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Los sueños de educación de una joven se desvanecen tras su violación

Historias

Los sueños de educación de una joven se desvanecen tras su violación

ACNUR prioriza la difusión de la violencia sexual y de género y la prevención de un flagelo que afecta a millones de personas en todo el mundo.
7 Marzo 2014 Disponible también en:
Tres mujeres congoleñas encabezan un grupo de refugiados tras su llegada al Centro de Tránsito de Nyakabande, en Uganda. El año pasado, en este centro de tránsito se denunciaron al ACNUR 325 casos de violencia sexual y de género, de los cuales más de 300 fueron cometidos en la República Democrática del Congo (RDC).

NYAKABANDE, Uganda, 7 de marzo de 2014 (ACNUR) – Hace menos de dos años, Florence* era una estudiante de secundaria de 16 años con aspiraciones. Era un caso excepcional en Masisi, una región en el este de la República Democrática del Congo (RDC) inestable y peligrosa, donde vivía con su familia.

Entonces, todo cambió de manera terrible. Después de un día de escuela, cuando se dirigía a trabajar en la huerta de su familia, Florence fue atacada y violada por un hombre uniformado, mientras sus hermanos corrían a casa para dar la voz de alarma. Se sometió a las pruebas del VIH, pero su alegría al dar negativo duró poco, pues le comunicaron que estaba embarazada.

"Perdí toda esperanza cuando me dijeron que estaba embarazada de un hombre que no conocía y siendo tan joven, estando aun en la escuela", explica la adolescente al ACNUR en el Centro de Tránsito de Nyakabande, en el distrito de Kisoro, en el suroeste de Uganda. Aquí, la Agencia de la ONU para los Refugiados facilita cobijo, ayuda y protección a los congoleños que huyen de su país atravesando la cercana frontera con la provincia de Kivu Norte, en la República Democrática del Congo (RDC).

Además de la experiencia traumática de ser violada, Florence afrontó también el estigma y la persecución por parte de sus conocidos y vecinos después de dar a luz. ACNUR y sus socios han ayudado a Florence derivándola a organizaciones y servicios que ofrecen tratamientos especiales, tanto médicos como psicológicos.

Pero la terrible realidad es que esta joven se encuentra entre las miles de personas, mayoritariamente mujeres pero también hombres, que han sufrido violencia sexual y de género durante el conflicto intermitente y el caos generalizado en los que vive la zona oriental de la RDC, sobre todo la provincia de Kivu Norte, donde los casos de violación y abusos sexuales se mantienen en unas cifras alarmantemente altas.

Se trata de un problema que tanto ACNUR como sus socios llevan poniendo en evidencia desde hace mucho tiempo y que el Alto Comisionado para los Refugiados, António Guterres ha convertido en una prioridad, con programas que tienen como objetivo difundir la concienciación sobre la violencia sexual y de género y prevenir y responder a una plaga que se calcula que afecta a unos 60 millones de niñas a nivel mundial.

Según un estudio del año 2011 realizado por el American Journal of Public Health, unas 1.150 mujeres son violadas cada día en la RDC. Según cifras de la ONU, en Kivu Norte se registraron 2.094 casos de violencia sexual y de género, incluidos 1.315 perpetrados contra desplazados internos. Un total de 1.146 fueron violaciones.

El personal de ACNUR en Nyakabande atiende a cientos de víctimas como Florence cada año. La mayoría de ellas han sido atacadas en Kivu Norte, donde no tienen acceso a servicios sanitarios que pueden salvarles la vida después de una violación, como los kits PEP (de profilaxis después de la exposición). De los 325 casos de violencia sexual y de género denunciados el pasado año en Nyakabande, 302 ocurrieron en la RDC y 214 fueron violaciones.

Pero, a pesar de tratarse de un problema muy grave, muchas víctimas no denuncian los casos de violencia sexual y de género debido al estigma que llevan asociado. "Nos enfrentamos a un verdadero reto: conseguir que los refugiados denuncien incidentes de violencia sexual y de género, especialmente casos de violaciones y violencia doméstica", explica Clarisse Ntampaka, funcionaria de servicios comunitarios en el sur de Uganda.

Ntampaka añade que la Agencia está "teniendo resultados positivos mediante encuentros con líderes y asociaciones de refugiados, en los cuales se describen las leyes de Uganda y los servicios a su disposición, y se explica cómo denunciando estos hechos se puede recibir una respuesta y lograr que las cosas cambien".

ACNUR, trabajando conjuntamente con agencias especializadas en el tema, también proporciona asistencia psicológica a víctimas de violación y de otros tipos de violencia sexual y de género en el centro de Nyakabande. Este es el caso de Elodie*, otra superviviente de violación que huyó a Uganda desde su hogar, en el este de la RDC, después de sufrir la agresión.

Como a Florence, a ella también le preocupaba el VIH pero, aunque los resultados de los análisis resultaron negativos, se le hacía difícil asumir la agresión perpetrada por dos hombres armados en su propia casa. "Preferiría morir que volver al Congo, odio a los hombres de allí y también los temo", explica al ACNUR esta madre de cuatro niños pequeños.

Elodie ha tenido una vida llena de sufrimiento y pérdidas: su primer esposo desapareció tras un ataque a su pueblo, durante el cual ella fue violada por primera vez; su segundo esposo falleció debido a una enfermedad en Ruanda, de donde era originario y ella se vio forzada a volver a Kivu Norte.

Pero bajo su descarnado dolor hay una resistencia y fortaleza inspiradoras. Aún alberga sueños de futuro a pesar de los horrores de su pasado. Tiene la esperanza de quedarse en Uganda y espera con impaciencia que el gobierno ugandés le conceda una parcela de tierra para poder volver a dedicarse a la agricultura, un oficio que conoce bien.

Pero lo más importante es que reza para que sus cuatro hijos (tres niños y una niña) y el bebé que espera puedan ir a la escuela y construirse un futuro mejor lejos de la RDC. También Florence piensa en su educación. ACNUR la ha transferido del Centro de Tránsito de Nyakabande al asentamiento de Rwamwanja, donde miles de refugiados congoleños llevan una vida relativamente normal. Sus sueños parecían haberse evaporado, pero ahora puede reanudar su educación con el apoyo total de ACNUR y teniendo esperanza en la paz.

*Se han cambiado los nombres por razones de seguridad.

Por Lucy Beck, en Nyakabande, Uganda