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En Roraima, adolescentes venezolanos refugiados superan las barreras para estudiar durante la pandemia

Historias

En Roraima, adolescentes venezolanos refugiados superan las barreras para estudiar durante la pandemia

"La palabra para este período es 'adaptación'. Teníamos que tener la fuerza para mantenernos estimulados y estudiando durante la pandemia".
11 Septiembre 2020
Los jóvenes venezolanos Amy y Anthony estudian en su unidad de vivienda en el centro de interiorización Rondon 2 en Boa Vista, Roraima.

Este año, ir a la escuela fue diferente a todo lo que los hermanos Amy, de 15 años y Anthony Moncada, de 16, habían experimentado como estudiantes. La llegada desde Venezuela generó numerosos desafíos para la familia, y en el ámbito escolar no fue distinto. Los hermanos, que son solicitantes de asilo en Brasil, tuvieron que aprender un nuevo idioma, construir otra rutina y lidiar con la llegada inesperada del nuevo coronavirus.

Sin embargo, con mucha perseverancia y adaptación, los hermanos lograron continuar con la secundaria en Brasil, donde esperan construir un futuro con sus padres.

La familia Moncada llegó de Venezuela a Brasil a fines de 2019 debido a la escasez de medicamentos y servicios de salud necesarios para el padre de Amy y Anthony. Los hermanos viven con su padre, y su madre en el albergue temporal Rondon 2, en Boa Vista. A pesar de todas las adversidades, para ellos, la educación es una herramienta fundamental para reiniciar la vida en el país que los acogió.

Por tal motivo, cuando llegaron a Boa Vista, los adolescentes se inscribieron en la red de educación pública estatal, lo cual fue posible gracias a un sencillo trámite de equivalencia y acceso establecido por el gobierno de Roraima. Hoy, los adolescentes celebran con alegría la finalización del primer año de la escuela secundaria, programada para el próximo noviembre.

Según la Secretaría de Educación del Estado de Roraima, a fines de 2019, aproximadamente 4.000 refugiados y migrantes venezolanos, incluidos niños, niñas, jóvenes y adultos, estaban inscritos en las 134 escuelas del sistema de educación pública del estado. Entre ellos, 3.194 son estudiantes de primaria y secundaria como Amy y Anthony.

"Estos son pequeños pasos que tienen un impacto inmensamente positivo en el futuro de los niños, las niñas y los jóvenes refugiados", dijo el Representante Adjunto del ACNUR en Brasil, Federico Martínez. "En un mundo en el que casi la mitad de los refugiados son menores de 18 años, es fundamental que la educación sea un derecho plenamente garantizado para que podamos construir un futuro más equitativo y justo", dice.

Los primeros dos meses de la clase de Anthony y Amy fueron presenciales, y el nuevo idioma trajo desafíos en la enseñanza. “No sé cómo estaba estudiando, no entendía nada”, dice Amy cuando relata sus primeras semanas de clase en Brasil. Después de un corto tiempo con sus compañeros y con el apoyo de los profesores, el portugués se hizo más familiar para los adolescentes. Pero, después de dos meses de escuela, la llegada de la COVID-19 cambió aún más su rutina de estudio.

“Cuando llegó la pandemia, nos dijeron por teléfono celular que debíamos conseguir libros para hacer las tareas escolares y enviarlos de vuelta en forma digital o en persona”, dice Anthony.

Con la nueva rutina de estudio en el albergue temporal Rondon 2, los teléfonos móviles se han convertido en una herramienta indispensable para la investigación, la traducción y la comunicación con los profesores. “Uso el teléfono celular para investigar y para traducir. También uso los libros de la biblioteca de la escuela”, dice Amy. Anthony dice que la experiencia no fue la más fácil. La falta de conectividad a Internet y la duración de la batería de los teléfonos celulares fueron algunos de los desafíos enfrentados durante los estudios remotos.

“La palabra para este período es 'adaptación'. Ya estamos en otro país, tuvimos que aprender otro idioma y tuvimos la fuerza para mantenernos estimulados y estudiando durante la pandemia. Pronto concluiremos el curso escolar, gracias a nuestra adaptación y al apoyo de nuestros padres, que son profesores. Estamos preparados para seguir estudiando después de la reubicación” dice Anthony con entusiasmo.

Para Maivy del Carmen, de 38 años, madre de Amy y Anthony y profesora de Ingeniería Civil en Venezuela, poder ver a sus hijos estudiar y aprender el idioma local le trae mucho orgullo y felicidad, más aún para ella que sabe lo importante que es la educación, especialmente cuando el conocimiento es todo lo que le queda. “Estoy muy feliz de ver a mis hijos estudiar a pesar de todas las dificultades. Solicitan ayuda para tener acceso a Internet y continuan con sus estudios. Ahora vamos a ser reubicados y ya pedimos el traslado a otra escuela pública donde comenzaremos una nueva vida”, dice Maivy, quien también está estudiando portugués con su esposo en el albergue Rondon 2.

Amy y Anthony son parte de una minoría estadística. Según el informe  “Uniendo fuerzas por la educación de las personas refugiadas”, lanzado recientemente por ACNUR, solo el 31% de los jóvenes refugiados están matriculados en la escuela secundaria.

Incluso viviendo en condiciones adversas, la resiliencia de los hermanos se refleja cada vez más en sus anhelos de futuro. “Pronto haremos otro cambio cuando nos mudemos a otra región de Brasil, y esperamos seguir estudiando donde sea que estemos”, dice Amy. “Tenemos una expectativa muy alta, tanto para los dos como para nuestros padres que son maestros. Tenemos nuestros sueños, este próximo paso nos da mucha esperanza para seguir construyendo nuestro futuro. Mi madre quiere revalidar su diploma de ingeniera civil y encontrar un trabajo que le guste. Así, podremos buscar un buen hogar y vivir en un lugar tranquilo con la familia”, concluyen los hermanos.

Fuera de la escuela y en el albergue, Anthony muestra sus dotes artísticos con la pintura y la artesanía, pero su sueño es ser dentista en Brasil. A Amy le gusta mucho enseñar matemáticas y el uso de la tecnología para niños y personas mayores. Para su futuro, todavía piensa en lo que va a hacer, pero el gusto por la tecnología puede llevarla a esta área.