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En Ecuador, un acogedor hostal ofrece un respiro en el camino a refugiados y migrantes venezolanos

Historias

En Ecuador, un acogedor hostal ofrece un respiro en el camino a refugiados y migrantes venezolanos

Más de 8.000 venezolanos y venezolanas han pasado por el hostal de Carmen Carcelén. Gracias a su hospitalidad, muchos han decidido quedarse en El Juncal.
7 Mayo 2019 Disponible también en:
Cuando Carmen vio que los venezolanos estaban llegando a Ecuador, muchos de ellos después de un viaje extenuante a pie, decidió empezar a ofrecer alojamiento en su hostal sin cobrar. En 2018, casi un millón de venezolanos ingresó a Ecuador, y al menos el 30 por ciento de ellos tuvo que caminar en tramos de su recorrido para llegar allá.

Son las doce del mediodía y el calor aprieta en El Juncal, un pueblo de origen afroecuatoriano ubicado en la provincia de Imbabura, Ecuador. Con la ayuda de dos mujeres venezolanas, Carmen Cercelén lava y seca los utensilios de cocina de su hostal. En el patio trasero, cerca de veinte personas de Venezuela conversan y comen plátanos. Algunos de ellos están de paso. Otros, animados por la generosidad de Carmen, han decidido quedarse en el pueblo.


Carmen, quien tiene 48 años, se dedicó toda la vida a la venta de frutas pero hace doce años decidió abrir un hostal para tener otra pequeña fuente de ingresos. Al principio, el hostal era un lugar de paso para turistas. Desde principios de 2018, sin embargo, la mayoría de sus huéspedes no viajan por turismo ni pagan por su estadía – huyen de la crisis humanitaria en Venezuela.

Carmen sabe qué significa pasar por la situación que están pasando ahora las personas venezolanas. “Crecí en las calles”, comenta mientras describe que su juventud no fue fácil. “Es gente buena, son madres y padres de familia. Hay ingenieros, albañiles, carpinteros. Es gente como nosotros”, dice. 

Más de 3,7 millones de venezolanos han abandonado su país de origen en busca de protección internacional ante la crisis política y económica. De ellas, más de 240.000 han encontrado un nuevo hogar en Ecuador.

Cuando Carmen empezó a ver a decenas de personas provenientes de Venezuela caminando junto a la carretera, cargando maletas, cochecitos y bebés de camino a otras ciudades de Ecuador o Perú, decidió abrir las puertas de su hostal para ofrecerles un techo.

“Ahora esa señora es como la mamá de nosotros”

Según las actividades de monitoreo de protección realizadas por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados a finales de 2018, al menos 3 de cada 10 venezolanos que llegan a Ecuador han realizado al menos parte de su viaje a pie. A menudo llegan deshidratados, con problemas de salud y extremadamente agotados. Además, durante el viaje, están expuestos a mayores riesgos, ya que es probable que sean víctimas de robos, violencia y redes de trata y tráfico.

Frente a estos riesgos, el hostal de Carmen se ha convertido en un espacio seguro y un punto de descanso para aquellos que necesitan recuperar fuerzas antes de seguir con su viaje. Aquí pueden dormir, comer, ducharse y lavar su ropa gratuitamente.

Unas 20 personas duermen en el hostal de Carmen cada noche, pero en ciertos períodos más de 70 han tocado su puerta y han sido acogidas. Estima que, en total, cerca de 8.000 venezolanos han dormido bajo su techo. Los refugiados y migrantes venezonalos suelen quedarse una o dos noches, pero aquellos que tienen necesidades específicas, como mujeres embarazadas o personas enfermas, se han quedado algunos días más.

El hostal de Carmen, que también es su hogar, es muy acogedor. Los cuartos son simples y cada uno tiene su propia personalidad. Las paredes suelen estar pintadas de colores vivos: azul, naranja, verde. En distintos puntos de la casa hay cuadros y estatuillas de figuras religiosas. En una pared de la sala de estar del hostal, Carmen exhibe con orgullo las fotos de sus ocho hijos. “Son todos hombres”, comenta con la alegría que la caracteriza.

Carmen ofrece mucho más que un techo a los refugiados y migrantes venezolanos: los aconseja, los pone en contacto con ACNUR para que puedan conocer más sobre el acceso a la condición de refugiado y conocer los servicios disponibles en Ecuador. En ciertos casos, Carmen los recomienda para trabajos en la zona.

