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El tifón Haiyán deja a la deriva a una comunidad pesquera

Historias

El tifón Haiyán deja a la deriva a una comunidad pesquera

La familia Saballa ha perdido a 12 miembros de su familia y ahora se encuentra en el limbo en medio de informes de que la reconstrucción puede estar prohibida en algunas áreas costeras.
2 Diciembre 2013 Disponible también en:
Los supervivientes del tifón Haiyán Francisco, Rodolfo y Feliz Saballa, entre los escombros tras la tormenta en Tacloban. Su hermano está desaparecido y ellos han perdido sus documentos.

TACLOBAN, Filipinas, 2 de diciembre de 2013 (ACNUR) – Es duro moverse cuando uno está rodeado de muerte. Todos los días, los hermanos Saballa se sientan a mirar las ruinas de lo que un día fue su orgulloso barrio junto al mar. Ven a la gente recoger lo que queda, vigas de madera y trozos de hierro de casas destruidas, andrajos de ropa que lavan y reutilizan, juguetes de peluche que se secan al sol . . . los restos del tifón Haiyán.

A medida que se comienza a despejar la creciente montaña de escombros, los hermanos temen lo que pueden encontrar sepultado. "Por el olor puedes intuir que todavía hay cuerpos sepultados bajo todo esto", dice Rodolfo Saballa, sentado sobre un montón de escombros, mientras mira un velero encallado. "Sólo estamos esperando las noticias".

A sus 54 años, Rodolfo es el mayor de cinco hermanos que se criaron en el distrito 61 de Tacloban, una comunidad pesquera situada sobre pilotes a lo largo de la costa. La noche antes del 8 de noviembre, cuando el tifón golpeó la zona, su familia buscó refugio en la casa de su hermano Wilfredo, pensando que aquella estructura de hormigón sería más segura. Pero la casa se derrumbó por la fuerza de la tormenta y sepultó al instante a siete personas. Cinco siguen desaparecidas, entre ellas varios niños y el propio Wilfredo, un veterano policía que se iba a jubilar pronto.

"Estábamos muy acostumbrados a los tifones, confiábamos en que no nos pasaría nada. Nuestro padre nunca abandonaba su casa antes de las tormentas, solamente reforzaba los postes", dice Felix, de 48 años. "Aprendan de esto, no sean tan testarudos como nosotros".

Como consecuencia, los miembros de la familia que sobrevivieron decidieron no trasladarse al centro de evacuación cercano de Astrodome porque "estaba saturado y sucio". Ahora viven en chozas improvisadas cerca del agua. Su casa es una lona sujeta a algunos postes. El agua se filtra cuando llueve y los mosquitos son algo habitual.

"Decidimos quedarnos aquí para poder ir rápido a identificar cuerpos a medida que van encontrando otros nuevos", dice Rodolfo. Aparte de la tarea que tienen ahora de identificar a los muertos, los hermanos no saben qué harán después. Dos de ellos son vendedores de pescado y dicen que el negocio está paralizado porque el muelle para los barcos quedó destruido.

"Nadie está saliendo a pescar. Nadie comprará pescado. Hay cadáveres por todas partes", dice Francisco, de 51 años. "Todo está en un limbo, no sabemos cómo saldremos de esta tragedia, cómo comenzaremos de nuevo nuestras vidas".

Sus vidas pueden complicarse porque hay informes que indican que el gobierno ha establecido "zonas de no construcción" a lo largo de las costas del país con el fin de mitigar futuros riesgos por tifones y tormentas. Los detalles de este plan y sus implicaciones para gente como los Saballas todavía no están claros.

Como agencia corresponsable del liderazgo del grupo de trabajo sobre protección que da respuesta a este desastre natural, ACNUR está monitoreando asuntos como éste con sus socios para garantizar la seguridad y el acceso a medios de subsistencia para las personas afectadas por la reubicación.

Rodolfo no sabe qué le depara el futuro pero está seguro de una cosa: "Nuestra vida está aquí. No tenemos más opción que quedarnos y reconstruir".

Por Vivian Tan en Tacloban, Filipinas