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Jóvenes refugiados rohingyas se capacitan y empoderan gracias a grupos juveniles en Bangladesh

Historias

Jóvenes refugiados rohingyas se capacitan y empoderan gracias a grupos juveniles en Bangladesh

Los clubes de adolescentes y los grupos juveniles de medio ambiente están ayudando a reducir la brecha educativa de las personas refugiadas rohingyas que viven en los campamentos de Bangladesh.
26 Mayo 2022 Disponible también en:
Yeasmine anhela tener la oportunidad de continuar con su educación. En el campamento de refugiados de Kutupalong, los clubes de adolescentes y los grupos de jóvenes ambientalistas están ayudando a reducir la brecha de la educación superior para las personas refugiadas rohingyas en Bangladesh.

Alrededor de 10 niñas de entre 15 y 24 años recitan con entusiasmo el alfabeto en inglés en un salón de clases hecho de bambú, en el campamento de Kutupalong, en el distrito bangladesí de Cox’s Bazar. Después, practican habilidades de dibujo antes de que un instructor anote información en una pizarra sobre la salud menstrual y reproductiva, y sobre qué hacer ante la violencia de género.


Las niñas pertenecen a uno de los 70 clubes de adolescentes que ofrecen educación informal a unos 10.000 jóvenes refugiados rohingyas que viven en estos campamentos, que acogen a casi un millón de personas rohingyas que huyeron de la violencia y la persecución en Myanmar.

Más del 50 por ciento de las personas refugiadas son niños o jóvenes, pero muchos no han tenido acceso a una educación formal desde que llegaron a Bangladesh. Las niñas y los niños más pequeños pueden asistir a centros de aprendizaje, pero hasta hace poco, el plan de estudios informal consistía principalmente en alfabetización y aritmética básica, y atendía únicamente a quienes tenían entre 4 y 14 años.

Luego de la aprobación del Gobierno de Bangladesh, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, UNICEF y sus socios han introducido un programa de aprendizaje más formal basado en el plan de estudios nacional de Myanmar, que acabará por solucionar el grave déficit de educación también para las niñas y los niños mayores de los campamentos.

“Si pudiera continuar con mi educación, sería médico o profesora”.

Hasta el 1 de mayo, 10.000 estudiantes habían pasado al plan de estudios de Myanmar como parte de un programa piloto. Sin embargo, hasta que el nuevo plan de estudios esté totalmente implementado, la mayoría de las niñas y los niños mayores de 14 años siguen teniendo poco acceso a las oportunidades de educación. Los clubes de adolescentes están ayudando a reducir esta brecha para jóvenes como Yeasmine, que solo había asistido a un año de escuela primaria cuando huyó de Myanmar a Bangladesh con su familia en 2012. Ahora tiene 18 años y prácticamente no ha recibido educación.

“Si pudiera continuar con mi educación, sería médico o profesora... Pero no tenemos estas oportunidades”, señaló.

“Estas actividades de los clubes de adolescentes son muy importantes para las chicas, porque adquieren conocimientos básicos de aritmética y alfabetización. También adquieren conocimientos sobre salud e higiene personal, y sobre el matrimonio precoz”, explicó Hanisa Akter, Oficial de Educación de ACNUR.

Durante una visita de cinco días a Bangladesh esta semana, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, se reunió con Yeasmine y otras chicas de su club de adolescentes, y habló con ellas sobre sus planes para el futuro.

Describió que la implementación del plan de estudios de Myanmar es un paso fundamental para mejorar las condiciones de las personas refugiadas rohingya en Cox's Bazar. “La educación es un derecho de la niñez en cualquier lugar y es importante si se quiere prepararles para que puedan regresar a su país”, declaró.

El Alto Comisionado también se reunió con miembros de grupos de jóvenes que han recibido capacitación en temas medioambientales por parte de ACNUR y de su organización socia, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). Ahora, están defendiendo los esfuerzos para regenerar los campamentos y concienciar sobre los impactos de la crisis climática.

“Somos testigos del cambio climático todos los días”, comentó Mohammed Rofique, de 18 años, quien pertenece a uno de estos cinco grupos. “El año pasado vimos un clima extremo durante el monzón. La mayoría de los alojamientos de las zonas bajas se inundaron y tuvimos que rescatar a mucha personas”.

Su grupo se centra en mejorar la gestión de los residuos en su campamento como una forma de reducir las inundaciones. “Antes, las personas solían tirar la basura en cualquier lugar”, comentó. “La basura bloqueaba las corrientes de agua, así que cuando llovía, se inundaba y esparcía los residuos por el campamento”.

Además de fabricar contenedores de bambú y distribuirlos por el campamento, los jóvenes voluntarios están hablando con su comunidad sobre la importancia de preservar su medio ambiente y la fauna que se adentra en los campamentos desde el bosque cercano.

Grandi acogió con satisfacción el desarrollo de proyectos que ofrecen habilidades y empoderamiento a la juventud de los campamentos.

“La educación y el desarrollo de habilidades son cruciales para que las personas refugiadas puedan reiniciar sus vidas una vez que las condiciones sean propicias para su exitoso retorno y reintegración en Myanmar”, afirmó.