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La apatridia priva a dos hombres de una vida normal en Croacia

Historias

La apatridia priva a dos hombres de una vida normal en Croacia

Dos ciudadanos de la antigua Yugoslavia se convirtieron en apátridas en Croacia, después de una serie de contratiempos burocráticos.
13 Noviembre 2018 Disponible también en:
A Boro Topolic le denegaron la nacionalidad croata, lo que le impidió adquirir un apartamento.

Bedri Hoti sabe lo que significa ser una persona apátrida. Durante años, llevó una vida marginal en medio de la pobreza porque el país donde pasó la mayor parte de su vida no reconoció su derecho a vivir allí.


Bedri Hoti sabe lo que significa ser una persona apátrida. Durante años, llevó una vida marginal en medio de la pobreza porque el país donde pasó la mayor parte de su vida no reconoció su derecho a vivir allí.

Por el contrario, Boro Topolic vivió una vida perfectamente normal durante décadas, solo para despertarse un día y descubrir que se había convertido en apátrida.

Ambos se encuentran entre las casi 3.000 personas en Croacia que son apátridas, o que están en riesgo de apatridia, la mayoría de ellos romaníes.

Ni Bedri ni Boro son romaníes. Ambos llegaron a Croacia desde otras zonas de lo que fue la República Federativa Socialista de Yugoslavia. Ambos sufrieron las consecuencias de las decisiones administrativas.

ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está realizando una campaña para acabar con la apatridia, una condición que afecta a millones de personas en todo el mundo, negándoles derechos humanos básicos que normalmente los ciudadanos dan por sentado.

A menudo no se les permite ir a la escuela, ver a un médico, conseguir un trabajo, abrir una cuenta bancaria, comprar una casa o incluso casarse.

En el cuarto aniversario de su Campaña #IBelong para acabar con la apatridia antes de 2024, ACNUR pidió a los Estados que tomen acciones más rápidas y decididas para ayudar a cumplir el objetivo de la campaña.

“Hoy hago un llamado a los políticos, gobiernos y legisladores de todo el mundo para que actúen ahora, tomen y apoyen acciones resolutivas para eliminar la apatridia a nivel mundial para el 2024”, dijo el Alto Comisionado para los Refugiados, Filippo Grandi.

Para Bedri, no tener documentos significaba sobrevivir apenas. Después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó en su favor en abril de este año, Croacia comenzó a resolver su situación. Bedri recibió un documento de viaje emitido en virtud de la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas de 1954, que le permite viajar y reclamar sus derechos.

El Proyecto para los Derechos Civiles Sisak, una organización no gubernamental socia de ACNUR, apoyó a Bedri y Boro con asesoramiento legal gratuito y asistencia legal.

“Tenía mi propio carro y alquilé mi propio piso. Yo estaba satisfecho”.

A pesar de ver avances en su caso, Bedri, de 56 años, aún vive en una habitación destartalada en una casa abandonada en la ciudad de Novska, a poco más de 100 kilómetros de la capital. Sus vecinos le dan comida y le permiten aprovechar su suministro de electricidad y usar su ducha. Durante años, no ha podido trabajar o recibir beneficios sociales.

“He sobrevivido solo gracias a la generosidad de las personas”, confiesa.

Bedri nació en Kosovo** de refugiados albaneses. Se mudó a Croacia cuando tenía 17 años.

“Vine por trabajo”, dice. “Me ofrecieron un trabajo como camarero en Novska y luego conseguí un trabajo como mecánico. Tenía mi propio carro y alquilé mi propio piso. Yo estaba satisfecho”.

Bedri permaneció en Novska durante la guerra en Croacia entre 1991 y 1995 y fue reclutado como un civil capacitado para reparar vehículos para el ejército croata. Sin embargo, su solicitud de ciudadanía croata, presentada durante la guerra, fue rechazada porque era un ciudadano albanés.

“Nunca había estado en Albania en mi vida”, dice.

Se le emitió una tarjeta de identidad croata para extranjeros.

Mientras tanto, Boro Topolic, ahora de 63 años, era feliz con su vida. Durante 40 años, trabajó duro, pagó sus impuestos y nunca estuvo en problemas.

Llegó a Croacia desde Bosnia y Herzegovina en 1975. Trabajó como soldador en los astilleros de Rijeka y Split y tenía un trabajo en una fábrica de Zagreb que producía calderas de vapor. Ahora maneja un taxi.

“No lo podía creer. Fue un gran insulto”.

Su pesadilla comenzó en mayo de 2014, después de que intentó comprar el piso que alquila en un edificio de la municipalidad en Zagreb. Para esto, se le exigió que tuviera ciudadanía croata. Tenía residencia permanente en Croacia y un pasaporte de Bosnia y Herzegovina.

Le aseguraron que si renunciaba a su ciudadanía de Bosnia y Herzegovina sería aceptado como croata. Siguió adelante, solo para que las autoridades croatas lo rechazaran, dejándolo apátrida.

“No podía creerlo”, admite. “Fue un gran insulto”.

Bedri Hoti y su perro Lux en su casa de Novska, en Croacia. A pesar de haber pasado casi toda su vida en Croacia, las autoridades no le reconocieron el derecho a vivir en el país.

Descubrió que se había convertido en apátrida cuando fue a retirar sus documentos antes de un viaje planeado a Serbia, donde su hija estaba a punto de dar a luz. “Quería estar allí para el nacimiento de mi nieto”, dice.

Cuando solicitó la ciudadanía croata, se le dio una garantía formal de que sería aceptado, sobre la base de la cual renunció a su ciudadanía de Bosnia y Herzegovina.

Se le pidió que visitara unas oficinas para reunirse con un oficial de inteligencia. “Me hizo preguntas que ya había contestado cientos de veces, ¿por qué estaba en Croacia?”, dice. “Hizo insinuaciones sobre mi estado civil. Un mes después, mi solicitud fue rechazada”.

Una carta oficial del Ministerio del Interior le comunicó a Boro que, por “razones de interés de la República de Croacia”, se le debería denegar la ciudadanía.

“¿Qué opciones podía haber para un hombre de mi edad?”

Era demasiado tarde para que Boro recuperara su ciudadanía de Bosnia y Herzegovina. Mientras tanto, se le expidió un pasaporte croata de persona apátrida, que le permite viajar, aunque tuvo que solicitar una visa para ir a Serbia.

También recibirá su pensión cuando se retire el próximo año, ya que hizo contribuciones completas. “Sé que hay personas en situaciones peores”, acota.

En una situación peor estuvo Bedri Hoti, quien durante casi 25 años no pudo trabajar ni recibir subsidios. Lo mejor que podía esperar era tener trabajos de reparación de automóviles, que le podían facilitar un poco de dinero en efectivo.

Viajar estaba fuera de cuestión y tampoco pudo casarse.

Ahora ha sido reconocido como persona apátrida, en virtud de la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas de 1954, y se le entregó un documento de viaje de la Convención. En ocho años, podrá solicitar la ciudadanía croata.

Hay luz al final del túnel. Al mismo tiempo, hay que constatar que mucho tiempo se ha perdido. Recibir una pensión será difícil, ya que Bedri no pudo hacer contribuciones y el subsidio social será mínimo, en el mejor de los casos.

“Tengo 56 años ahora”, dice con nostalgia. “¿Qué opciones hay para un hombre de mi edad?”

Si desea saber más sobre cómo puede hacer una diferencia en la vida de personas como Bedri y Boro, únase a nuestra campaña #IBelong para acabar con la apatridia en 10 años.