud móvil.

Algunos de estos temas siguen hoy presentes. Pero también, gracias a la confianza forjada entre las comunidades y el ACNUR, han ido apareciendo temas mas sensibles. Así, el apoyo a las organizaciones de mujeres, por ejemplo, hace que La Ceiba, otra comunidad del Putumayo, cuente con una casa de mujeres que además ofrece cobijo a víctimas de violencia intrafamiliar. O el deseo obtener asesoría técnica que mejore la productividad, se traduzca en un programa de capacitaciones agrícolas en las comunidades de la parte baja del río.

Es esta implicación de toda la comunidad, no sólo en las decisiones tomadas, sino también en la construcción, ejecución y mantenimiento, hace que los proyectos que el ACNUR desarrolla en esta zona sean sostenibles. En el tiempo, pero también en términos de eficacia. Porque un tanque que recoge agua de lluvia no ofrece agua segura si no se limpia. Igual que un motor no sirve si no se construye un bote de madera. Así, la participación de la población se vuelve esencial.

Los casi 5.000 ecuatorianos y colombianos, entre los cuales muchos refugiados, que viven en esta zona de frontera del Ecuador, se enfrentan cada día a la falta de acceso a servicios básicos, a una limitada presencia de servicios del Estado, a las condiciones climáticas extremas de la selva tropical. Pero, además, sufren la falta de espacios de participación en las decisiones que afectan a su vida. Y esa es la fuerza de este tipo de reuniones, a través de las cuales canalizan sus necesidades, inquietudes, incluso los propios conflictos internos, no sólo hacia el ACNUR, sino a las instituciones capaces de responder a todo ello.

Por eso, Asunción se ríe mientras narra como arregló el brazo partido de su hijo, igual que hace con las patas de los caballos. Está contenta, cuenta, por esta visita de hoy, que quizá traiga una nueva escuela para el próximo año.

Por Sonia Aguilar en Bajo Restrepo, Sucumbíos, Ecuador