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Para las personas apátridas, no hay otra alternativa que ganar esta lucha

Una mujer con los brazos cruzados frente a la sede de una conferencia en Ginebra.
Historias

Para las personas apátridas, no hay otra alternativa que ganar esta lucha

Después de ganar su propia batalla legal contra la apatridia, la abogada y activista nepalí Neha Gurung aboga por una reforma global de las leyes de nacionalidad con prejuicios de género.
16 Junio 2023 Disponible también en:

La abogada y activista nepalí Neha Gurung asiste a la Cumbre Mundial sobre Igualdad de Género en las Leyes de Nacionalidad, celebrada en Ginebra, Suiza el 14 de junio.

Criadas por su madre soltera Deepti Gurung en Lalitpur, cerca de Katmandú, Neha Gurung y su hermana crecieron apátridas debido a que Nepal es uno de los 24 países del mundo que aún no permiten a las mujeres transmitir la nacionalidad a sus hijos en igualdad de condiciones que los hombres. Juntas, Neha y su madre libraron una larga batalla legal en el Tribunal Supremo del país antes de que ella y su hermana obtuvieran finalmente la nacionalidad en 2017.

Tras graduarse en Derecho, Neha se unió al Foro para las Mujeres, el Derecho y el Desarrollo (FWLD, por sus siglas en inglés), una ONG nepalí que hace campaña sobre cuestiones de apatridia y nacionalidad, y que fue fundamental en su propio caso. Ella y su madre crearon también su propia ONG, y Neha se ha convertido recientemente en colíder del Movimiento Mundial de Apatridia.

El 13 de junio, Neha asistió en Ginebra a la Cumbre Mundial sobre Igualdad de Género en las Leyes de Nacionalidad, convocada por la Campaña Mundial por la Igualdad de Derechos de Nacionalidad, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, UNICEF y ONU Mujeres. El objetivo de la Cumbre era fomentar reformas en los países con leyes de nacionalidad discriminatorias por razón de género, que dan lugar a violaciones de los derechos humanos de gran alcance y perjudican a las mujeres afectadas, a

Aquí, Neha describe su propia experiencia de apatridia, su batalla legal para obtener la nacionalidad y su defensa mundial en nombre de las personas apátridas.


Mi hermana pequeña y yo fuimos criadas por una madre soltera, pero no sentimos la falta de un padre. Ella hizo que nuestra infancia fuera muy feliz y satisfactoria. En décimo curso hay que hacer un examen nacional y rellenar un formulario. No había espacio para el nombre de la madre, solo para el del padre. Yo estaba confusa, así que le pregunté a mi profesora y me dijo: “¿No sabes el nombre de tu padre?”. Le dije que no, y ella me contestó en voz alta: “¿Qué clase de niño no sabe el nombre de su padre?”. Y aunque para ella era una pregunta normal porque viene de una sociedad en la que eso es lo que se considera una familia normal, para mí fue extremadamente difícil oír esas palabras. Entonces me di cuenta de que la vida no iba a ser fácil, porque, aunque no nos sintiéramos diferentes, las personas y la sociedad nos veían de otra manera.

En el doceavo grado yo quería estudiar medicina, pero mi madre sabía que para eso hacía falta un certificado de nacionalidad. Había estado yendo a las oficinas de los distritos, a las del gobierno central, hablando con personas, pero en todas partes se lo negaban, la humillaban y le decían cosas como: “¿Por qué no casas a tu hija con un nepalí y así quizá consiga la nacionalidad?”. Fue entonces cuando me di cuenta de que era algo enorme, que sin un certificado de nacionalidad ni siquiera me permitirían estudiar. Conoció a muchas ONG, defensores, abogados y, siempre que podía, la acompañaba. Con el tiempo, dimos con el Foro para las Mujeres, el Derecho y el Desarrollo (FWLD), que es la ONG más influyente en materia de apatridia y nacionalidad en Nepal. Ahí había una abogada llamada Meera Dhungana, que nos dijo que debíamos presentar una petición ante el Tribunal Supremo. Nos dijo que nuestro caso se podía ganar y nos dio muchas esperanzas, así que ahí empezó nuestra batalla legal.

