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"Dennos un asiento en la mesa y cambiaremos el mundo"

Historias

"Dennos un asiento en la mesa y cambiaremos el mundo"

En el Diálogo del Alto Comisionado sobre los Desafíos de la Protección, los participantes aseguraron que las personas desplazadas por la fuerza están ansiosas y calificadas para ayudar a reconstruir las comunidades devastadas por la COVID-19.
22 Octubre 2020 Disponible también en:
Nhial Deng es un refugiado de Sudán del Sur que vive en el campamento de refugiados de Kakuma en Kenia. Él y sus compañeros panelistas compartieron historias de resiliencia y discutieron soluciones para los desafíos del mundo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

Los refugiados y otras personas que han sufrido traumas, dolor y adversidad aportan perspectivas y soluciones únicas a la lucha contra el coronavirus y otros desafíos que enfrenta el mundo, incluida la pobreza, la desigualdad y los efectos negativos del cambio climático, dijeron los participantes del Diálogo sobre los Desafíos de la Protección al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi.


"Dennos un espacio en la mesa y cambiaremos el mundo", dijo Hindou Oumarou Ibrahim, activista de Chad que aboga por la justicia ambiental y los derechos de los pueblos indígenas.

Establecido en 2007, el Diálogo del Alto Comisionado facilita el intercambio de puntos de vista entre refugiados, gobiernos, la sociedad civil, el sector privado, académicos y organizaciones internacionales sobre los desafíos emergentes en la protección humanitaria. Este año se llevará a cabo virtualmente durante las próximas siete semanas, con un enfoque en cómo la pandemia de la COVID-19 afecta a las personas desplazadas y apátridas.

Grandi dijo que la pandemia le ha dado al mundo una "lección acelerada" sobre los beneficios de la inclusión. La mayoría de los países, dijo, se dieron cuenta de inmediato de la importancia de incluir a los refugiados y otras poblaciones vulnerables en su respuesta inicial a la pandemia para que pudieran contener la propagación del virus, que ha matado a más de 1,1 millones de personas en todo el mundo.

El virus ha tenido efectos socioeconómicos devastadores, creando una “pandemia de pobreza” que podría durar generaciones a menos que los gobiernos sigan invitando a las poblaciones más vulnerables a contribuir y beneficiarse de los planes de reconstrucción. El virus llegó en un momento en que el mundo ya enfrenta una serie de crisis, como la desigualdad, la pobreza, una emergencia climática y una creciente xenofobia, dijo el Alto Comisionado.

“Vivimos en un contexto muy, muy impredecible”, dijo Grandi. "Necesitamos estar preparados para futuras emergencias".

Hindou, la activista del Chad, fue una de los seis panelistas que se unieron al Alto Comisionado en el debate de hoy. Los otros eran Fezzeh Hosseini, una refugiada y médica afgana que vive en Irán, el activista comunitario Nhial Deng, que vive en el campamento de refugiados de Kakuma en Kenia, Barthelemy Mwanza Ngane, refugiado congoleño y miembro del Consejo Asesor Mundial de la Juventud del ACNUR, Shadi Shhadeh, activista y refugiado sirio que vive en Suiza, y Carmen Alejandra Parra, quien huyó de Venezuela y ahora vive y practica medicina en Perú.

Cada orador compartió sus experiencias de trabajo en la primera línea de la pandemia del coronavirus y enfatizó la importancia de aprovechar las habilidades y el conocimiento de los refugiados y apátridas en tiempos de crisis.

“Como refugiado, comencé a pensar de inmediato ... en los heridos en el hospital ... no tendrán adónde ir”.

Shadi, quien estudió derecho en la Universidad de Damasco antes de huir de Siria en 2011, recordó haber sentido vergüenza cuando solicitó asilo por primera vez. Servir a los demás, dijo, ayudó a restaurar su sentido de dignidad. Cuando el coronavirus golpeó por primera vez, se dedicó a entregar alimentos y otros artículos esenciales a las personas que no podían salir de sus hogares. En agosto, después de las explosiones en el Líbano que causaron la muerte de más de 200 personas y destruyeron o dañaron las casas de otras 300.000, él y otros refugiados recaudaron 30.000 dólares para los afectados.

“Como refugiado comencé a pensar de inmediato en quienes perdieron sus hogares, en quienes de un segundo a otro no tienen dónde dormir por la noche, en los heridos en el hospital que se irán en una semana, pero no tendrán adónde ir".

Carmen, médica de formación, sirvió mesas y trabajó como vendedora después de buscar seguridad en Perú. Su vida dio un vuelco cuando ingresó a un programa piloto apoyado por ACNUR que ayuda a los médicos venezolanos a obtener la acreditación, un proceso generalmente largo y costoso. Desde entonces, ha estado al frente de la respuesta a la COVID-19 en Perú. Carmen instó a los Estados a apoyar a los abogados, ingenieros y otras personas que deseen servir a su nueva comunidad.

“Mantener el apoyo es fundamental para profesionales como yo”, dijo.

Fezzeh, quien dirige un centro médico, habló de su batalla contra la desinformación durante la pandemia y otros oradores coincidieron en que los rumores y las falsedades contaminan gran parte del trabajo que hacen en el frente de la COVID-19 y en otras áreas. La conectividad a Internet, la difusión de información en varios idiomas y la participación de los miembros de la comunidad para que actúen como "embajadores" de la información fueron esenciales para disipar los mitos dañinos, dijeron.

Una línea directa gratuita en Kakuma, por ejemplo, permite a las personas reportar rumores sobre la COVID-19 que luego se someten a verificación de hechos, dijo Nhial. "La desinformación ha sido un desafío en todo el mundo, y eso es lo mismo en los campamentos de refugiados".