“Por ejemplo Jonathan, que es un excelente carpintero,” dice orgullosa. “Luché para que consiguiera tener un contrato para fabricar 30 bancas para la iglesia. Ahora tiene trabajo y trajo a dos compañeros más para que lo ayuden”.

Gracias a la hospitalidad de Carmen, muchas personas han decidido quedarse en El Juncal. Este es el caso de Daniel, de 34 años, que es mecánico y chef. En agosto de 2018, Daniel salió de Venezuela con un grupo de amigos y vecinos con la intención de llegar a Guayaquil porque habían escuchado que era una ciudad muy grande y con buenas oportunidades de trabajo.

“Hay ingenieros, albañiles, carpinteros. Es gente como nosotros”

“En Venezuela no tenía con qué darle de comer a mis hijos, tenía que salir todos los días a la calle a ver qué conseguía y eso me llevó a salir del país”, dice.

Para poder iniciar el viaje, Daniel renunció a su trabajo, vendió su auto y pagó un pasaje de bus hasta la frontera entre Venezuela y Colombia. Después, se vio obligado a continuar su camino a pie durante ocho días. “Pedimos aventones, varias veces dormimos en la calle, fue muy duro”, recuerda.

Al llegar a El Juncal, donde la mayoría de la población es de ascendencia afroecuatoriana, unas mujeres que vendían fruta en la avenida le regalaron un poco de comida y le contaron acerca de Carmen. Daniel y sus compañeros decidieron ir al hostal a descansar.  “Ahora esa señora es como la mamá de nosotros”, dice Daniel sonriendo. Gracias a la ayuda de Carmen, el joven consiguió un trabajo como jornalero y un cuarto a pocos metros del hostal.

Daniel recuerda con emoción que, cuando se mudó, varias personas del pueblo le donaron un colchón, ropa y comida. La generosidad y amabilidad de los habitantes de El Juncal lo animaron a quedarse allí. Lleva más de seis meses viviendo en el pueblo, que se ha convertido en su nuevo hogar, y espera poder traer pronto a su familia desde Venezuela.

Para Carmen, quien ingresa a su casa se convierte en parte de su familia. “Cuando nos sentamos, conversamos y reímos. Me gusta verles bailar, verles cantar. Todos los días me saludan. Es como si nos conociéramos de toda la vida”, comenta.

Le emociona mantener contacto con ellos y recibir fotos y mensajes de agradecimiento de quienes han seguido su camino hacia Perú, Chile o Argentina. “Mamá Carmen, estamos bien, tenemos trabajo”, dice uno de los mensajes de texto recibidos.

En 2018, por primera vez, Carmen celebró su cumpleaños rodeada de venezolanos: “Mi familia organizó una fiesta el sábado, pero ellos vinieron el jueves, el día de mi cumpleaños, y me cantaron una canción venezolana que es muy chistosa, y me trajeron un pastel. Para mí, eso fue lo que bastó. En mi casa no habrá más fiestas privadas. Todos los que vengan, bienvenidos”.

Ahora, entre sus deseos, está comprar una pequeña televisión y ponerla en el patio de la casa, para que todos puedan ver las noticias juntos. Además, Carmen busca constantemente cursos de panadería y otro tipo de manualidades para que aquellos que todavía no han encontrado trabajo puedan inscribirse y aprender.

Carmen desea que algún día las personas venezolanas no se vean obligadas a dejar su país y poder nuevamente ofrecer su hostal a los turistas que pasan por allí, pero repite firmemente que nunca olvidará todo lo que aprendió de esta experiencia. También espera que este gesto inspire a sus hijos a ser generosos y mejores personas. “Eso es lo único que importa en la vida”.

Luchando contra la xenofobia

La hospitalidad de Carmen es un brillante ejemplo de solidaridad en su país. En los últimos 70 años, el Ecuador reconoció como refugiados a más de 66.000 personas de 70 diferentes nacionalidades, el número más alto en América Latina. Sin embargo, tanto en Ecuador como en otros países de América Latina, se registró un aumento de discursos discriminatorios y estereotipos negativos acerca de las personas que se desplazan.

Para contrarrestar estas actitudes, las agencias de la ONU en Ecuador lanzaron la campaña Abrazos Que Unen, una campaña de concienciación que busca influenciar la percepción pública acerca de las personas refugiadas y migrantes en el país.

Encuentre más historias como esta en el sitio www.abrazosqueunen.com.