Hay mucho trabajo por hacer para cambiar a la sociedad y crear conciencia

Meera conocía mi situación y sabía que no podía estudiar. Me comentó: “No puedo hacer nada por querer estudiar medicina, pero soy abogada y conozco a todo el mundo en el ámbito jurídico. Si quieres elegir la bata negra de abogado en vez de la blanca de médico, entonces puedo ayudarte”. Cuando estaba en la facultad de Derecho, la BBC de Nepal organizó un evento sobre la cuestión de la nacionalidad. El ponente invitado era un político muy negativo en la cuestión del género y la igualdad de derechos de nacionalidad. El público podía hacer preguntas, así que levanté la mano y pregunté: “Señor, mi padre es quien nos abandonó y quien no asumió ninguna responsabilidad, pero mi madre asumió toda la responsabilidad y nos crio como buenas ciudadanas, y ahora el país no nos concede la nacionalidad. Me niegan todos mis derechos y me siento como prisionera dentro de mi propio país, ¿podría decirme qué he hecho mal?”. Él respondió despreocupadamente: “Oh, hija, no es culpa tuya. Es culpa de tu madre porque debería haber sabido mejor cómo conservar a su esposo”. No supe qué responder. Me quedé ahí sentada. Pero la ira y la incapacidad para entender por qué las personas y la sociedad sucumben a este tipo de ideas siempre me han acompañado. Hay mucho trabajo por hacer para cambiar a la sociedad y crear conciencia.

Una madre y su hija frente a árboles.

Neha y su madre Deepti Gurung, quienes juntas libraron una larga batalla legal para conseguir la nacionalidad de Neha, en Ginebra, Suiza.

En Nepal, el Presidente ha aprobado recientemente una Ley de Nacionalidad enmendada. Pero se ha presentado una petición contra la ley aprobada, por lo que el Tribunal Supremo ha paralizado su aplicación por ahora. Uno de los demandantes es el mismo político que me dio la respuesta en el acto de la BBC. Soy optimista respecto a la aprobación de la ley, pero sigue teniendo disposiciones muy discriminatorias, porque la propia Constitución es discriminatoria. Discrimina a las mujeres y las clasifica en tres categorías: mujer con esposo nepalí, mujer con esposo extranjero y mujer con esposo no identificado. Para los hombres no hay nada de eso. Pero al menos la ley concederá la nacionalidad a muchas personas, que podrán abrir cuentas bancarias, tener permiso de conducir, estudiar en el extranjero, viajar o trabajar. Después tendremos que seguir abogando por un cambio constitucional más amplio, y esa batalla continúa.

No puedo cerrar los ojos ante las injusticias

El día que por fin obtuve la nacionalidad, me pareció surrealista. Estaba en cuarto año de Derecho y ese día tenía un examen importante, así que me fui a la universidad y mi madre fue al Tribunal Supremo. Me llamó llorando justo después del examen y me dijo que teníamos una decisión positiva y que obtendría la nacionalidad. Colgué el teléfono, pero no pude decírselo a ninguna de mis amistades porque sabía que nadie lo entendería de verdad. Las personas dicen que el dolor y las dificultades te hacen más fuerte, pero no son el dolor o las dificultades las que nos hacen más fuertes, sino las personas que están ahí para apoyarnos a través de esas dificultades. Terminé mis estudios en 2019 y me gradué en Derecho en 2021. Mi primer trabajo fue con FWLD, la organización que me ayudó con mi caso. Hay cosas que una vez que las ves, no puedes dejar de verlas. No puedo cerrar los ojos ante las injusticias y las dificultades a las que se enfrentan las personas. Como activista, he pasado por ello y sé lo que se siente al vivir esa vida. Me siento muy feliz y creo que puedo utilizar mi voz y mis experiencias para apoyar a otras personas.

Mi madre y yo creamos la Red de Personas Afectadas por la Nacionalidad en Nepal, y desde marzo participo en el Movimiento Mundial de Apatridia como colíder. Formar parte de ese movimiento mundial me mostró la importancia de las personas que trabajan desde la base, de las personas apátridas y de los activistas apátridas. El progreso no es posible a menos y hasta que nuestras voces sean escuchadas. En muchos países, la cuestión de la ciudadanía y la nacionalidad está muy politizada, y no se ve desde el punto de vista de los derechos humanos. Reconocer los derechos de nacionalidad de las personas traería enormes beneficios, no solo para esas personas sino también para los países donde viven, porque las personas podrán estudiar, hacer carrera y, en última instancia, beneficiar a la sociedad y a la economía. Soy optimista y creo que va a haber un cambio, quizá no repentino, pero sí gradual. Como mi madre siempre decía sobre nuestro propio caso, no hay otra alternativa que ganar esta lucha, y tarde o temprano la ganaremos.

Toda persona tiene derecho a una nacionalidad. Sin nacionalidad, las personas apátridas no pueden acceder plenamente a sus derechos humanos ni alcanzar un desarrollo sostenible. La campaña #IBelong de ACNUR insta a los gobiernos a acabar con las brechas jurídicas y políticas que siguen dejando a millones de personas sin nacionalidad o permiten que los niños nazcan apátridas. La campaña es un llamamiento a la acción para que cada uno de nosotros aprenda, comparta y actúe para poner fin a la apatridia.