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Una refugiada salvadoreña ayuda a que otras mujeres logren la independencia financiera

Historias

Una refugiada salvadoreña ayuda a que otras mujeres logren la independencia financiera

Cuando llegó a Guatemala, Alma se sentía sola y desamparada. Pero ha superado su dolor y ahora lidera un grupo de ahorros para las mujeres de su comunidad.
27 Abril 2022
Alma persistió en su sueño te tener un taller de costura y tejer redes con las mujeres de Petén.

Para Alma, una salvadoreña de 35 años, lo peor del exilio fue la soledad. Ella tuvo que huir de su país para salvar su vida, pues las pandillas habían tomado el control de su comunidad y las constantes amenazas y extorsiones ponían en riesgo su vida.


Tuvo que dejar a su familia, y en Petén, zona en el norte de Guatemala donde encontró protección, era una desconocida. Abrió un pequeño taller de confección como el que tenía en El Salvador, pero tampoco logró integrarse con su comunidad de acogida.

“La gente temía que les dañara sus prendas”, recuerda. “Por mucho tiempo nadie se acercaba”.

Durante esos primeros meses en Guatemala, el aislamiento y la tristeza eran, para Alma, un círculo vicioso del que no veía salida. Hasta el día en el que una mujer en la iglesia a que comenzó a asistir le habló de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

“Tomé la decisión de dejarme ayudar y buscar apoyo, de hablar de mi situación”, dice Alma, quien hasta su primera cita con ACNUR no sabía que tenía el derecho solicitar la condición de refugiado ante el Gobierno de Guatemala. El estatus de refugiada le daría ciertos beneficios, como poder tener la residencia, abrir cuenta bancaria para su emprendimiento y tener acceso a servicios de salud y educación. Y lo más importante: no ser devuelta a su país en donde su vida corría peligro. “Lo más difícil fue entender que ya no podría regresar con mi familia, pero confié en construir un nuevo hogar, otra comunidad”.

“Sentí confianza en mí misma y la fuerza para arriesgarme a hacer cosas nuevas”.

Al empezar el proceso con ACNUR, recibió apoyo económico, asesoramiento para su emprendimiento y participó en actividades de integración y medios de vida entre mujeres de la comunidad de acogida y refugiadas organizadas por la municipalidad.

Alma también ingresó al programa de asistencia emocional de Ixqik, la Asociación de Mujeres de Petén, socia del ACNUR, que acompaña a mujeres refugiadas y locales, sobrevivientes de violencia.

“Les brindamos atención con un equipo interdisciplinario, en el que participan abogados, psicólogas, médicos, para que recuperen su autonomía física, emocional, económica y política”, explica Floridalma Martínez, coordinadora de Ixqik.

Las sesiones representaban un renacimiento para Alma.

“Sentí confianza en mí misma y lo mejor, la fuerza para arriesgarme a hacer cosas nuevas. Me animé a participar en todo lo que pudiera aprender”, relata, añadiendo que a través de Ixqik conoció a sobrevivientes de violencia que se habían convertido en lideresas de sus comunidades.

Compartir con estas mujeres la convenció de que ella también podría liderar. Así que participó sin dudar en una capacitación de ahorro comunitario para mujeres de una organización local, puso en práctica lo aprendido para crear un grupo con las mujeres de su aldea. Hasta se atrevió a tomar el micrófono de la iglesia y convocarlas. “Jamás me hubiera imaginado hacer eso antes”, afirma entre sonrisas.

El grupo cumple ya dos años y cuenta con ocho participantes, quienes se reúnen cada mes. Funciona a través de consensos y todos los roles son por votación, así decidieron que Alma fuera la presidenta. En las reuniones también planean actividades como ventas de comida para tener un fondo común. Las ganancias son distribuidas según lo ahorrado por cada una y el fondo se divide entre todas por partes iguales.  

Las reuniones también son un espacio donde las mujeres pueden hablar con libertad. Se comparten sus metas, para que se puedan ayudar entre sí. Algunas buscan remodelar sus casas, reunir dinero para sus títulos profesionales, comprar ropa para ellas y sus hijos o simplemente ahorrar.

“La independencia económica hace que las mujeres puedan hacer cualquier cosa que se propongan”.

“Alma es una mujer con propósito”, cuenta Luisa, una de las participantes. “Ella nos iba llamando una a una y nos explicaba claramente que iba a ser un gran reto ahorrar juntas, pero una gran ganancia para nosotras y nuestras familias”.  

Lucía, una refugiada de El Salvador quien se unió al grupo hace poco, concuerda. “Soy refugiada en Guatemala desde hace cinco años y sé que Alma tiene un valor muy importante para las mujeres de nuestro municipio, la escuchamos y nos escucha”, afirma Lucía.

Para Alma, su transformación personal desde que llegó huyendo a Guetemala ha sido asombrosa: No sólo se ha convertido en la diseñadora principal de los trajes de gala de su aldea, con decenas de clientas, sino que también ha desempeñado un papel fundamental en las transformaciones de otras mujeres.

“La independencia económica hace que las mujeres puedan hacer cualquier cosa que se propongan”, dice Alma con convicción.