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Tuve que huir para seguir estudiando, pero me rehusé a abandonar a otras mujeres afganas a su suerte

Historias

Tuve que huir para seguir estudiando, pero me rehusé a abandonar a otras mujeres afganas a su suerte

Como las mujeres y las niñas en mi país no tienen derecho a estudiar, decidí usar la tecnología para atravesar las fronteras y brindarles educación. En este Día Internacional de la Mujer, invito a la comunidad internacional a defender el derecho a la educación de mujeres y niñas afganas.
8 Marzo 2023 Disponible también en:
United States. UNHCR refugee delegation participates in the Transforming Education Summit in New York during UNGA
Aisha Khurram emitió un discurso en la Cumbre sobre la Transformación de la educación de la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, en septiembre de 2022.

El 15 de agosto de 2021, cuando los talibanes se apoderaron de Afganistán, el mundo quedó impactado con la dolorosa repetición de la historia, pues se corría el riesgo de que dos décadas de logros en materia de derechos de las mujeres se convirtieran en cenizas.

Por desgracia, las nuevas autoridades de facto no tardaron en restringir la presencia y el papel de las mujeres en la sociedad. Si bien habían prometido salvaguardar los derechos de las mujeres, fui testigo de una realidad completamente distinta en el terreno. Todo empezó con la prohibición del acceso de las niñas a la educación secundaria; luego vino la erosión paulatina de la presencia de las mujeres en el espacio público.

Con ese primer decreto, que auguraba un futuro oscuro para las mujeres y las niñas en Afganistán, supe que no tenía más opción que abandonar el país para poder continuar con mis estudios y concluirlos. El 28 de agosto de 2021, aunque estaba a punto de graduarme de la licenciatura en derecho, me despedí de mi familia y dejé la universidad.

Salí por la noche, con una pequeña mochila que contenía todo lo que pude llevar conmigo. Esperando que no me detuvieran en un puesto de control, emprendí una larga y agotadora travesía hacia un futuro incierto.

Junto a mi hermano, atravesé todo el territorio afgano: pasamos por las ocho provincias que componen el país hasta llegar a la frontera con Irán. Luego de viajar por meses, solicitamos asilo en Alemania, donde tuve que empezar de cero.

Como muchas otras personas refugiadas que llegan a sus comunidades de acogida, me fue difícil moverme en un sistema nuevo y confuso. Mi objetivo era volver a la escuela, pero no tuve éxito cuando traté de matricularme en una universidad alemana. La lengua fue uno de los obstáculos más significativos, pues alcanzar una competencia aceptable me tomaría por lo menos tres años y, aun alcanzándola, tendría que empezar a cursar la licenciatura desde el inicio.

En esos primeros meses de incertidumbre, desplazamiento y desesperación, busqué debajo de cada piedra y toqué todas las puertas posibles hasta que llegó una oportunidad inesperada. Hacia finales de 2021, Bard College Berlin creó un programa de becas especiales para estudiantes afganos desplazados. Estuve entre las personas a las que se les brindó la oportunidad de continuar con sus estudios en el ámbito de la política. Por fortuna, la universidad reconoció los dos años que había cursado en Afganistán.

Volver a las aulas es un privilegio excepcional que solo un puñado de mujeres afganas tiene hoy en día. La emoción de tener la oportunidad de continuar con mis estudios llegó acompañada de un profundo sentimiento de culpa, dado que, al mismo tiempo, a millones de mujeres afganas se les estaba arrebatando el derecho a la educación, que es fundamental.

 

Afghanistan. Head of External Relations visits displaced in Nangarhar Province
Niñas alzan la mano en clase en Lower Sheikh Mesri School, en Jalalabad, Afganistán. Dado que las niñas tienen prohibido estudiar más allá del sexto grado en Afganistán, las instalaciones ahora se utilizan para dar clases por las tardes solo a los niños.

Los espacios que podían ocupar las mujeres y las niñas afganas se habían reducido aún más hacia mediados de 2022, así que salieron a las calles cantando “Nan, Kar, Azadi!” (¡Pan, trabajo, libertad!). Mientras tanto, más y más familias debían abandonar el país para garantizar, sobre todo, la seguridad y el futuro de sus hijas.

Movida por esta injusticia, decidí no ser una mera observadora, sino alzar la voz para apoyar a mis hermanas en Afganistán. Empecé a buscar soluciones que pudieran ofrecer una respuesta alternativa a la crisis educativa en mi país.

En febrero de 2022, le di forma a una iniciativa junto con la activista georgiana Lika Torikashvili, quien fue también delegada de la juventud ante la ONU. Organizamos una reunión a puerta cerrada para vincular a estudiantes afganas – de las seis regiones del país – con nuestras universidades en Berlín y Nueva York.

Poco después de la reunión, Bennington College, en Nueva York, se comprometió a ofrecer becas en línea a seis estudiantes. Con un período de prueba, que implicó ofrecer cursos en línea por créditos a las estudiantes, se comprobó la viabilidad de un enfoque de educación en línea y se avivó nuestra esperanza de encontrar una solución innovadora a la crisis educativa en Afganistán.

Tras un año de cabildeo, creamos el primer centro de aprendizaje en línea para mujeres en Afganistán y logramos proporcionarles becas con la ayuda y el apoyo académico de diversas universidades en Berlín, Arizona, Kirguistán y Nueva York.

Diez estudiantes en Kabul ahora tienen la oportunidad de continuar y concluir sus licenciaturas gracias a un modelo de educación en línea que, de ser exitoso, podría ampliarse a otras provincias.

"La educación es tan necesaria como el agua o los alimentos".

Hoy en día, Afganistán es el único país en todo el mundo en el que se prohíbe que las mujeres asistan a escuelas y universidades. La incertidumbre y la desolación se han apoderado de sus vidas. Nuestra respuesta de aprendizaje a distancia tiene un mensaje claro: las mujeres afganas no pueden ni deben esperar a que se resuelva la crisis humanitaria para tener acceso a la educación. En realidad, para que todas ellas puedan sobrevivir a la crisis, la educación es tan necesaria como el agua o los alimentos.

Vivimos en una época de conflictos, crisis y desastres que obligan a las personas a abandonar su hogar cada dos segundos. La educación superior es una vía esencial para que las personas refugiadas y aquellas que se encuentran en países golpeados por la guerra (sobre todo las mujeres jóvenes) puedan recuperar la estabilidad y su poder de acción y de decisión. Sin embargo, los sistemas de educación alrededor del mundo han tardado en actuar.

Ahora es más urgente que nunca que aprovechemos el poder de la tecnología para brindar educación a través de las fronteras y, de ese modo, garantizar que las mujeres en campamentos de refugiados o en situaciones de crisis no dejen de tener acceso a la educación.

En este Día Internacional de la Mujer insto a la comunidad internacional a apostar por la educación, pero, sobre todo, a creer en la creatividad y en los cambios que pueden generar las mujeres jóvenes. Cuando estas dos fuerzas se juntan, tienen el poder de abatir la oscuridad y de liberar a la humanidad de las cadenas del totalitarismo.

Aisha Khurram escribió este artículo para ACNUR. Luego de haber huido de Afganistán y de haber encontrado protección en Alemania, Aisha continuó con sus estudios y ahora es codirectora de un centro de aprendizaje en línea para mujeres en Afganistán.