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Un año después el campo de refugiados de Za'atri se transforma en una ciudad

Historias

Un año después el campo de refugiados de Za'atri se transforma en una ciudad

Za'atri se ha convertido en hogar para 120.000 personas, la mayoría de ellas mujeres y niños, y en el segundo campo de refugiados más grande del mundo después del de Dadaab.
29 Julio 2013 Disponible también en:
El campo de refugiados de Za'atri es hoy la cuarta ciudad más grande de Jordania.

CAMPO DE REFUGIADOS DE ZA'ATRI, Jordania, 29 de julio de 2013 (ACNUR) – Hace exactamente un año Issak*, un refugiado sirio de 53 años, emergía de la oscuridad y cruzaba la frontera de Siria con Jordania. Le seguían alrededor de 450 refugiados aquella noche. Exhaustos y asustados, todos ellos se convirtieron en los primeros habitantes del entonces recién inaugurado campo de refugiados de Za'atri, situado en Jordania, a unos pocos kilómetros de la frontera con Siria.

Un año después, Za'atri se ha convertido en hogar para 120.000 personas, la mayoría de ellas mujeres y niños, y en el segundo campo de refugiados más grande del mundo después del de Dadaab, en Kenia. En sus orígenes se trataba de un campo provisional. "Pensaba que después de un mes volvería a Siria," recuerda Issak.

Por aquel entonces, tan solo un puñado de tiendas salpicaba el paisaje. No había carreteras ni electricidad. Hoy el campo se extiende por todo el horizonte repleto de gente que va de un lado para otro y convertido en uno de los centros urbanos más grandes de Jordania. Su extensión parece no tener fin, pues el campo continúa creciendo cada vez más.

Es como un gran parque de caravanas, las últimas financiadas por Kuwait, con más de 17.000 vehículos que alojan a los refugiados sirios. Todas las mañanas se distribuyen cientos de miles de tortas de pan y millones de litros de agua llegan diariamente en camiones hasta esta árida zona

Además, el campo se ha equipado con miles de letrinas y duchas.

Más de 270 profesores jordanos, acompañados por asistentes sirios, trabajan en las escuelas de primaria y secundaria del campo. Se han creado treinta y tres espacios para niños y hay unos mil puestos a lo largo de las calles de Za'atri. Nacen alrededor de 10 bebés al día dentro del campo y ya se ha vacunado de sarampión a miles de niños.

La creación del campo y su expansión ha sido todo un reto. Es el equivalente a construir una ciudad del tamaño de Lleida o de la localidad de Torrejón de Ardoz, en Madrid, en tan sólo un año. Además, no se cuenta con la financiación y el personal que se necesita para gestionarlo y los problemas de seguridad siguen siendo un reto. "Ha sido un año repleto de sentimientos contradictorios," afirmaba Andrew harper, Representante de ACNUR en Jordania. "Hemos conseguido muchísimas cosas, pero las necesidades son enormes".

Sin embargo, la mayoría de los refugiados sirios de Za'atri trabajan codo a codo con ACNUR y sus contrapartes con el objetivo de llevar lo mejor posible su situación. Ya que no hay síntomas de que el conflicto en Siria llegue a su fin, los refugiados han comenzado a crear sus propios negocios. Algunos incluso han levantado pequeñas fuentes para recordar el hogar que han dejado atrás. Líderes refugiados y miembros de la comunidad participan de la vida en el campo, ya sea en comités de salud, en la recogida de basura o en el suministro eléctrico.

Unos de los refugiados, Gassem, se ocupa del cuidado de un pequeño jardín que acaba de plantar hace unas pocas semanas. Las judías, el maíz y los tomates ya están listos para ser recolectados. Una gallina corretea alrededor de su caravana. "Quiero volver a ver el verde", dice el joven de 24 años, que trabajaba como vendedor de hortalizas en Dara'a, una ciudad cerca de Damasco, antes de huir hace seis meses. "El verde me recuerda a mi casa".

Con el estruendo de la artillería y los tiroteos aún cerca de la frontera, Gassem sabe que Za'atri puede convertirse en su hogar durante bastante tiempo. "La guerra se está recrudeciendo. Tenemos suerte de estar aquí", apuntaba.

Los sirios que han dejado todo atrás tratan de llevar una vida lo más normal posible aquí. En la calle principal de Za'atri, bautizada como los Campos Elíseos, Mohammed, de 28 años, ha abierto una ferretería. Los beneficios son escasos, pero aun así le alcanza para dar algo de dinero a las viudas y a los discapacitados.

Gassem se plantea su establecimiento como parte del esfuerzo por satisfacer las necesidades de su comunidad. "Hace ocho meses las cosas no iban bien, pero ahora vamos en la buena dirección", afirma. "La gente está empezando a encontrar trabajo en el campo y estamos trabajando con organizaciones comunitarias".

El campo de Za'atri se construyó en parte para aliviar la carga que suponía para muchas familias jordanas acoger a miles de familias refugiadas sirias desesperadas. Los centros de acogida para refugiados estaban repletos de mujeres y niños que buscaban un lugar seguro frente a la violencia que se vivía en la frontera.

El lujo de estar a salvo no es una esperanza perdida. Lo saben los recién llegados como Fatima, de 34 años, que se ha registrado como refugiada hace menos de 24 horas. Ella y sus siete hijos huyeron de su casa en el pueblo de Babel Amar, después de que hubiera sido bombardeado. Fueron de pueblo en pueblo, sin encontrar en cada parada nada más que fuego y guerra.

Se trasladaron a las zonas desérticas de Siria, donde estaban a merced de la hospitalidad de los residentes locales para que les dieran comida y agua, antes de cruzar la frontera y llegar al campo de Za'atri. "Vivimos sólo porque Dios tiene piedad de nosotros", comentaba.

* Nombres cambiados por motivos de protección

Por Greg Beals, en el campo de refugiados de Za'atri, Jordania