Cerrar sites icon close
Search form

Buscar el sitio de un país

Perfil de país

Sitio de país

Refugiados saharauis en confinamiento por COVID-19 se ven afectados por una epidemia ganadera

Historias

Refugiados saharauis en confinamiento por COVID-19 se ven afectados por una epidemia ganadera

Los refugiados del Sahara Occidental que viven en los campamentos de la provincia argelina de Tindouf perdieron sus animales por una epidemia ganadera, al tiempo que las restricciones para contener el coronavirus han eliminado otras fuentes de ingresos.
1 Septiembre 2020 Disponible también en:
Vista general del campamento de refugiados de Boudjdour en Tinduf, en el sur de Argelia, en marzo de 2016.

TINDOUF, Argelia - Tomando un descanso de sus labores diarias, Mariem Mohamed Boujemaa, una refugiada saharaui de 69 años que vive en el campamento de Boujdour, en la provincia de Tindouf, en Argelia, a menudo se detenía para ver a sus jóvenes nietos jugar entre las ovejas y cabras de la familia en su polvoriento recinto, cercado por alambre, sintiendo una profunda conexión con su propio pasado.

“La cría de ovejas y cabras para mi familia es algo que se hereda de una generación a la siguiente”, explicó Mariem. “Los saharauis son conocidos por la cría de ganado. Si una familia tiene cuatro o cinco cabras, tienen una fuente inagotable de leche para los niños y las personas mayores”.

Mariem se reconectó con la tradición y comenzó a criar su propio ganado hace unos 10 años, después de que su divorcio la dejara luchando por llegar a fin de mes. “Sentí que tenía que hacer algo para enfrentar los crecientes costos y la responsabilidad de cuidar a mi familia”, dijo. “Vendemos una o dos cabras para tener dinero para cubrir nuestras necesidades diarias”.

Boujdour es uno de los cinco campamentos establecidos en la remota región desértica del suroeste de Argelia desde 1975 para albergar a los refugiados saharauis que huyeron de la violencia de la guerra del Sahara Occidental. Para aquellos que pueden permitirse criar ganado, la leche y la carne que proporcionan ayuda a complementar las raciones alimentarias básicas mensuales que reciben los refugiados en los campamentos.

"La pérdida fue económica y emocional".

Pero a principios de este año, justo cuando se cerraban los campamentos en respuesta a la pandemia de COVID-19, lo que provocó que muchos refugiados perdieran sus trabajos y otras fuentes de ingresos, otra enfermedad estaba causando estragos en la población de refugiados vulnerable.

Una epidemia pulmonar que afectó al ganado ha provocado la muerte de más de 1.700 ovejas y cabras en los campamentos este año, incluidos los diez animales de Mariem. “Las ovejas se enfermaron después de ser infectadas por la cabra. Llamé al veterinario que les dio unas inyecciones, pero incluso con el tratamiento todos murieron”.

Además del golpe financiero, dijo que a los jóvenes miembros de su familia les había resultado difícil comprender lo que había sucedido.

“Los niños se sintieron tristes por la pérdida”, dijo Mariem. “No entendían por qué todas las ovejas y cabras se habían ido al mismo tiempo. La pérdida fue económica y emocional para la familia”.

Algunas de las familias que perdieron sus animales los habían recibido recientemente como parte de un programa financiado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, dirigido a algunos de los refugiados más vulnerables en los campamentos.

"La mayoría ... que estaban trabajando perdieron su ingreso diario".

Con más del 50% de las mujeres en edad reproductiva y los niños de los campamentos que padecen anemia y altas tasas de desnutrición (7,6%) y retraso del crecimiento (28%), ACNUR, en colaboración con su socio, la Media Luna Roja Argelina, proporcionó cabras a 263 familias que padecen desnutrición, especialmente aquellas con mujeres embarazadas y lactantes.

Una de las beneficiarias fue Dida El Kouri, madre de nueve hijos que dependía de la leche para complementar su propia dieta y la de sus padres ancianos.

“Estaba planeando beneficiarme también de su carne, pero desafortunadamente no llegamos a esa etapa ya que los perdimos, al mismo tiempo que llegó la pandemia de COVID-19”, dijo Dida. Añadió que las medidas de cierre habían tenido un impacto negativo tanto en las finanzas como en la salud mental de los refugiados en el campamento.

“La mayoría de los jóvenes y los hombres que estaban trabajando perdieron su ingreso diario porque no pueden ir a ningún lado y no pueden trabajar”, dijo. “Los niños están tan aburridos y deprimidos por quedarse dentro de la casa todo el tiempo”.

Otra beneficiaria del plan, Lehdia Aoubaid El Bachir, de 39 años, estaba agradecida, siendo madre lactante, por la mejora en su nutrición y se sintió “desconsolada” cuando perdió a sus dos animales por la enfermedad del ganado.

Lehdia se describió a sí misma como una amante de los animales y recordó haber acompañado a su madre cuando era niña para alimentar y jugar con las ovejas y cabras de su familia. Tener su propia oveja había sido una fuente de consuelo y consideraba a los animales parte de la familia.

“Sentía su amor cada vez que iba a darles de comer o ver cómo estaban. Me sentía responsable de ellos y de su salud y nutrición”, explicó.

Sin otros ingresos a los que recurrir, la epidemia ha dejado a muchas familias en el campamento más dependientes que nunca de la ayuda humanitaria, dijo Lehdia. Pero con el alivio de las restricciones de confinamiento, con el permiso de viajes entre los campamentos y hacia y desde la ciudad de Tinduf desde junio, espera que su situación mejore.

“La pérdida ha sido difícil”, dijo Lehdia. “Estamos esperando que termine la epidemia ganadera y luego veremos cómo podemos encontrar apoyo para conseguir algunas ovejas para volver a criar ganado”.