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Un año después del asalto a la ciudad de Marawi, sus habitantes todavía no han podido regresar

Historias

Un año después del asalto a la ciudad de Marawi, sus habitantes todavía no han podido regresar

El conflicto obligó a 360.000 filipinos a abandonar sus hogares el pasado mes de mayo y, varios meses después de la liberación de la ciudad, la destrucción y las bombas sin detonar impiden regresar a muchos de ellos.
23 Mayo 2018 Disponible también en:
Saadodin Riga, de 19 años, transportó a su hermano menor a la espalda en su huida de Marawi.

 

CIUDAD DE MARAWI, Filipinas – Saadodin Riga, estudiante de Botánica, estaba en la universidad de esta ciudad filipina cuando los militantes lanzaron la ofensiva hace un año.

Cuando arreciaban los enfrentamientos armados en las calles y los militantes tomaban el control de los edificios públicos, incluido el hospital, este pacífico muchacho de 19 años recorría la ciudad intentando localizar a sus padres y a sus ocho hermanos menores.

Ante la intensificación de los enfrentamientos, su familia abandonó su hogar y huyeron llevándose solo la ropa que podían cargar a la espalda hasta que Saadodin se reunió con ellos en las afueras de la ciudad, ahora bajo una cortina de humo.

Allí se encontró a su hermano Saminodin, de 9 años, que sufre ataques y no puede caminar. “En la huida tuve que llevarlo a la espalda”, dice Saadodin.

“Durante la huida, empezaron a caer bombas del cielo”, recuerda con el miedo reflejado en los ojos. “No sabíamos qué hacer durante ese tiempo ni tampoco cómo íbamos a escapar”.

“Empezaron a caer bombas del cielo”.

Decidida a buscar un lugar seguro, la familia de Saadodin avanzaba con dificultad hasta que tres días más tarde encontraron seguridad en un centro de evacuación en Saguiaran, a pocos kilómetros de distancia.

Los miembros de la familia Riga están entre los 360.000 residentes que huyeron del asalto de los militantes a la ciudad el 23 de mayo del pasado año, convirtiéndola en un campo de batalla. El ejército filipino tardó cinco meses en recobrar el control, luchando calle por calle.

La batalla dejó la ciudad en ruinas, con las casas, las tiendas, las escuelas y los lugares de culto bombardeados por la artillería, agujereados por las balas o destruidos por el fuego. Las bombas no detonadas han imposibilitado el regreso de más de 42.000 familias desplazadas, salvo regresos esporádicos.

El 27 de mayo, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ya había desplegado a miembros de su personal sobre el terreno para ayudar a los desplazados. El ACNUR proporcionó a los refugiados lonas impermeabilizadas, lámparas solares y ollas para cocinar y prestó asistencia al gobierno en la emisión de los documentos de identificación. Las personas especialmente vulnerables, como los ancianos y las personas con discapacidad, también han recibido asistencia específica.

“Espero que podamos regresar a nuestro hogar en Marawi”.

Durante casi un año, la familia de Saadodin ha vivido en una habitación provisional en el centro de evacuación, separada por tablones contrachapados de los locales habitados por otras familias. Utilizan las láminas de plástico que les ha proporcionado el ACNUR para protegerse de la lluvia.

Aunque agradece la asistencia que recibe su familia, Saadodin dice: “Nuestras circunstancias actuales son muy diferentes de las que teníamos en Marawi,” donde la familia Riga regentaba un negocio dedicado a la venta de aluminio y vidrio.

Entre los días 19 y 22 de abril, regresaron temporalmente a su hogar durante una visita facilitada por el Gobierno. Encontraron su casa, situada en una de las zonas más afectadas, en ruinas.

“Espero que podamos regresar a nuestro hogar en Marawi porque allí teníamos nuestro medio de vida,” dice. No han podido reemprender el negocio de la familia de venta de vidrio y aluminio mientras estaban desplazados. “Es difícil abrir aquí una tienda porque muchos de los desplazados ya lo están haciendo.”

De momento ayuda a su madre a cuidar a Saminodin. El muchacho no ha sufrido ningún ataque últimamente pero Saadodin está pendiente de él.

Saadodin ha dejado de estudiar —temporalmente, espera— mientras ayuda a su familia a recuperarse. Racionan la ayuda que reciben del Gobierno y se arreglan con lo poco que tienen.

Ha sido un año difícil para la familia Riga pero Saadodin mantiene una actitud positiva. Piensa en su hermano Saminodin, que sonríe a pesar de su estado de salud, y Saadodin sabe que no debe perder la esperanza.

“De momento mi prioridad es mi familia”, explica, “especialmente cuidar de Saminodin”.

Gracias a la Voluntaria en Línea Luisa Merchán por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.